Rajoy ha hecho buenas migas con François Hollande
Les voy a decir una cosa.
- Hombre, François, otra vez nos vemos- le habrá dicho Rajoy al francés Hollande este mediodía. Porque la semana pasada ya se vieron.
- ¿Cómo estás, Mariano? -le habrá dicho el francés-, París es mucho más bonito que Malta, a que sí?
- Cierto, pero espérate a conocer las Rías Bajas, un día te llevo y así consolidamos este idilio nuestro.
Aunque en las últimas elecciones Rajoy iba con Sarkozy, ha hecho buenas migas con Francois Hollande porque le ve como el amigo fortachón que conviene tener en el recreo cuando uno aspira a ganar peleas. Es verdad que Hollande es chaparrito y que huye de bocinazos y liderazgos carismáticos, pero también que es Francia, la segunda economía de la Unión Europea y la única que le puede hablar de tú a tú -o de casi tú a tú- a la fuerte Alemania, que además de fuerte tiene una pandilla de amigos fieles muy consolidada, finlandeses, holandeses, austriacos.
Francia sigue siendo Francia, aunque al señor Hollande le haya perjudicado no tanto su actuación de estos meses como el mito que en torno a su figura construyeron algunos medios de comunicación partidarios, el del superhéroe antialemán que mandaría a la señora Merkel a hacer puñetas. Nunca estuvo en su ánimo, ni en su programa, enfrentarse a Alemania y mucho menos repudiar la doctrina de la austeridad, por más que reclamara eso que se llamó “políticas de crecimiento”, en aquellos días en que el debate europeo giraba en torno al pacto fiscal, no el de Artur Mas sino el del Consejo Europeo de diciembre.
Rajoy, que en este tiempo no ha dejado de hacer méritos ante Merkel, se fue dando cuenta de que todo lo que podía esperar de la señora eran palabras de aliento y muchas exigencias, pero poco entusiasmo en los eurobonos o la intervención, en el mercado de la deuda, del Banco Central Europeo. Y por eso empezó a jugar en esta otra banda, la de los gobiernos que, sin encararse con Alemania, intentan ganar peso para que prosperen sus aspiraciones haciendo piña.
Primero escribieron una carta a Van Rompuy, pidiendo que se hablara de empleo y crecimiento, después han ido haciendo reuniones y declaraciones a varias voces (la última, en Malta, con Passos Coelho y Monti), y cada vez que tienen oportunidad de verse dos jefes de gobierno en cumbres bilaterales --o lo que sea-- pues aprovechan para recordar que en la Unión Europea la única voz no es la alemana, aunque ésta sea la más grave. Hoy le habrá dicho Rajoy a Hollande:
- ¿Te acuerdas, Francois, cuando en las cumbres hispano francesas se hablaba, sobre todo, de la ETA?
- Eso que hemos ganado -habrá dicho Hollande- , y la cumbre no es hispano francesa, sino franco española.
- También se hablaba del ancho de vía europeo -recordaría Rajoy- y del AVE y de los camiones.
- Qué tiempos aquellos en que podíamos hablar de cómo invertir el dinero- dice Hollande.
- Qué tiempos aquellos en que había dinero -se lamenta Rajoy- , y vaya ojo hemos tenido tú y yo para gobernar justo ahora que todo es un infierno.
No olvida Rajoy que una mujer francesa, ex ministra de su amigo Sarkozy, soltó anoche un informe que le mete presión para que se deje rescatar sin perder más tiempo. Es Cristine Lagarde, gerente del Fondo Monetario Internacional, responsable última tanto del informe que dice que las previsiones del gobierno español no son creíbles, que no cumpliremos con el objetivo de déficit y que en un año se nos han ido casi 300.000 millones fuera de España, como de este otro en el que afirma que la prima de riesgo de España se nos puede ir por encima de los setecientos puntos.
Bien es verdad que esta prima sería consecuencia de un escenario no ya estresado, sino muy estresante, es decir, que lo que el Fondo plantea es que caso de incumplirse los acuerdos europeos, de empeorar aún más la situación económica y de que los países del centro de Europa se desentendieran de los periféricos, entonces el riesgo país se nos iría, con Felix Baumgartner, a la estratosfera.
En un escenario más creíble, lo que sí plantean los técnicos del FMI es que este momento en el que estamos, de prima de riesgo más o menos estable, se debe a que los mercados están dando por hecho que Rajoy pedirá el rescate, y que igual sería bueno irlo pidiendo para no llegar al escenario siguiente, que es cuando los mercados se impacientan y la prima se pone otra vez de punta. Una organización más, la de la señora Lagarde, que se suma al coro de voces que le están cantando a Rajoy “carrascal, carrascal, déjate rescatar, que ya verás como te gusta”. El gobierno español, fiel a sí mismo y manteniendo su apuesta, silba. Como le salga bien, veremos Rajoy levitando. Ahora, como le salga mal, le van a correr a gorrazos.
A Hollande también le preguntaron por esto pero tampoco sobre esto dijo nada. Que es cosa de España, que el gobierno español sabrá. Otra prueba del buen entendimiento entre Rajoy y Hollande, que, por cierto, se han llevado a la cumbre a unos cuantos ministros. Tal vez Hollande, que está atento a los medios, le habrá preguntado a Rajoy:
- ¿Oye, y al de Educación, cómo se llama, no te lo has traído?
- Se llama Wert -habrá dicho Rajoy- y se ha quedado en España, españolizando.
- ¿Españolizando?
- Sí, españolizando a los niños.
- ¿Estáis españolizando a los niños españoles?
- No, bueno sí, a los niños catalanes.
- Pues eso digo, a los niños españoles.
- Ya, pues sí, es que se están desespañolizando y hay que reespañolizarnos.
- Vaya -dice Hollande- qué interesante. ¿Y no os traería más cuenta afrancesarlos? Ser francés es lo mejor, Mariano.
- Eso pensaba Godoy, pero ya sabes cómo terminó aquello, François.
- Pues terminó mal para vosotros, Mariano, por echarnos. Ahora tú podrías ser presidente de nuestra región sur-pirenaica.
- Cierto -dice Rajoy-, y con Artur Mas tendrías que lidiar tú, no creas que no lo he pensado.
Un francés que pasaba por allí dijo: “Yo a los niños españoles los achinaría, y a los franceses también, para que se vayan aclimatando a lo que viene”. ¿Lo que viene? ¿Que es lo que viene? Pues eso, China.
En estas cuitas andaba la opinión pública española en vísperas de la Hispanidad y del España-Francia, a vueltas con lo que Luis Aragonés llamó una vez la españolía, la españolidad, lo propio del carácter genuinamente español. Por ejemplo, perder el tiempo en los mismos debates interminables y estériles de siempre.