Monólogo de Alsina: "No hizo falta leer entre líneas con el aplauso del Rey a PSOE y C's por investir a Rajoy"
Ya huele a navidad. Los supermercados están llenos de turrones. Carmina, la maestra que no sabe en qué día vive, nos anima a comprar lotería. Y el Rey ha pronunciado su discurso de Nochebuena.
Amable el Rey Felipe, como siempre. Acompañado de la familia. Animando al diálogo, la concordia y el entendimiento. Las recetas regias más clásicas.
Ayer nos preguntábamos a esta hora cuánto arriesgaría el jefe del Estado en su discurso. Si hablaría abiertamente del independentismo, de la autodeterminación que reclama un tercio del nuevo Parlamento, de la Constitución que quiere reformar más de la mitad de sus señorías, del papel que le corresponde a España en este mundo cambiante de Bréxits, de terrorismo islamista y del Tramputín populista.
Cuánto arriesgaría el rey. Pues ya es Navidad. El rey arriesgó poco. Somos un gran país, nos distingue la sensatez, el espíritu de superación, la pasión por vivir y el deseo de progresar. Una gran nación. En cualquier discurso de la corona esta afirmación no falta.
Un gran país que, sin embargo, está afectado por mil problemas: la desigualdad económica, la falta de empleo, la corrupción, la quiebra territorial, la irrelevancia internacional. El esquema de siempre en los discursos del jefe del Estado: una de cal, una de arena. Somos una sociedad admirable, pero no alcanzamos a resolver nuestras averías, que discurso tras discurso siguen siendo las mismas. Alguna de ellas, agudizada. No dijo el rey en ningún momento “Cataluña”, pero aplicando el traductor simultáneo a su discurso hay pocas dudas de que esto del obligado respeto a la ley…
…lo proclamó pensando en el señor Homs, al que tenía allí de cuerpo presente, en los Tardás y los Rufianes, que se ausentaron, y en los Junqueras y los Puigdemont, a los que tuvo oportunidad de saludar por la tarde en Barcelona. Incluso a la señora Forcadell, que aún está dolida porque no la invitó a tomar café en la Zarzuela. Una de cal y otra de arena. Porque inmediatamente después de reclamar el cumplimiento de la ley, dice el monarca que hay que dialogar y entenderse con quienes están tratando de separarse de España.
Los mensajes entre líneas. Es que sólo entre líneas puede decir estas cosas el rey, cuentan los portavoces oficiosos. Si habla más claro se arma el taco. Mensajes entre líneas. No vaya a ser que colocándonos en las líneas, y en negrita, se le revuelva una parte del auditorio.
En una cosa no hubo que interpretar lo que dijo el rey: su aplauso al PSOE y Ciudadanos por haber hecho posible la investidura de Rajoy. No porque sea Rajoy sino porque algún presidente tenía que haber para conjurar el riesgo de terceras elecciones, o cuartas, o quintas. El desencanto, que dice el rey, y que según él ha quedado frenado gracias al cambio de criterio de los socialistas. Aquí es donde el PSOE acogió el aval: los intereses generales por encima de la competición electoral. El rey en sintonía con los Javier Fernández, los Rubalcaba, los Felipe, las Susana Díaz. Y en sintonía, claro, con el gobierno que le supervisa los discursos. La falta de gobierno como causa de desencanto social y de inquietud de nuestros aliados.
Tiene todo el sentido que los legisladores de PP, PSOE y Ciudadanos aplaudieran la intervención del jefe del Estado. Y lo tiene también que los parlamentarios de Podemos, a quien les envió el recado de que la transición fue una página admirable, que ir a nuevas elecciones era un dislate, que negar la recuperación económica es un error y que alentar las diferencias territoriales es poco responsable —-entre líneas, todo entre líneas— tuvieran pocos motivos para aplaudir.
No sólo no aplaudieron. Pusieron cara de nosotros no aplaudimos. Y nos quedamos sentados. Como si estuviéramos disgustados.
Protesta, pero pequeñita. Suavona. Podrían haber montado el pollo los podemistas. Ellos saben cómo hacerlo: camisetas, letreros, salidas en procesión del hemiciclo. Pero no hubo nada de eso. Es más, un senador que curiosamente no estaba en los escaños más visibles, sino en la grada, exhibió una bandera republicana y luego dijo Pablo Iglesias que él no lo habría hecho. Por supuesto que no. Pablo siempre ha mostrado esmero en no importunar al rey. Ni a su reina. El postureo podemista de ayer estuvo medido. Acotado. No nos hemos vuelto monárquicos pero tampoco saboteamos los discursos del monarca. La guillotina es un recurso retórico.
¿Tenía garantías la Zarzuela de que Iglesias mantendría a su personal a raya? Probablemente sí. ¿Contaba la Zarzuela con que Esquerra y Bildu se ausentarían en lugar de quedarse a montar bulla? Probablemente, también. Ha habido labor previa de control de daños. Un discurso que sí pero que tampoco. Y unos diputados críticos con cara de acelga pero sin emitir un solo murmullo de desaprobación. Va a ser verdad que Podemos está mucho más incorporado de lo que sus votantes creen al Sistema.
La otra pregunta que nos hacíamos aquí ayer: ¿proclamaría el pope Felipe a su discípula la reina Susana como líder in pectore del PSOE? Pues no. Expresamente desde luego no lo hizo. Y si en algún momento pretendió hacerlo con esta broma, al susanismo militante no parece que le hiciera gracia.
Cada vez que he apoyado a un aspirante éste ha perdido. A ningún otro pretendiente le ha regalado Felipe, es verdad, su presencia en un acto. Pero es que aún no consta que exista ningun otro pretendiente al trono de hierro socialista. De alguna forma abrió la carrera Felipe afirmando, él sabrá por qué, que Susana tiene fuerza, pero que hay otros dirigentes que también.
Para la polémica política, en todo caso, esta afirmación de la presidenta madrileña, Cifuentes, en el Parlamento autonómico y en respuesta a las críticas del Partido Socialista. Son los contribuyentes madrileños los que pagan la sanidad y la educación de los andaluces.
Cuando Artur Mas decía que los catalanes pagan los ordenadores que Ibarra les ponía en clase a los críos ardía Troya.