Ignacio Varela: "Esta ley de vivienda tiene mucho de arbitrismo falaz"
Nuestro sospechoso de sábado, Ignacio Varela, reflexiona en Por fin no es lunes sobre la reciente ley aprobada en referencia a la vivienda y el trasfondo político y social que esta conlleva.
El Gobierno ha presentado la Ley de Vivienda que ha quedado aprobada esta semana en el parlamento como el broche de oro en la legislatura, la más importante de cuantas se han aprobado en este periodo. A la vez, Pedro Sánchez ofrece construir miles de viviendas aunque cuesta saber cuántas serán finalmente y de dónde van a salir, dónde se van a construir. La oposición dice que esta ley va a tener efectos contraproducentes porque va a colapsar el mercado del alquiler en España y varias comunidades autónomas anuncian que no la van a cumplir. Mientras, encontrar un piso en alquiler en una ciudad es prácticamente imposible y se ha desatado una tremenda polémica sobre el fenómeno de los okupas.
Según Ignacio Varela, "esta ley de vivienda tiene mucho de arbitrismo falaz, pero en mi clasificación de trampantojos de la legislatura no entran en el top diez". Bajo la primera ley de vivienda de la democracia, asegura el autor, se intenta trasmitir el mensaje que se resolverá un problema que es "secular". "Desde que tengo memoria, no ha habido un Gobierno que no haya intentado meter mano al problema de la vivienda a golpe de Boletín Oficial del Estado" aunque, en este ámbito, las leyes funcionan distinto ya que "tratas de resolver un aspecto de la cuestión y creas un conflicto por otro lado", comenta.
"Yo creo que tiene sentido establecer un marco normativo de ámbito nacional sobre la vivienda", alega el colaborador, aunque recalca que esto debería haberse hecho al principio de una legislatura y no de cara a las elecciones porque explica la catalogación de lo los juristas sobre que "esta ley tiene más de proclama ideológica que de instrumento jurídico efectivo". La consecuencia de esta práctica, afirma Ignacio Varela, "en más de la mitad del país, esta ley será papel mojado porque muchos gobiernos autonómicos y locales no la aplicarán o lo harán de un modo distinto".
En este revuelo, también se han mezclado muchas cosas, según el colaborador, "el presidente del Gobierno ha aprovechado la ocasión para lanzarse a una subasta frenética de ofertas de construcción de viviendas que a ratos ha sonado como los niños de San Ildefonso cantando la lotería" y, lo que tuviese de electoral la nueva ley, "se lo ha cargado Sánchez con este baile de cifras disparatado, no se prometen viviendas como el que reparte caramelos".
La realidad, explica Ignacio Varela, es que "en España, hay un déficit importante de viviendas públicas de viviendas públicas a precios asequibles. El mercado de alquiler es raquítico porque los propietarios prefieren poner sus pisos a la venta o incluso a dejarlos vacíos antes que correr el riesgo de alquilarlos" además de prevalecer "la cultura de la vivienda en propiedad". Además, hay muchas personas con dificultad para pagar la hipoteca o el alquiler de una vivienda digna, pero también inquilinos que se pasan varios años sin pasar el alquiler y sin que al justicia pueda sacarlos de ahí.
Los problemas relacionados con este ámbito, apunta Ignacio Varela, "tienen tres rasgos comunes: en ellos chocan intereses igualmente legítimos, requieren planes de largo plazo y mucha cooperación entre las instituciones, y tienen ramificaciones de todo tipo".
En relación a los okupas, el autor establece una distinción: "por un lado está el inquilino que no paga, a veces, porque no puede y se queda indefinidamente en un piso" y "por otro está el que se mete en una casa que no es suya y simplemente se apodera de ello". "La apropiación ilegal de una vivienda ajena por un estado de necesidad es tan aberrante como avalar que alguien asalte un supermercado porque está pasando hambre", comenta, porque "la solución a la pobreza jamás puede ser legalizar el robo".
Por último, el sospechoso se sincera: "hablando de esta ley, lo único bueno es que tardaremos poco en comprobar si funciona o no funciona, o si, como predicen el Banco de España y los economistas serios, su efecto será que cada vez hayan menos pisos en alquiler en las ciudades y que los precios se pongan por las nubes. Puede resultar que vivir en un piso alquilado en el centro de una ciudad termine siendo un producto de lujo para gente acomodada. Y, así, se cumplirá una vez más la regla de hierro de todos los populismos: que sus políticas pretendidamente sociales terminen siendo a la vez ineficientes y antisociales, lo llaman efectos no deseados".