Un atajo…. Ejeimplorante, referentesco y legadorista.
Uno de esos para seguir los buenos caminos que dejan las miguitas de los que de a poco hicieron mucho.
E-J-E-M-P-L-O. Ejemplo: caso o hecho sucedido en otro tiempo, que se propone, o bien para que se imite y siga, si es bueno y honesto, o para que se evite si es malo. Si es bueno y honesto ¿Y tú qué sabrás?... si te dan sapo por rey y calabazas por carroza. Por no decir que el mal ejemplo como la mentira ha encontrado ya sus cauces. Ejemplo. Poner un ejemplo, saber un ejemplo, prestar un ejemplo. Ser un ejemplo. No es ponerlo sino serlo lo más difícil. Es complejo idear ejemplos, hay que tener didáctica. Para ser ejemplo en cambio no hay que saberse ejemplo de nada. La persona que es un ejemplo a seguir no sabe que lo es. Simplemente es cómo cree que debe ser y resulta que por cómo hace las cosas en la vida se convierte en un reflejo al que todos quieren parecerse. Púa en alto, Sabino, todo empieza con aquella frase infantil “de mayor quiero parecerme a…”; de adulto la terminan ustedes: parecerme a Djokovich, a la abuelita o a Paco Gento.
De mayor siempre quise ser la abuelita, por eso me la comí con redecilla y todo. Sé que nuestro Llorente no habría sido deportista sin ejemplo de su tío Gento. Que el mítico Mendez nada habría compuesto sin su referencia mediterránea, y que cualquiera que esté escuchando le debe mucho a alguien en especial y mucho a muchas personas de las que tomo ejemplo. Ahora bien, ser ejemplar es una condición inhumana. Exhaustivamente uno tiende a ser ejemplar el día antes de reyes, cumpleaños, previo acuerdo de algo. En concreto la ejemplaridad no tiene nada que ver con el buen comportamiento. La primera es una carrera de fondo, el segundo tiene unas 48 horas de caducidad. Visto así, no es de extrañar que tengan muchos ejemplos de decepción asociada al buen comportamiento efímero.
Sobre la influencia creemos saberlo todo en estos tiempos de seguidores y estadísticas. Corazoncitos. Estamos emojizados. Pero no sé hasta qué punto la mueca es referente. Aquí arriesgó el hocico: entre lo ejemplar y la buena reputación. De esto mucho sabían Séneca, Marco Aurelio y también por qué no Maquiavelo. Pero también tus padres, los abuelos y el mengano que pasa de todo esto. Hay muchos de estos por el bosque. De los que ganan en apariencia, venden por influencia, pero lo que es en la vida de alguien ni influyen ni emparentan. Último tralarito.
Repercutir más allá de lo que imaginas. Osadía para el que lo planea. Triunfo para el que lo consigue sin premeditación. El ejemplo mueve más que cualquier doctrina, pero el autoritario necesita ser explícito y ahí es donde se pierden las referencias a seguir. Donde la imposición se ve a sí misma como ejemplo, el irreverente acaba siendo ejemplarizante. Haz haz haz, de hacer. Haz haz haz de luz y brilla como lo hace la mirada de alguien a la que no hace falta más que recordar para siempre. Ser ejemplo se puede ser con solo mirarse al alma.