'Re-Chacón en las Vegas'
A ustedes y a la heredera del heredero: Leonor, criatura, qué mayor te nos has hecho. Se te ve tan alta ya, y tan contenta, en esas fotos que ha colgado el Rey en su nueva página web, casareal.es (que ha renovado su apariencia y que ha estado petada toda la mañana), y cuesta creer que hace nada estuvieras naciendo en la Rúber, con tu padre contando aquello de que sólo después de que te llevaran las enfermeras para limpiarte había caído en la cuenta de que aún no sabía si eras niña o niño.
Ya vas para siete añazos, Leonor (naciste cuando éramos ricos, o actuábamos como si lo fuéramos) y te has ganado aparecer con el abuelo y papá en la portada de esta nueva web, en la que la biografía de tu tío Iñaki ha sido jibarizada. Tu padre y tu abuelo son las únicas personas que te anteceden en el acceso al trono, siempre que no llegue un hermanito, Leonor, porque siete años después aún hemos arreglado lo tuyo. No se cambió la Constitución, reparación necesaria para darte garantías de que, aunque llegue ese hermanito, nunca podrá tomarte la delantera. Cuando no es por una cosa es por otra, ya lo irás viendo, pero lo de la sucesión no se toca. Dicen: es que cambiar la Constitución no es tan fácil. ¡Pero si ya la cambiamos para lo del déficit! Ya, pero este cambio nuevo requería, a diferencia de aquél, de un referéndum. ¡Un referéndum! Imagínate la alegría que le daríamos a Tomás Gómez, que está loco porque se convoque un referéndum, aunque en la dirección de su partido nadie lo tenga en cuenta. Los rubalcabistas le ven como una secuela poco inspirada de Carme Chacón, un aspirante a ocupar el hueco que ésta, aparentemente, ha dejado. Por eso algún compañero suyo de partido (compañero y sin embargo enemigo) le llama Tomás Re-Chacón, la repetición de la jugada. O también, Re-Chacón en las Vegas, por esta campaña incómita que viene realizando contra Sheldon Adelson, el rey de los casinos que abrirá un virreinato en Madrid. Que el modelo de ocio y de turismo que representa Eurovegas es controvertido no lo niega nadie: el juego, aunque sea legal, no tiene buena prensa, hay gente que lo ve como una fábrica de ludópatas y hay quien lo considera inseparable de la prostitución. No tiene por qué ser así, pero tampoco cabe extrañarse de que esa identificación se establezca porque, en buena medida, eso mismo le pasa a Ibiza o a Marbella a ojos de muchos extranjeros que creen que su atractivo reside en el “juerga, juerga, a beber, a pillar y a tirarse desde un balcón”. No es un negocio con prestigio el de los casinos, por incluso los promotores de Eurovegas están subrayando que el grueso de los ingresos que calculan vienen de los alojamientos hoteleros, no del blackjack. Que el tal Sheldon Adelson tampoco ganaría un certamen de popularidad es, también, sobradamente conocido: este señor adora que los gobernantes le pongan la alfombra roja tanto como detesta que los sindicatos se la levanten. Y da dinero al Partido Republicano para que Romney le gane las elecciones a Obama, es cierto. Pero eso también lo está haciendo Clint Eastwood, y no consta que Gómez haya acusado a Clint de financiar a la ultra derecha. Hay una línea no demasiado delgada que separa la crítica razonada (y fundada) del ridículo. Si a uno se le va la mano con la caricatura corre el riesgo de parecer Jeremías, el profeta de las lamentaciones. El vicio y la depravación se apoderarán de los madrileños honrados y el viejo Adelson conseguirá que la extrema derecha arrample con todo. Para qué seguir angustiándonos por la recesión cuando el día que se inaugure Eurovegas se acabará el mundo. La tierra se abrirá y el fuego del infierno acabará con Sodoma y Gomorra. Ni el mundo se acaba ni la recuperación empieza. Por cuantiosa que sea esta inversión (y aún está por ver quién presta el dinero para hacer la obra, porque Adelson aporta un tercio pero el resto se lo tienen que poner los bancos, vamos a ver si lo ven o no lo ven), no basta, obviamente, para sacar al país del bache, muy gordo, en el que se encuentra. Eurovegas, como