Paracetamol financiero
Les voy a decir una cosa.
Antena 3 emitió una serie hace cuatro o cinco años que se llamó “El síndrome de Ulises”, y cuyo protagonista era un joven doctor destinado al centro de salud de Arroyo Pingarrón que, cada vez que tenía delante a un enfermo le decía lo mismo: “Esto va a ser un virus:paracetamol y mucha agua”. Es decir, que como no tiene más cura que esperar a que se le pase, alíviese el dolor con un analgésico y beba mucho para no deshidratarse
En una de las escenas, Nancho Novo, que acaba de comprobar que el médico novato siempre receta paracetamol y agua le pase al paciente lo que le pase, le comenta a un compañero: “o tiene instrucciones para recortar el gasto al mínimo, o es que no tiene ni pajolera idea”. Las autoridades de la zona euro darían para una escribir una comedia entre surrealista y de enredo.
Al italiano Mario Monti, que, como sabemos, es tecnócrata (léase ex comisario europeo), se le ocurrió una idea en la reunión que han mantenido hasta ayer los mandamases del G-20 (esta reunión que, según la versión del gobierno español, ha consistido en que nos han apoyado a muerte y sin reclamarnos, ni exigirnos, ni urgirnos, ni presionarnos nada, un éxito, vaya), Monti propuso esta nueva fórmula que ya comentamos anoche: dado que España (e Italia) necesitan poder colocar su deuda pública a un precio -un interés- inferior al que ahora mismo existe en el mercado, y dado que el Banco Central Europeo ha acreditado su absoluta falta de voluntad para ser él quien se encargue de comprar deuda, que sean los países socios de la zona euro los que, a través de los fondos comunes que ya existen, compren bonos españoles e italianos a espuertas.
Que el fondo de rescate sirva también para comprar deuda. Se filtró la noticia en el G-20; se filtró que la intratable señora Merkel, sorprendida tal vez en un momento de insólito despiste, accedió a estudiar el planteamiento; y se filtró, en fin, que la operación podría servir como maniobra de camuflaje para rescatar países pero sin que se note mucho que lo están haciendo. Es decir, que en lugar de proveer financiación a un país abriéndole una línea de crédito con determinadas contrapartidas -como se hizo con Grecia, con Portugal, con Irlanda- se le provea adquiriendo deuda pública.
Después de todo los bonos son eso, un préstamo que te hace quien te lo compra y que tienes que devolver en el plazo establecido y con los intereses correspondientes. Si no compra el BCE, que compren los socios. Nueva propuesta sobre la mesa -¡albricias, se nos ha ocurrido otra idea!- que algunos diarios británicos han interpretado del siguiente modo: la eurozona asume que para España e Italia financiarse se ha convertido en misión imposible y busca la manera de acelerar un rescate sin que lo parezca. Bien, publicadas esas informaciones, los corresponsales españoles en Bruselas le preguntaron esta mañana al señor Altafaj, que es portavoz de la comisión europea (y español, por cierto).
Y él dijo: primero, que no hay nada; segundo, que ya le extraña que sólo lo publique la prensa británica; y tercero, que la idea en cuestión es absurda porque emplear los fondos de rescate para comprar deuda pública sería paracetamol financiero, alivia el malestar pero no resuelve las causas de los problemas estructurales de las economías española e italiana. Dices: es verdad, no resuelve los problemas estructurales, pero resuelve el problema urgente de financiación que necesita España para seguir funcionando, serviría para lo mismo que sirve cuando la compra el Banco Central, para ganar tiempo y confiar en que la situación general mejore, la economía remonte y los inversores internacionales vuelvan.
Chatarra, paracetamol financiero. Le ha faltado decir al portavoz de la comisión que quien haya parido la propuesta no tiene ni pajolera idea, pero claro, es que la propuesta es del tecnócrata, el ex comisario reputado que fue recibido en su día, con alborozo, por los mercados. Se entiende que si la compra teledirigida de deuda pública le parece a la comisión paracetamol financiero, se lo parece también esto que el gobierno español lleva cinco semanas pidiendo, la intervención del BCE. Y entonces resulta que no es sólo Draghi y no es sólo Alemania -la pérfida Alemania- quien repudia el planteamiento de España, sino también la comisión europea y la mayoría de nuestros socios del euro. Monti lo secunda, es verdad, pero es que Monti tiene un papelón muy parecido al de Rajoy en los mercados.
Y lo secunda Hollande, la esperanza blanca de la izquierda europea, recién llegado. Pero no consta que aplauda la intervención del BCE nadie más. En España nos hemos hinchado a hablar de la soledad de la señora Merkel -es un eslogan recurrente del PSOE, por ejemplo-, pero en esta vertiente de la crisis que ahora nos tiene con la lengua fuera (la financiera) no es Merkel quien está sola, ni tampoco Draghi. El hándicap de la soledad lo estamos padeciendo españoles e italianos, que no hemos conseguido forjar alianzas suficientes en la zona euro para que la reclamación que venimos haciendo sea, de verdad, un clamor de la eurozona que no puedan obviar ni Alemania ni el conde Draco.
Y lanzar en público ideas como ésta de prestar el dinero europeo directamente a los bancos, y no al Estado (muy conveniente, desde luego, para los intereses de España) sin tenerla hablada y atada antes con los demás gobiernos de la zona euro está contribuyendo a alimentar la sensación de que la reforma financiera (la recapitalizacion de los bancos) no sabemos todavía cómo vamos a conseguir hacerla, cuarenta días después de que el consejo de ministros la aprobara y de que Luis de Guindos anunciara los nuevos criterios de provisiones para la banca. Esta indefinición ha castigado a la deuda pública española en los mercados, ha hecho tambalearse otra vez al euro, y por eso tiene todo el sentido que el G-20 le haya dicho a Europa que espabile y termine de aclarar la letra pequeña. Y que se le esté sugiriendo a nuestro gobierno que formalice ya la petición de la ayuda (hasta ahora expresada verbalmente, pero que hay que escribir en un papel con la cantidad de dinero que se solicita) para poder proceder rápidamente.
Rajoy dice que nadie nos ha exigido nada y que está perplejo porque ha leído que Merkel había pedido que pidamos ya formalmente la ayuda para los bancos y clarifiquemos la cantidad y las condiciones. Tal vez Merkel, como dice Rajoy, no pidió eso. O tal vez sí lo pidió pero el gobierno español no se enteró o no quiso enterarse.
Pero quien lo ha pedido expresamente y de viva voz ha sido Barack Obama: “Cuando España clarifique cómo va a recapitalizar los bancos se calmarán los mercados”, ha dicho. Y eso es lo que empezará a pasar mañana cuando los auditores presenten sus números y el gobierno cierre ya la cantidad de dinero que va a solicitar en préstamo a nuestros socios europeos, paso previo a que ellos nos clarifiquen, a su vez, en qué términos conceden el capital, a qué interés, con qué plazo de devolución y con qué capacidad de intervención de las autoridades comunitarias en la gestión de los bancos españoles que necesiten de la ayuda financiera. Una vez que todo eso esté claro, confiemos en que el pronóstico de Obama se cumpla y la calma llegue. No sería la primera vez que el presidente norteamericano presenta como un hecho lo que no pasa de ser un encomiable deseo.