La música y la tristeza: rasgos necesarios para la melancolía
Marina Hervás hace un repaso por la relación entre la música y la tristeza y explica algunos elementos que nos hacen asociar una determinada melodía con sentimientos de melancolía o misterio.
Todos usamos la música para apoyar o potenciar nuestras emociones. Durante mucho tiempo se ha debatido si, en la medida en que las llamadas "emociones negativas" son, en principio, emociones psicológicamente poco placenteras -aunque hay gente para todo-, en realidad lo que hace el arte es permitirnos experimentarlas de manera placentera o, al menos tolerarlas.
¿Por qué escuchamos música triste cuando estamos tristes?
Se han hecho muchos estudios que muestran que escuchar música que entendemos como triste hace que se nos activen hormonas como la prolactina o la oxitocina. Es decir, paradójicamente, las canciones tristes nos pueden dar paz y calma.
Digamos que si estamos tristes nos reconforta escuchar este tipo de música porque sentimos cierta comprensión o comunidad triste con nuestra emoción, una especie de consuelo por compartirla. Si no estamos especialmente tristones, nos gusta escuchar estas canciones porque sabemos que la suya es una pena ficcional y nos genera alivio saber que no tiene implicaciones en la vida real.
Pero, ¿qué hace que entendamos que una música sea triste o alegre? Os pregunto. ¿Qué creéis que nos hace interpretar una canción de esa manera? Normalmente las asociaciones con lo triste se hacen con la letra, aunque en muchas ocasiones es difícil afirmar que una canción sea triste exclusivamente por la letra.
Un ejemplo de ello es 'Tú me dejaste de querer' de C. Tangana que, según ha bautizado él mismo, es una "rumbachata" donde también hay reggaetón. Es una música que no es demasiado empática con lo que se nos cuenta.
¿Qué aspectos musicales hacen entender una música como triste?
Y es que hay más aspectos musicales que nos hacen entender una música como triste.En la música occidental hay dos modos principales: el modo mayor y el modo menor. Los modos mayores (Do mayor, Re Mayor, Mi Mayor, etc.) los solemos asociar con lo alegre. Los menores (do menor, re menor, etc.) se relacionan más con lo triste.
El asunto es que se cambian las relaciones entre las notas y el modo menor parece que es menos brillante, más oscuro. Por si no se ha entendido bien, os pongo de ejemplo una canción muy conocida y que todo el mundo va a identificar rápidamente, pero que fue arreglada por Oleg Berg para que esté en modo menor.
El modo menor también nos puede dar un punch dramático que se pierde en el mayor. Es el caso de 'Final Countdown' de Europe, pero no siempre lo mayor lleva a que lo identifiquemos con lo alegre. No es una relación que se cumpla en todos los casos.
Las melodías largas y lentas dan sensación de nostalgia
Por poner un ejemplo en el que no es así, escuchad el Preludio Op. 28 n. 7 de Chopin en La Mayor. Una de las explicaciones es que las melodías largas y lentas, en general, nos llevan a cierta sensación de tristeza, de nostalgia.
Pero, ¿por qué es así? ¿Por qué nos pasa eso? No es casual, desde luego. En música se llevan escribiendo imitaciones de lamentos y llantos desde antiguo, así que más o menos sabemos cómo llevar luego estas expresiones a música que no necesariamente remite a un dramón, como este Preludio de Chopin que hemos escuchado.
Uno de los primeros lamentos es el de la Ninfa de Monteverdi. Fijaos en el bajo: son siempre las mismas notas que apoyan la melodía principal (es lo que se llama un basso ostinato, un "bajo obstinado"). Esto nos genera cierta angustia por la invariabilidad.
Se crea también el llamado "bajo de lamento", que implica un descenso melódico: ahí, para hundirnos totalmente ya. Escuchemos, por ejemplo, el área de lamento de Dido de Dido y Eneas de Henry Purcell, compuesta a finales del siglo XVIII.
Lucy in the sky with diamonds: misterio también en el pop
Pero esto es solo cosa de antiguos compositores, sino que también está en mucha música pop. Por supuesto, también en ¡Los Beatles! Éste es el bajo de 'Lucy in the sky with diamonds', que da un rollo oscuro, de misterio. Así que tenemos música que imita al lamento y nos invita a "hundirnos" con ese bajo. Estas imitaciones, en general, nos permiten hacer asociaciones con las experiencias que todos tenemos cuando estamos tristes.
Pero claro, no hemos hablado de lo que hacemos fundamentalmente cuando estamos tristes: llorar. La música no solo nos hace llorar, sino que también se han escrito importantes llantos musicales.
San Pedro llora musicalmente en La Pasión de Bach
Uno precioso y clave aparece en La Pasión según San Mateo de Bach (escrita en torno a 1727 o 29), cuando oímos cómo musicalmente San Pedro "llora amargamente" cuando se da cuenta de que la profecía de Jesús de que le negaría tres veces antes de que cantase el gallo se ha cumplido.
E, inmediatamente, comienza uno de los momentos más conocidos de la Pasión, que es la plegaria de perdón. Dice el texto:
“Ten piedad de mí, Dios mío,
advierte mi llanto.
Mira mi corazón
y mis ojos que lloran
amargamente ante Ti.
¡Ten piedad de mí!”
Es interesante que lo cante una voz femenina o un contratenor (como es el caso); mientras que Pedro, antes, es un hombre, aquí es la propia emoción, el arrepentimiento, el que habla por él. El violín viene a complementar a la voz, creando un continuo sonoro como el de las propias lágrimas.
Balbucear y mascullar al cantar la tristeza
Hay más elementos que hacen que una música nos parezca tristona ¿Qué nos suenan más tristes los sonidos más graves o los más agudos? La duda se responde escuchando dos versiones de la canción 'Hallelujah'. La versión de Leonard Cohen nos da otras cosas que refuerzan la "tristeza": por ejemplo, que se cante con poca claridad.
Parece que es como cuando lloramos o nos lamentamos: que no hablamos bien. Esa técnica (que en inglés tiene su nombre y todo, el "mumbling") nos recuerda al balbuceo, al mascullar (que es lo que significa "mumbling"). La tristeza no solo hay que sentirla, sino actuarla cantando.
La reina de esto, ya lo sabemos, es Chavela Vargas. Si os dais cuenta, desde esas músicas de lamento, tenemos una característica importante: un acompañamiento sencillo con una melodía que se despliega sobre ella.
Ya lo hemos escuchado también en 'La llorona' de Chavela, rápidamente, porque quería que os fijaseis en otra cosa. Pero es el 'truqui' del fado, por ejemplo, en este de Dulce Pontes.