Las reglas del cónclave: ¿cómo se elige a un nuevo papa en la Iglesia católica?
En las sombras de la Capilla Sixtina, comienza uno de los rituales más misteriosos de la Iglesia católica: el cónclave. Una decisión crucial se toma en silencio: sin micrófonos ni cámaras se decide el futuro de la Iglesia, mientras el mundo observa, expectante.
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Madrid |

La Plaza de San Pedro está en silencio. No hay discursos, no hay bendiciones. Solo la espera.
Tras la muerte del papa Francisco, la Iglesia católica se encuentra nuevamente en el umbral de una de sus tradiciones más secretas y solemnes: el cónclave. Detrás de los muros de la Capilla Sixtina, lejos de las cámaras y los micrófonos, un grupo selecto de hombres decidirá quién será el nuevo líder de más de 1.300 millones de fieles en todo el mundo.
Entre antiguas normas, votos secretos y la icónica fumata que mantiene al planeta en vilo, el proceso de elección papal es una combinación de historia, política y fe. Pero ¿cómo se elige a un papa? ¿Qué ocurre realmente dentro de ese hermético encuentro de cardenales? Te contamos todo lo que debes saber sobre el cónclave y sus reglas inquebrantables.
El origen y la tradición del cónclave
El cónclave papal es uno de los eventos más misteriosos y solemnes dentro de la Iglesia católica, pero su origen se remonta a siglos atrás. El término “cónclave” proviene del latín cum clavis, que significa "con llave", un nombre que refleja perfectamente el carácter cerrado y secreto del proceso. Aunque el acto de elegir al papa es tan antiguo como la propia Iglesia, el cónclave tal como lo conocemos hoy tiene sus raíces en el siglo XIII, cuando el papa Gregorio X instauró en 1274 un sistema de elección mediante voto secreto, en un esfuerzo por evitar la corrupción y la intervención externa en la elección del líder máximo de la Iglesia.
Antes de esa reforma, los papas eran elegidos mediante un proceso que no siempre garantizaba transparencia ni unidad. De hecho, a lo largo de la Edad Media, hubo numerosas disputas por el papado, e incluso varios antipapas (figuras que reclamaban el título sin legitimidad) se enfrentaron al colegio de cardenales. El cónclave nació, en cierto modo, como respuesta a estos problemas, con la intención de hacer la elección más ordenada, justa y libre de presiones políticas externas.
Si bien el cónclave ha sufrido varias modificaciones a lo largo de los siglos, su esencia sigue siendo la misma: un grupo selecto de cardenales reunidos en un espacio cerrado, donde se toman decisiones en total secreto, sin interferencias externas. Desde la famosa Capilla Sixtina del Vaticano, donde el cónclave tiene lugar, hasta las estrictas normas que regulan el proceso de votación, todo está diseñado para mantener la solemnidad y el misterio alrededor de la elección del sucesor de San Pedro, el apóstol considerado el primer papa.
El papel del Colegio Cardenalicio: ¿quiénes votan?
El cónclave no es un proceso democrático en el sentido convencional, sino que está reservado a un círculo muy selecto de hombres: los cardenales. El Colegio Cardenalicio es un cuerpo compuesto por los líderes eclesiásticos más influyentes de la Iglesia católica, y son ellos quienes tienen la responsabilidad de elegir al nuevo papa.
El número de cardenales varía con el tiempo, pero, según las normativas actuales, solo aquellos menores de 80 años tienen derecho a votar. En este sentido, el cónclave tiene una estructura muy definida. Los cardenales son elegidos por el papa y, por lo general, se seleccionan a aquellos que han demostrado una vida de devoción y liderazgo dentro de la Iglesia. Estos hombres no solo tienen un conocimiento profundo de la fe católica, sino que también son figuras clave en las decisiones políticas y sociales que afectan a la Iglesia a nivel mundial.
A pesar de que todos los cardenales son electores, también son candidatos. Técnicamente, cualquiera de ellos podría ser elegido papa, aunque tradicionalmente, los papas no suelen ser escogidos entre cardenales demasiado jóvenes o de lugares demasiado lejanos de Roma. Esto ha llevado a que los cardenales que se encuentran en las grandes diócesis o aquellos que desempeñan funciones importantes en el Vaticano sean los más mencionados en las quinielas.
