Si nos detenemos a mirar a nuestro alrededor, y aunque posiblemente no nos demos cuenta a primera vista, la gran mayoría de los objetos que nos rodean han pasado por las manos de un tapicero. Sofás, butacas, cabeceros, sillas, asientos de coches y hasta de avión son algunos ejemplos. Los artesanos y artesanas tapiceros hacen nuestra vida mucho más confortable y, ahora que nos hemos dado cuenta de que nuestro planeta no nos permite comprar y tirar sin control, su trabajo se hace todavía más fundamental.
Ellos son los encargados de alargar la vida útil de todo lo que nos rodea abriéndolos en canal y mejorándolos, actualizándolos o reacondicionándolos, y han querido acercarse hasta la radio para contarnos mejor en qué consiste su labor. Hablamos con Raúl Cuesta y Raquel Martín, y Mario García, profesionales de procedencias distintas que conocen bien el gremio.
Esta pareja de tapiceros, que además de profesión comparten la vida, regentan una tapicería en el madrileño barrio de 'San Blas'. Sin embargo, ambos comenzaron a dedicarse a la labor de la tapicería en momentos distintos, primero él y luego ella. Según Martín, su marido "me engañó con los tapices", aunque, según confiesa Cuesta, su vocación tampoco proviene del ámbito familiar: "cuándo empiezas te das cuenta de la forma que tienen de trabajar, y a mí me gustó".
Sobre el aprendizaje del oficio, Raúl Cuesta asegura que comienza "trabajando y rodeándote de la paciencia que tienen las personas que te contratan y que emplean tiempo en enseñarte". Después, el tiempo le hizo tener su propia tapicería en la que, junto a su mujer, emplea todos sus conocimientos al servicio de aquel que los precise.
Por su parte, Mario García es la cuarta generación de tapiceros en Murcia y comparte con su hermano un negocio de tapicería náutica dedicada únicamente al trabajo con barcos. Según nos cuenta, su vocación "tiene origen muchos años atrás hasta hace diez, que decidimos focalizar únicamente en el trabajo náutico". Martín confiesa que en su pueblo, San Pedro del Tinatar, a él y a su familia les conocen como "los talabarteros", una tradición familiar que continúa hasta la fecha.