Monólogo de Alsina: "Golpe empantanado en el PSOE"
En la España de 2016, con dos elecciones generales, dos investiduras fallidas y nueve meses de gobierno en funciones, en la España de 2016 ya se empantanan hasta los golpes.
¿Triunfó entonces o fracasó el golpe de mano de los coroneles contra Pedro Sánchez? Pues ni triunfó aún ni fracasó. Es un golpe empantanado, a tono con los tiempos que corren. Ni p’alante ni p’atrás. Con un secretario general que sigue ejerciendo como tal aunque la mitad del partido no lo reconozca, con las puertas de Ferraz cerradas para los integrantes del sector crítico, con movilizaciones callejeras de afiliados pedristas contra los barones, con consejeros aúlicos que aconsejan desplegar en Ferraz cascos azules y con la dirigente a la que todo el mundo señala como inspiradora, o madrina, de la revuelta tratando de ganarle al pedrismo, antes de la batalla del poder, la batalla del discurso.
El primer empeño de los enterradores de Sánchez no es evacuarle de su despacho de Ferraz —no encuentran la herramienta para hacerlo, físicamente—, sino romper el pretendido idilio entre Sánchez y los militantes, la idea de que sólo él está en sintonía con ellos, que es a ellos a quienes están neutralizando, maniatando, callando los barones críticos.
La crudeza de los discursos va en proporción a la dificultad que ambos bandos encuentran para resolver rápido, y con victoria, la guerra civil en la que se han embarcado. Se oyen voces que reclaman mediadores para negociar una tregua y un tratado de paz. "Coser" es el verbo de moda. Ya se sabe que "coser y matar, todo es empezar". Cascos azules en Ferraz, 70.
Gane quien gane esta guerra —y Sánchez lo tiene complicado— ya no dirigirá el Partido Socialista de siempre. Quien gane gobernará lo que quede del PSOE. Al paso que van, mariscal o capitana general de una escombrera. La sangre ha llegado demasiado lejos para que las heridas puedan cerrarse. Coserse, como dicen los susanistas. Las cotas absurdas, delirantes, impropias de un partido serio por más batalla interna que tenga, que alcanzó el espectáculo bufo de ayer a la puerta de Ferraz de la sede nacional es la prueba de la inquina con que se embisten ambas partes y de la improvisación con que también ambas partes actúan. Rebeldes y oficialistas condiciéndose como principiantes.
De aquí a mañana las dos colinas que ambos bandos quieren conquistar son, primero, el reglamento, la interpretación de la norma para poder llevar las riendas del comité federal del sábado; y segundo, esto que antes se llamaba el discurso y ahora se llama el relato. La explicación, a los militantes, de por qué se ha llegado hasta aquí. Y ahí sí que lleva delantera el pedrismo. Su relato está mejor armado y es más fuerte. Dice así, en resumen: a Sánchez lo pusieron ahí los afiliados, 49 % de apoyo, es el clamor de los afiliados el que él ha hecho suyo impidiendo a toda costa que gobierne Rajoy y por eso los poderes fácticos del partido, incapaces de doblarle la mano, quieren matarle. Punto. Militantes del PSOE, ¡acudid en socorro del secretario general asediado!
El relato de los contraSánchez es menos atractivo. Lo han trabajado menos y han dejado que el sector oficial les ganara por la mano en estos meses de investidura va, investidura viene. Se han pasado tantos meses negando que hubiera una pugna interna, entonando en público el prietas las filas, que ahora parece que la única causa de la embestida es la abstención para que Rajoy gobierne. No es ésa la causa última, ni el detonante. La meta no es dar oxígeno a Rajoy, sino impedir que Sánchez se enchufe cuatro años más al respirador artificial. Impedir que aproveche que el gobierno y las elecciones generales siguen en el aire para garantizarse su continuidad en el cargo.
Congreso sí, pero ordinario en cuanto haya gobierno. Éste es el estribillo que ahora habrán de entonar a todas horas los portavoces del susanismo que viene.
Congreso sí, y elección del secretario general por los militantes. Pero no con el gobierno o las elecciones en el aire. Esto es lo que pactó la dirigencia socialista en el comité federal de diciembre y esto es lo que Sánchez, en opinión de los críticos, ha traicionado.
Hagan memoria de lo que comentábamos la noche electoral del 20 de diciembre. O Sánchez consigue ser presidente o lo mandarán a la calle. Presidente o nada, ¿se acuerdan? Sánchez estaría vivo mientras pudiera alimentar la expectativa. Si consigue ser investido, se consagra. Si el presidente es otro, habrá congreso del partido, habrá batalla y —habiendo perdido las elecciones— será imposible que la gane. Presidente o nada. Sólo que no hubo presidente. Ni él ni nadie. Lo que hubo fueron otras elecciones. Y eso blindó a Sánchez.
Por cuestionado que esté un líder, no hay partido que abra el proceso para desbancarle teniendo unas elecciones a la vista. Hubo elecciones y volvió a no haber investidura. Ésta vez de Rajoy. Si hoy, final de septiembre, Sánchez no es presidente de gobierno es por la misma razón por la que no lo es Rajoy: carece de los apoyos parlamentarios suficientes. Iglesias y Rivera nunca votarán lo mismo. Y con los independentistas el PSOE, y el propio Sánchez, han dicho desde el minuto uno que no pactan.
Luego ni hay investidura posible, por más que él quiera mantener girando ese platillo, ni hay más expectativa posible que las terceras elecciones. Aquí es donde el falso equilibrio interno en el PSOE ha saltado por los aires. Sánchez ha entendido que los barones iban a atarle de manos para que la posibilidad de una nueva cita electoral se esfumara. Y ha contraatacado haciendo dos cosas: alimentar de nuevo la idea de que aún puede ser investido, si le dejan negociar, y convocando el plebisicito interno antes de que la expectativa se resuelva. Asegurarse la reelección interna para cuatro años antes de que se vengan abajo loas castillos en el aire. O en palabras de los enterradores de Pedro, que "el chico se ha pasado de listo". Ha intentado jugársela él a ellos antes de que ellos se la jugaran a él y al final se la han jugado mutuamente.
Golpe, contragolpe y empantanamiento del golpe.