Puede que nos hayamos resignado a que, salvo Asturias, País Vasco y Canarias, que de momento se libran de tener áreas confinadas, el resto de España va de cabeza a más restricciones. Puede incluso que hayamos asumido que este virus tiene ganas de quedarse.
Pero lo que ya cuesta más digerir es que los científicos tengan que repetir que es urgente tomar medidas ya, que los médicos se vean obligados a clamar por más medios, que aún haya ciudadanos que creyéndose inmortales ponen en riesgo nuestra salud y nuestra economía, soportar a Torra y sus cordones sanitarios a Madrid, la ciudad peligrosa a la que viajó sin ser necesario la pasada semana para hacerse una foto como mártir judicial o padecer a Pablo Iglesias dinamitando los acuerdos de su propio gobierno mientras pasa por el filtro de la guerra de clases lo que no son más que sus ganas de algarada callejera.