El pueblo que llegó al sol utilizando espejos gigantes
Dentro de unos meses se cumplirán 20 años del proyecto que permitió que el sol llegara en invierno a la localidad noruega de Rjukan
Salir de las sombras ha sido una atávica aspiración humana. Acordémonos de la alegoría de la caverna de Platón. Es la alegoría más célebre que aparecía en el famoso libro VII del pensador que fundó la academia ateniense. Y habiendo sido formulada aquella alegoría, por Platón, hace 2.400 años, aún así, todavía -hoy- sigue teniendo una enorme influencia. Porque las sombras continúan estando ahí. También la oscuridad absoluta, y no sólo desde una perspectiva filosófica.
Por eso buscando la luz hoy queremos recordar el caso del pueblo que puso todo su empeño en salir de la oscuridad. Se van a cumplir 20 años del comienzo del proyecto que permitió que por primera se pudiera ver el sol invernal en toda la larga historia de una remota comarca, en la localidad noruega de Rjukan. Lo lograron colocando unos espejos gigantes en lo alto de una montaña.
Rjukan es un lugar que está al sur de Noruega. Está dentro de un valle profundo. El valle de Vestfjord. La población está rodeada de montañas que se elevan casi 2000 metros por encima del nivel del mar, ocultando el sol durante nada más y nada menos que...seis meses. Es decir, sus habitantes vivían en una penumbra constante de septiembre a marzo.
Fiesta de bienvenida al Sol
Durante un semestre, las altas lomas que rodean aquel paraje proyectaban una sombra completa, plena, impidiendo -incluso- el paso del sol del mediodía. La idea de utilizar espejos se planteó por primera vez hace una centuria, al comienzo de la década de los años 20 del siglo XX. Pero, no pudo ser hasta el inicio de este milenio.
Cuando se terminó la obra, se organizó una gran fiesta para dar la bienvenida al sol y los escolares recibieron lentes de sol para que la inesperada luz no dañase sus ojos. Los espejos tienen una superficie de 17
metros cuadrados cada uno y están colocados en una montaña a 400 metros de altura, con respecto del centro de la localidad.
Es curioso como Martin Andersen, un noruego natural de Rjukan, sintió la necesidad de hacer algo. Martin fue quien recuperó una idea que era centenaria. Es muy interesante cómo el sol va retrocediendo en los lugares donde la sombra se hace fuerte. Martín había pensado más de una vez en aquella situación. Es decir, aunque, hubiera un cielo azul y el sol se viera en las pendientes montañosas que rodean Rjukan, en el pueblo estaba todo oscuro. La inspiración le vino al pasear con sus hijos: porque cada día del mes de septiembre tenía que ir un poco más lejos en el valle con los chiquillos para poder ver el sol.
Es posible que alguien se esté preguntando a quién se le ocurrió fundar un pueblo en un lugar tan recóndito. La explicación, como muchas veces sucede, es económica. La aldea inicial fue fundada por una compañía que producía fertilizantes nitrogenados. La compañía Norsk Hydro eligió aquel paraje para usar la energía hidráulica de la cascada de Rjukanfossen. Hace más de cien años aquella planta hidroeléctrica era la mayor del mundo. Ese fue el motivo. Era rentable y allí fue creciendo la población. Había trabajo y estaba bien pagado. Aunque estuviera lejos y fuera un sitio oscuro durante seis meses al año.
El caso es que hacían falta unos espejos gigantes para que la luz del sol llegase al pueblo. Martin Andersen estudió sistemas como el del estadio de Arizona donde disponen de un sistema con pequeños espejos para que el césped crezca. Así fue aprendiendo sobre los heliostatos. Los utilizan mucho en Oriente Medio y en otras regiones soleadas del mundo donde son capaces de concentrar la suficiente luz solar como para calentar turbinas hacerlas funcionar durante largo tiempo.
Hay un pueblo en Italia al fondo del valle de Antona, que se llama Viganella, y donde la iluminación funciona con heliostatos. Los heliostatos son espejos que se mueven sobre dos ejes siguiendo al sol. Martin Andersen contactó con un tipo llamado Jonny Nersveen. El bueno de Jonny es un experto en la materia. Él se encargó de los cálculos matemáticos. Tras varias semanas de estudio llegó a la conclusión de que podía funcionar. A partir de ese momento, Andersen se puso a buscar patrocinadores, persuadiendo al ayuntamiento y finalmente consiguiendo que la mayoría de la pasta, del presupuesto, lo costease la compañía Norsk Hydro.
Las matemáticas... y el invierno
Los cálculos decían que era posible. Pero el reto era enorme. Más grande incluso que los propios espejos. Para empezar, los espejos debían soportar el invierno rudo de esa comarca noruega, donde el viento se pone salvaje ventoso y la nieve intensa. Sólo para construirlos se necesitó un año entero. Hubo que buscar nuevas soluciones en la tecnología que ya existía y no se aplicaba del modo que se precisaba.
Y luego estaba el otro asunto, el gran asunto, en realidad. Había que colocarlos en una montaña. En la montaña Gaustatoppen. Para llegar allí arriba no habría carretera. Para alcanzar el lugar elegido era necesario emplear una hora de escalada. Hubo que i transportándolo todo en helicóptero. Se hicieron unos cuantos viajes. Recuerden estamos hablando de espejos de 6 metros de alto y 17 metros cuadrados de superficie.
Otro detalle es que, estando los espejos en un lugar recóndito de Noruega, su movimiento para seguir la luz del sol se controla de manera remota desde Alemania. Y es que todo en esta logro resulta fascinante. También el hecho de que un sólo tipo con su intuición y su indagación concibiera la posibilidad de crear la forma de llevar la luz a donde la oscuridad habitaba durante seis meses. Fue el empeño de uno solo. Su determinación hoy sigue fascinando al mundo.
Acostumbra a diferenciarse entre lo real y lo virtual. Y puede decirse que los rayos de sol que llegan a Rjukan son reales aunque en realidad sean una proyección de luz del sol a través de unos espejos. En realidad esa luz es como la que procede de un foco. En cualquier caso, esa luminosidad ganada a la oscuridad no es virtual.
Solía decir Einstein que la oscuridad no existe, lo que existe es la ausencia de luz.