Al llegar al Vaticano para el cónclave, los cardenales deben jurar solemnemente no divulgar ninguna información relacionada con las deliberaciones internas y, además, se les asegura una estricta seguridad que les impide tener contacto con el exterior. Durante el cónclave, los cardenales se encierran en la Capilla Sixtina, donde, lejos de las cámaras y la atención del mundo, se entregan a la oración, la reflexión y la deliberación.
La votación secreta: cómo se elige al papa
El proceso de votación en el cónclave es altamente ritualizado y, en su núcleo, busca reflejar la espiritualidad y el discernimiento divino. Desde el momento en que los cardenales entran en la Capilla Sixtina, comienza un procedimiento formal que se basa en la oración y el voto secreto.
Las papeletas que se utilizan en la votación son simples, pero sumamente significativas. Cada cardenal recibe una papeleta en blanco, en la cual escribe el nombre del candidato que considera adecuado para ser el nuevo papa. Una vez que todos los cardenales han emitido su voto, las papeletas son recogidas y quemadas en un proceso denominado “escrutinio”. El sistema es minucioso: cada voto es contado y tabulado, y si en algún momento no se alcanza la mayoría de dos tercios necesaria para la elección, el proceso se repite.
En la práctica, esto significa que puede haber múltiples rondas de votación antes de que se llegue a un consenso. De hecho, el cónclave puede durar varios días, ya que los cardenales tienen derecho a votar hasta cuatro veces por jornada. Si después de tres días de votaciones no se alcanza un acuerdo, se hace una pausa para la oración y la reflexión, un momento para que los cardenales encuentren la serenidad necesaria para continuar con el proceso.
Una de las peculiaridades del cónclave es su respeto absoluto por el secreto: ni los cardenales, ni el personal del Vaticano, ni ningún miembro de la Iglesia debe revelar detalles de lo que ocurre durante la votación. Esta secrecía ha sido clave para evitar que el cónclave se vea afectado por presiones políticas externas y para garantizar que la elección sea tomada de manera autónoma.
La fumata: el mensaje al mundo
Cuando los cardenales emiten sus votos, el mundo entero se detiene, aguardando el resultado con la mirada fija en la chimenea de la Capilla Sixtina. En este punto, uno de los momentos más simbólicos del cónclave está por ocurrir: la fumata. Cada vez que se realiza una votación, el conjunto de papeletas se quema, generando una señal visual que puede ser de dos colores, dependiendo del resultado.
- Humo blanco: este es el momento más esperado. El humo blanco indica que el nuevo papa ha sido elegido, y marca el final del cónclave. Los fieles en la Plaza de San Pedro estallan en vítores y la noticia se difunde de inmediato a través de los medios de comunicación de todo el mundo. El futuro de la Iglesia católica se define en ese instante.
- Humo negro: si el humo es negro, significa que no se ha llegado a un consenso y el proceso continuará al día siguiente. Esta es la señal de que los cardenales no han logrado ponerse de acuerdo, y la búsqueda del nuevo líder sigue en marcha.
La tradición de la fumata tiene sus orígenes en el siglo XIX, pero fue en el siglo XX cuando se perfeccionó el sistema actual, añadiendo productos químicos específicos para asegurar los colores deseados. Aunque este acto visual parece ser solo una formalidad, en realidad es mucho más que eso: es la representación de un proceso que decide el futuro de más de 1.300 millones de católicos en todo el mundo.
El anuncio del nuevo papa: el “Habemus Papam”
Cuando finalmente se elige un papa, el cónclave no termina con el ascenso de un solo hombre al liderazgo de la Iglesia católica. El momento clave es el anuncio a la multitud que aguarda expectante en la Plaza de San Pedro. Es aquí donde se lleva a cabo uno de los rituales más esperados del proceso: el Habemus Papam.
