Monólogo de Alsina: "Patxi López hace suyo el discurso de Sánchez quitándole el aroma asambleario de Podemos"
Va a tener a la prensa y los partidos pendientes de él desde las diez de la mañana. Luis Bárcenas. A ver qué dice Bárcenas. A ver dice —que parece que no— algo nuevo.
El tesorero. El hombre cuyo nombre, termine como termine este juicio, su usa ya como sinónimo de la corrupción y la evasión fiscal en España. Hasta ahora sólo ha sido condenado por una cosa, vulnerar el honor de Cospedal al decir que le había entregado sobres con dinero negro. Cospedal, su bestia negra. Ocho años después de que empezara judicialmente la Gürtel, él está procesado (y ante un tribunal), ella es ministra de Defensa y generala del Partido Popular. Hoy Rajoy hace bromas sobre los sms que una vez le pusieron contra las cuerdas —“me manejé mal, pero voy mejorando”, le dijo a Iglesias— y Bárcenas se va haciendo a la idea de que en su futuro inmediato pintan bastos.
No se espera que el procesado, que ha llevado una estrategia pendular en la que unos días amagaba con tirar de una manta para cubrirse él mismo con ella a la mañana siguiente, tire piedras contra ningún dirigente del PP. Lo que se espera es que es esfuerce en dejar a su antiguo socio, Correa, por mentiroso.
¿Caja B en el PP? No se de qué me habla.
¿Financiacion irregular? Lo siento, no sé a qué se refiere.
¿Dinero en efectivo para eludir la fiscalización? Pero hombre, por dios, ¡por quién me toma!
El procesado Correa, en aquel ejercicio de confesión (tal como lo presentó él) que realizó ante mismo tribunal en octubre, sostuvo que Bárcenas se ocupaba de conseguir contratos públicos para las empresas que, a cambio, abonaban comisiones bajo cuerda. Bárcenas le decía que una parte se la repartían ellos dos y la otra iba a la caja del partido. Pero a lo mejor se lo quedaba él todo para mandarlo a Suiza, señoría. Hoy veremos lo que dice Bárcenas. ¿Robarle yo dinero a mi partido?, qué insidia más odiosa, soy una víctima.
En qué quedaron los apuntes aquellos que tanto revuelo levantaron: los papeles de Bárcenas, ¿se acuerdan?, que primero dijo que no eran suyos —-pero a quién se le ocurre, señoría, hágame la caligráfica si usted quiere— y luego que por supuesto que sí lo eran —después de ingresar en prisión preventiva, este Mariano al que tenía por amigo me ha dejado tirado, a mí y a Rosalía—.
A partir de las diez sabremos hoy qué Bárcenas toca.
Se llama Patxi López. Y cree que el partido del que ha sido dirigente durante décadas abandonó en algún momento el socialismo, lástima que no concrete cuándo. "Volvamos al socialismo" es el eslógan que ha escogido para competir por la secretaría general del PSOE sólo unos meses después de haber proclamado que su tiempo ya pasó y que no competería.
Volver al socialismo, ¿desde dónde?
Excusas para hacer políticas de derechas. No a las terceras vías. ¿Cuándo se hizo el PSOE mediopensionista? ¿Con Zapatero? ¿Con Rubalcaba —ay Rubalcaba, la mano de Rubalcaba en esta cuna que ha empezado a mecerse—? ¿Es Sánchez el prototipo de dirigente de socialismo puro? ¿Le está pegando una colleja el aspirante López al presidente interino del PSOE, Javier Fernández?
Ser leal al partido es decirle a la gente que somos más, que somos mucho más que una maquinaria dedicada en exclusiva a arrojar a cualquier precio a la derecha del poder.
Un minuto después de que Patxi anunciara su deseo de ser secretario general ya le estaban recordando en twitter que él sólo pudo ser lendakari porque el PP de Basagoiti le aupó a la presidencia. Y un minuto después de que dijera que hay que volver al socialismo ya le estaban preguntando si votará, a partir de ahora, en contra de los acuerdos que su partido alcance con el gobierno de derechas.
López hace el discurso de Sánchez quitándole el aroma asambleario de simpatía por Podemos —sólo Sánchez sostiene que para gobernar de nuevo el PSOE habrá de aliarse con Podemos—. Pero Pedro el desaparecido hace saber que este Patxi no es el suyo. Que él no apuesta por este caballo en la carrera. Que su intención de correr él por sí mismo no la ha negado en ningún momento. Y los portavoces oficiosos del pedrismo —de lo que va quedando del pedrismo— añaden que este López que fue general pedrista hasta el final de la escapada ha reorientado su vida para jugar el papel de contrapeso a Susana y dejar a Pedro sin vela en el Congreso.
Patxi ya está en carrera. Susana también, aunque no lo confirmará de viva voz mientras entienda que hacerlo le complica su gestión como regenta andaluza. Patxi, Susana y de postre, Pedro. Perder con dignidad, dicen los suyos, es mejor que rajarse sin haber empezado la carrera. Pudiera ser. Pero llegados a este punto, y por más que vayamos a escuchar encendidos discursos sobre las esencias del socialismo, en lo que están los cuadros medios del PSOE no es en la hoja de ruta sino en la hoja de cálculo. Qué será de cada uno de ellos, y su carrera política, dependiendo de que mande en Ferraz Susana o mande Patxi. Y es ahí donde los de López —pedristas reconvertidos— confían en que Sánchez se rinda y pacte.
Mientras Susana sigue con su discurso contra "los recortes del PP que tanto sufrimiento han generado" —ésta es posiblemente su frase más repetida— los usuarios de la sanidad andaluza se le rebelan.
No tanto por el número como por la perseverancia. Y porque va extendiéndose la protesta. Si el epicentro fue Granada, con la demanda de que se mantenga la totalidad de los servicios en los dos hospitales, vino luego Málaga —a pedir un tercer hospital— y se sumaron Huelva y ahora, también, Sevilla.
Iñigo Errejón, metido en su propia campaña, jugando a equiparar a Díaz con Espereanza Aguirre, vade retro para el electorado de izquierdas.
Y en el PP —-cumbre esta mañana en Génova— ya ha dicho Rajoy lo que va a pasar en el congreso. Él no es partidario de primarias (o sea, que no habrá); él cree que Cospedal ha hecho un buen trabajo (o sea, que ya veremos); y él no le encuentra sentido a la limitación de mandatos (o sea, que si de él depende seguirá siendo candidato de su partido todas las veces que quiera).
Es verdad que firmó con Rivera un papelito que dice que quien haya gobernado ocho años ya no repite, pero qué más da lo que ponga un papel si está cada vez más mojado. El Congreso del PP proclamará a Rajoy re-presidente del partido (y presidente a perpetuidad si hace falta) y eso automáticamente le convierte en candidato a las elecciones del año veinte —o antes si él mismo decidiera que fueran antes—.