De Felipe pasamos a Aznar. Y de Zapatero pasamos a Rajoy.
El proceso degenerativo, en efecto, convierte a González en una figura patriarcal y hasta en un abuelo entrañable. Fijaos que se parece bastante a Miliki, pero no descuidéis ni su prestigio ni su influencia, menos aún cuando fue quien inclinó el pulgar hacia abajo para sentenciar a Pedro Sánchez.
Era la prueba de la decepción que le supuso Sánchez y la razón de intervenir en un partido, el socialista, amenazado en su propia supervivencia. Y no es que González ni Isidoro fundaran el SOE, pero desde luego el uno y el otro lo revitalizaron en los raíles de la democracia y lo condujeron a la máxima dimensión del poder.
Que fue una manera de transformar España -ya dijo Guerra que no iba a conocerla ni la madre que la parió- y también un modo de pervertirla, con la corrupción, la opulencia, el amiguismo, los Gal.
El balance le sale positivo a Felipe González. Y me temo que los hooligans que fueron a zarandearlo e intimidarlo se arrepentirían del escrache si supieran lo que le deben al señor del pelo blanco en el nombre de la rosa.