el Barcelona World que se anuncia en Cataluña, son inversiones bien recibidas por las autoridades y supeditadas, por supuesto, al desarrollo de infraestructuras, ventajas fiscales y mano de obra barata. Su impacto en la actividad económica no pasa de ser, a día de hoy, una estimación, un cálculo, que puede confirmarse o puede quedar desmentida por los hechos. Y que, en todo caso, no equivale a poner en pie un sector económico completo que pueda tomar el relevo de lo que, años atrás, fue la construcción. Ésta es una de las incógnitas respecto del futuro, a medio plazo, de nuestro país: qué sector de actividad, aparte del turismo, está en condiciones de crear tantos cientos de miles de puestos de trabajo como reventaron cuando explotó la burbuja. De aquello del cambio de modelo productivo dejó de hablar el gobierno antes incluso de que Zapatero le pasara el testigo a Rajoy. Lo de la economía sostenible acabó siendo poco más que un recurso humorístico. Al presidente actual se le reprocha (no sólo desde la prensa económica, o desde los despachos de altos ejecutivos de empresa, sino también desde su propio partido) que esté tan encelado con el cumplimiento del déficit que no alcance a mirar más allá, a una suerte de programa de actuación a más de un año vista. En el análisis que viene haciendo Rajoy, lo primero, lo prioritario, lo imprescindible, es recortar el déficit para cumplir con lo comprometido. Y sólo entonces podrá hablarse de por dónde seguir. El riesgo, dicen algunos analistas, es que el presidente esté confundiendo la condición necesaria con la condición suficiente, que crea que recortar el déficit público es la llave que, por sí misma, abre la puerta de la recuperación y la creación de empleo. Vamos a ver qué dice esta noche Rajoy en su primera entrevista en televisión desde que es presidente ---se dice pronto: ocho meses y medio después de llegar al cargo---. Los periodistas que participan en esta entrevista coral (entre ellos Ignacio Camacho y Anabel Díez, contertulios de este programa) van a poder decirle a Rajoy: “Señor presidente, tenemos no una, sino un montón de preguntas para usted”. Y de la eficacia comunicativa, o la capacidad de persuasión, de Rajoy dependerá que esta entrevista sirva para rebajar el escepticismo y la desconfianza (el desencanto) que vienen reflejando las encuestas (con una parte nutrida del propio electorado del PP defraudado porque esperaba otra cosa) o sirva para todo lo contrario. A los periodistas siempre nos apetece que de una entrevista como ésta salgan noticias, pero miren lo que pasó anoche en Francia: acudió el presidente Hollande a una entrevista en televisión, “traía un par de novedades que comentar”, dijo, y les soltó a los franceses un recorte del presupuesto de 30.000 millones de euros. Como él mismo dijo, y como gustan de decir los gobiernos para dar relevancia a sus recortes, el mayor ajuste de la quinta república francesa. ¿Se acuerdan cuando algunos pintaban a Francois Hollande como enemigo de las políticas de ajuste, el hombre que iba a enterrar la obsesión por el déficit que Merkel había sembrado en Europa? Hollande nunca estuvo en contra del déficit cero --o del 3% máximo de déficit para 2013--, por más que su club de fans se empeñara en orillar este dato relevante. Sus diferencias con Merkel tienen que ver con la velocidad de los ajustes y las políticas de estimulo al crecimiento que él reclama. Pero anoche lo que anunció fue un recorte del gasto público y una subida de impuestos para cumplir con el tope de déficit comprometido. Ahí estuvieron los anuncios concretos, con números. Hablar, habló también de estimular la actividad y regresar, dentro de dos años, al crecimiento. Pero en esta segunda parte todo fue inconcreto, etéreo, sin números. Lo que anunció Hollande en televisión fueron disgustos. Tal como el viernes lo que anunció Passos Coelho en Portugal fue que los empleados verán sus nóminas reducidas, también disgustos. Con estos dos antecedentes recientes, casi es mejor que Rajoy, esta noche, se repita a sí mismo.