El monólogo de Alsina: Los gobernantes utilizan las mismas plantillas, los mismos trucos
Les voy a decir una cosa.
No es que la historia se repita, es que los gobernantes utilizan todos los mismos clichés, las mismas plantillas y los mismos trucos.
El cinco de junio de 2009, dos días antes de la elecciones europeas de aquel año, José Blanco -entonces ministro de Fomento- lamentó que la oposición no celebrara los datos del paro, correspondientes al mes de mayo, que se habían publicado el día antes. El paro había bajado, en veinticinco mil personas, por primera vez en un año. “Las medidas que hemos tomado están dando fruto”, dijo el ministro, que añadió este dardo dirigido a la oposición: “Rajoy debe de ser el único español que no se alegra de que las cosas estén mejorando, y le digo una cosa: en España sobran cenizos”. Lo que había dicho el PP sobre aquel dato de mayo es que el empleo era estacional y escaso y que la situación del país seguía siendo pésima.
Cinco años después, a veinte días de las elecciones europeas y habiéndose publicado hoy los datos del paro de abril que reflejan una bajada del paro en más de 110.000 personas -133.000 afiliados más a la Seguridad Social, el mejor mes de abril de la serie histórica-, la oposición ha reclamado al gobierno que deje de hacer triunfalismo y Rajoy, gobernante, ha dicho: “no se puede ser un optimista absurdo, pero tampoco un cenizo”. Su candidato a las europeas, ex ministro Arias Cañete, animó ayer al PSOE a “alegrarse con los datos de empleo en lugar de poner mala cara cada vez que pasa algo bueno”.
Cañete, haciendo idéntico discurso al que hizo José Blanco hace cinco años. No es que la historia se repita, es que los gobernantes recurren todos a los tácticas para presentarse a sí mismos como eficaces y al adversario como aguafiestas envidioso, tal como el aspirante a gobernar emplea también idéntica plantilla para presentarse a sí mismo como notario que levanta acta de la realidad incontestable frente al triunfalismo onanista de un gobierno pagado de sí mismo y en campaña.
“Ganaremos las elecciones el domingo aunque sea de penalti y en el último minuto”, pronosticó en 2009 José Blanco, el hombre que alardeaba de manejar encuestas imbatibles. “Y el gol lo marcará”, concluyó su desnortada profecía, “José Luis Rodríguez Zapatero”. Aún no había empezado, en el PSOE, el cuestionamiento interno a Zapatero -aún no decían ni mú aquellos que después presumieron de haber advertido de que iba por mal camino-: las elecciones las ganó Mayor Oreja por tres puntos sobre López Aguilar: 42 % del voto para el PP, 39 % para el PSOE, o en asientos, 23 escaños a 21.
La encuesta realizada un mes antes por el CIS clavó el porcentaje de voto del PP en la oposición (42 %, 23 escaños) pero erró el del PSOE en el gobierno, al que dió ganador con casi un 43 % del voto y otros 23 escaños que, a la hora de la verdad, fueron 21. Cuando al día siguiente de las elecciones los partidos buscaron explicación a los resultados el comentario más extendido fue éste: el PSOE había empezado a sufrir el castigo de votantes suyos decepcionados con la gestión de Zapatero en el gobierno.
El CIS que se ha publicado hoy, cinco años después, no pregunta por las elecciones europeas de final de mes, sino por unas supuestas elecciones generales que se celebraran mañana. Rajoy las ganaría de calle. Casi seis puntos por delante del PSOE y veintidós más que IU. En comparación con el barómetro anterior (mes de enero), hay malas noticias para todos los partidos más conocidos, que pierden fuelle. Lo sigue haciendo el PSOE, que cae otras cuatro décimas y supera sólo por los pelos el 26 % del voto (dos puntos y medio menos que en 2011 y dieciocho puntos menos que la última vez que ganó las elecciones, en 2008). Cuatro décimas baja IU y tres Unión Progreso y Democracia, que no siendo variaciones muy significativas (tanto la encuesta como la atribución de escaños tiene margen de error) sí enfrían el entusiasmo de estas dos formaciones y su confianza de crecer a costa de la erosión del bipartidismo.
El Partido Popular mantiene una ventaja clara sobre el resto, aunque su apoyo electoral también sigue cayendo. Es verdad que en este último trimestre de forma menos apreciable que en los anteriores. Un economista diría que la caída se desacelera; o en términos laborales, que se está frenando la destrucción de votantes del PP. Se frena, pero se sigue produciendo. No hay estimación concreta de escaños europeos y tampoco se pregunta por los candidatos que, a estas elecciones, se presentan. Sale Cañete, pero valorado aún como ministro, desconocido para el 30 % de la población y el mejor valorado de todos los miembros del gobierno: el primero de una clase en la que suspenden todos, 3,13 de nota media para Cañete, 3,13 sobre 10.
Rajoy y Rubalcaba vuelven a cosechan niveles ínfimos de confianza ciudadana. A más de la mitad de la población le inspiran ninguna confianza. Y el paro, naturalmente, se mantiene como problema más mencionado por los españoles entre los tres primeros del país y como aquél que, de entre todos, más directamente, personalmente, nos afecta. Eso explica que cada vez que sale el dato del paro y el empleo, en su versión registros oficiales o encuesta EPA, se afanen tanto los líderes políticos no en ofrecer una interpretación ponderada y rigurosa de los números (y coherente con la interpretación que de esos mismos datos hacen cuando en lugar de gobernar aspiran a hacerlo o viceversa) sino una lectura lo bastante sesgada de los números como para justificar el eslógan que ya traen hecho. No leen los datos y los interpretan; le meten el fórceps a los números para que salga el discurso que interesa.
Abril de 2014, con su formidable Semana Santa de turismo en máximos debido al buen tiempo, deja datos objetivamente buenos para el empleo -los 133.000 nuevos ocupados- que lo siguen siendo, aunque sea en menor cuantía, si se prescinde de la estacionalidad -se quedan las afiliaciones en 61.000-, y que lo siguen siendo en términos relativos, en cualquiera de las comparaciones que se hagan con los meses y años anteriores desde que empezó la crisis. Si acaso, se siguen quedando escasos en el contexto general de la sociedad que hoy tenemos, con cuatro millones seiscientos mil parados según el registro (seis millones según EPA) y menos de 17 millones de ocupados.
Rajoy se ve a sí mismo como un presidente realista y equilibrado que ha sufrido tomando decisiones que no le gustaban pero ahora se congratula del efecto que, en su opinión, están teniendo. Ha asumido que la velocidad de la recuperación tiene poco que ver con los cálculos que él mismo hacía -por interés electoral o por exceso de autoestima- cuando pedía el voto en 2011 y prefiere no hacer pronósticos sobre cuántos parados menos habrá, a final de la legislatura. Es muy de los gobernantes y aspirantes usar esta cuenta para medir su éxito o su fracaso -si hay menos parados, es un éxito; si hay más, un fracaso-, pero es una cuenta más que simple, simplona, o simplista, porque compara el comienzo con el final como si en medio no hubieran transcurrido cuatro años (48 largos meses para hacer cosas) y en los que habrán sucedido cuarenta mil circunstancias distintas. Hoy dijo Rajoy que al final de su mandato habrá “unas cuantas personas menos en el paro”. Para el partido que gobierna, la palabra más relevante de esta frase es “menos”. Lo de “cuantas” es secundario. Para el partido que aspira a gobernar, qué sorpresa, es al contrario.