Este es el anuncio oficial de que el nuevo papa ha sido elegido, y la frase tradicional pronunciada por el cardenal protodiácono es histórica. "Habemus Papam" (en latín, "Tenemos papa") es seguida por el nombre del elegido, y en algunos casos, se menciona su lugar de origen y su nombre papal. Por ejemplo, cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue elegido en 2013, el anuncio fue: “Habemus Papam Franciscum”, lo que hizo oficial que el papa Francisco, el primer papa de América Latina, había sido elegido.
Este momento está lleno de simbolismo. Después de escuchar las palabras, los miles de fieles que se han reunido en la Plaza de San Pedro, además de millones de católicos en todo el mundo, pueden finalmente conocer al nuevo pontífice, quien aparece en el balcón central de la Basílica de San Pedro para pronunciar sus primeras palabras como líder de la Iglesia.
Es un acto solemne, pero también cargado de emoción, ya que marca el comienzo de un nuevo capítulo para la Iglesia católica. La mayoría de los cardenales se agrupan alrededor del papa elegido, y posteriormente, mientras el mundo observa, se ofrece la primera bendición papal Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo), un gesto que simboliza la nueva responsabilidad del papa sobre los 1.300 millones de católicos y la humanidad en su conjunto.
¿Qué pasa después de la elección? El inicio del pontificado
Una vez que se ha elegido al nuevo papa y el Habemus Papam ha sido proclamado, el proceso continúa con varios procedimientos formales que marcan el inicio del pontificado. El primer acto importante es la toma de posesión de la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, como parte del ritual de bienvenida. Este es un recordatorio simbólico de que el papa no solo es líder espiritual, sino también el obispo de Roma, responsable de guiar a la diócesis romana.
Una vez completados los rituales iniciales, el nuevo papa inicia un periodo de recepción de visitas de cortesía. Entre ellas, se incluyen encuentros con el Colegio Cardenalicio, las autoridades de la Ciudad del Vaticano, el cuerpo diplomático y otros líderes de la Iglesia católica de todo el mundo. Estos encuentros sirven tanto para reafirmar la autoridad del papa recién elegido como para estrechar los lazos dentro de la estructura de poder eclesiástica.
Uno de los aspectos más importantes tras la designación es la elección del nombre papal. Aunque el papa puede mantener su nombre de nacimiento, muchos optan por elegir un nombre papal diferente. Este cambio simboliza un nuevo comienzo en la vida del pontífice y refleja su misión o los ideales que desea promover durante su papado. En el caso de Francisco, el nombre evoca a San Francisco de Asís, conocido por su humildad y su compromiso con los pobres y la naturaleza.
La transición del papado: los desafíos que enfrenta el nuevo papa
Al ser elegido, el nuevo papa asume una de las responsabilidades más grandes del mundo: ser la cabeza de una de las instituciones más antiguas y complejas de la humanidad. No es solo un líder religioso, sino también un jefe de Estado, con influencia tanto en la esfera espiritual como en la política global. Los desafíos que enfrenta el nuevo papa son múltiples: desde la gestión de la Curia Vaticana (el gobierno central de la Iglesia) hasta el liderazgo en medio de las tensiones geopolíticas, sociales y económicas globales.
Uno de los primeros retos es mantener la unidad en la Iglesia católica, que, a pesar de su tradición milenaria, enfrenta grandes divisiones internas. Además, el papa debe lidiar con la creciente secularización del mundo, el papel de la Iglesia frente a la crisis de la fe en algunos países, y los escándalos dentro de la Iglesia, como los casos de abuso y la necesidad de reformas estructurales dentro del Vaticano.
El nuevo pontífice también debe gestionar las relaciones internacionales del Vaticano, que, aunque se mantiene como una entidad religiosa y moral, también desempeña un papel en las relaciones diplomáticas globales. Esto implica, por ejemplo, la interacción con otras religiones, la posición del Vaticano frente a cuestiones políticas y sociales, y la forma en que la Iglesia católica maneja su influencia frente a gobiernos y organismos internacionales.
Este complejo panorama obliga a los papas a ejercer un liderazgo tanto pastoral como político. Cada papado se enfrenta a un contexto distinto, por lo que la elección de un nuevo papa no es solo un momento de cambio litúrgico, sino también una respuesta a las necesidades y los desafíos que enfrenta la Iglesia en cada época.