'Operación Bamby': El cromosoma 'Y' delató al asesino de Conchi
En 'Territorio Negro', Manu Marlasca y Luis Rendueles nos cuenta la historia de Conchi, una mujer que fue asesinada durante los primeros días de pandemia y cuyo crimen está aún por resolver.
Fue uno de los primeros asesinatos cometidos durante el confinamiento por el coronavirus. Imaginen la escena, una mujer que vive sola aparece muerta, apuñalada en su casa, en la ciudad de León. Ocurrió en pleno marzo de 2020, con todo el país encerrado por la epidemia. En el 'Territorio Negro' de hoy, Manu Marlasca y Luis Rendueles nos explican cómo fue la investigación de la policía y cómo han logrado resolver ese crimen, casi dos años después.
Es el 24 de marzo de 2020 y España vive encerrada por el coronavirus. Los hijos de Conchi no consiguen hablar con ella, sus amigas tampoco, no responde a mensajes y su hijo decide ir al día siguiente a su casa a pesar de las prohibiciones del covid. Todo parece normal, la puerta no está forzada, pero en el dormitorio se encuentra el cadáver de su madre, que tiene 52 puñaladas, sobre todo en el cuello y en la cara. Sobre la cama hay un neceser con unos 2.500 euros y en el suelo hay algunos billetes más de 50 euros.
La investigación en el entorno de Conchi
En el momento, los investigadores descartaron que el móvil fuera el robo, aunque los datos eran tan confusos que precisaron de los policías de la UDEV Central, encargados de los casos más complicados de toda España. Analizaron la escena del crimen, observaron la enorme violencia contra la víctima y empezaron a investigar el entorno de la mujer. La autopsia, por ejemplo, reveló a los policías que el asesino le dio 33 puñaladas cuando ya estaba muerta.
Conchi era una mujer sociable, tenía una pareja desde hacía 12 o 13 años, un hombre de 70 años. Ella tenía un bar llamado Bamby, en el barrio Húmedo de León, muy frecuentado por estudiantes universitarios. Aquí los agentes encuentran algún dato inquietante: a su pareja no le gustaba que Conchi hiciera buenas migas con algunos estudiantes, ella era muy pintona, muy alegre, bailaba con alguno de ellos, y de vez en cuando el hombre la espiaba desde el coche. Finalmente, ese hombre fue descartado.
Se investigó a algunos de esos estudiantes y también a todos los vecinos que vivían en el edificio de Conchi. Ella era la dueña entera del edificio, lo había heredado de sus padres, en la calle Obispo Almarcha de León. Conchi vivía en el segundo piso. Era un edificio viejo, de cinco pisos con dos viviendas por planta, casas antiguas y pequeñas. Ella era la casera de ocho familias humildes, les cobraba pequeñas cantidades y hasta regalaba leche y otros alimentos a los niños pequeños de una familia del primer piso.
La policía va repasando a los inquilinos, en el quinto piso viven dos mujeres mayores, que le pagaban unos 80 euros mensuales de alquiler. En el cuarto piso estaban un ciudadano dominicano y un matrimonio marroquí. En el tercero vive una camarera de su bar, rumana, que tiene un novio camionero y un hijo. El novio no estaba en León el día del crimen. Enfrente de ellos vive un matrimonio español, con dos hijos pequeños y una perrita. El segundo es el piso de Conchi, el lugar del crimen, y, abajo, en el primero, vive una familia gitana y una mujer con su hijo adolescente.
Los datos que aportó el cromosoma Y
Aunque al principio la ciencia no ayudó, la investigación se apoyó en los resultados que aportaron las muestra de cromosoma Y que se hallaron en el lugar del crimen de una mujer. Aunque no logró identificar a ninguna persona, ya que no estaba en las bases de datos de crímenes sin resolver, fue importante porque si se conseguía averiguar a quien le correspondía ese cromosoma Y, es decir, si se cotejaba con alguien y daba positivo, se confirmaría que un varón de esa familia (padre, hermanos, tíos, sobrinos, primos, hijos) estuvo allí. Ese cromosoma Y se encontró en el lugar del crimen, en varios puntos, como la sudadera que llevaba puesta la mujer asesinada, un interruptor de la luz, varias toallas y un grifo del cuarto de baño.
El ADN del vecino del tercero derecha, Ángel, coincidía con el cromosoma Y hallado en el lugar del asesinato de Conchi, en su piso. La policía investigó a todos sus familiares varones, que estaban ese día en la provincia de Valencia, donde viven. Todas las pruebas dieron negativas, por lo que solo quedaba Ángel, que primero negó ser el asesino, aunque finalmente lo confesó ante el juez.
El asesino de la navaja que nunca apareció
Él cuenta que estaba en el portal con otro vecino y con Conchi, quien le acusó de no pagar el alquiler y le amenazó que iba a echarlo porque tenía otros inquilinos, y que tenía cinco o seis días para irse. Después ambos subieron a la casa de ella, en el segundo piso, donde la tacó con una navaja para pelar fruta que nunca apareció. Dice que no era él cuando lo hizo, que se vio luego lleno de sangre y fue a lavarse al baño.
Los investigadores aún tratan de saber todo lo que ocurrió. Si la idea era robar a Conchi, que llevaba a veces mucho dinero encima, en su bolso, de la recaudación del bar, y algo salió mal. Los agentes están siguiendo la pista de los teléfonos y los movimientos de otras personas para ver si alguien organizó todo con Ángel o al menos le dio la idea de asaltar a su casera.