OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "La kriptonita de la Gürtel se le aparece a Rajoy cuando menos se lo espera"

Sorpresas te da la vida. Y a la fuerza ahorcan. Mes de enero de este año. Mariano Rajoy, presidente del partido que tuvo como tesorero a Bárcenas y en cuya sede se movía como Pedro por su casa Francisco Correa, se declaró sorprendido en este programa al enterarse (o eso dijo) de que el abogado que representa al PP había pedido la anulación de la causa.

Carlos Alsina

Madrid | 19.04.2017 07:59

El juicio es el de la Gürtel, el partido que preside está acusado de beneficiarse de los delitos cometidos por los acusados, la trama que se juzga es una asociación interesada de cargos políticos (del PP) y empresarios que compran favores —presuntamente—, pero ninguna de esas circunstancias era motivo suficiente para que Rajoy siguiera con un mínimo interés el juicio. Él no estaba en eso, estaba en gobernar España.

Pues a la fuerza tendrá que ponerse ahora al día de cómo va esta vista judicial en la que al final, y contra pronóstico, tendrá que personarse él mismo como testigo. O en la propia Audiencia Nacional o en su despacho, eso queda a criterio del tribunal, pero declarar, tendrá que declarar.

Habrá que ver cómo de hábil es el abogado que ha conseguido que se le cite, su tocayo Mariano Benítez de Lugo, en el intento de sacarle a Rajoy algo distinto de lo que hasta hoy tiene dicho sobre los manejos de los gurtelianos y la financiación bajo cuerda de su partido. La tesis mariana, del Mariano presidente, no del abogado, es que fue él quien cortó los contratos con Correa y compañía (la época de esplendor de don Vito, Crespo, y el Bigotes fue con Aznar, no luego) y que con Bárcenas cometió el error de fiarse de un tipo que tenía una fortuna en Suiza. No porque manejara una caja B del partido, que eso Rajoy no lo va admitir nunca, sino porque hacía negocios al margen del PP pero beneficiándose de ser quien era.

Esto es lo que Rajoy tiene dicho hasta hoy. Y por eso es probable que su declaración, más que trascendencia jurídica tenga —ya la está teniendo— la relevancia política de ver a un presidente del gobierno testificar en un juicio de corrupción. O de comprobar cómo siempre acaba siendo la corrupción, y la manera en que actuó la dirección del PP ante episodios como éste, la kriptonita que se le aparece a Rajoy cuando menos se lo espera y que le saca de quicio. Como refleja la reacción que ayer tuvo su partido, rasgándose las vestiduras y diciendo que respeta la decisión del tribunal a la vez que la tacha de abuso.

Estos son los polvos, con perdón, de las financiaciones pasadas se le siguen apareciendo cual fantasmas. Siempre son las preguntas que afectan a la corrupción las que merecen respuestas más lacónicas de este presidente. Prueba palpable de que es el discurso que maneja con menor soltura y con más temor a derrapar en alguna curva.

La sombra de la incriminación del presidente sobrevoló las vísperas del juicio, porque de Bárcenas nunca se sabe por dónde va a salir y porque Correa se decía dispuesto a tirar del pico de alguna manta. El día que empezó su confesión en la sala de justicia la pregunta fue hasta dónde llegaría en el señalamiento de complicidades o vistas gordas. Pero sólo llegó hasta Bárcenas. Por encima de él, pisó el freno y ni siquiera culpó de nada a Álvarez Cascos aun habiendo dicho que Bárcenas le hacía gestiones con el ministerio de Fomento.

Rajoy salió indemne de la declaración de Correa y de la declaración de Bárcenas. Todo será que no salga indemne de la suya.

Sostiene el gobierno que Puigdemont y Junqueras dicen una cosa pero en la cabeza tienen otra. Esto es lo que van contando los ministros en conversaciones particulares: que ambos harán el paripé de convocar un referéndum, que el Constitucional anulará la convocatoria y que entonces lo que habrá será unas elecciones autonómicas que ganará de calle Esquerra Republicana enterrando al partido de Mas y aparcando el proceso independentista por falta de quorum.

Podría ser que acabara pasando eso. Pero también podría ser que en la Moncloa equivocaran el pronóstico, como ya sucedió en noviembre de 2014 con el 9-N.

• Sostiene Junqueras que el referéndum se va a celebrar y lo van a ganar ellos.

• Pero a la vez sostiene que si el Estado impidiera que se celebrara, siempre podrían subirse al balcón a declarar la independencia y se acabó.

Es decir, que Junqueras, que además de independentista es un consumado contorsionista, lo sostiene todo a la vez: que habrá referéndum y que podría no haberlo. Esto sí que es rizar el rizo. Vamos a ver: si tú dices que vas a celebrar un referéndum sabiendo, porque lo sabes, que es ilegal, no hay más opciones, lo celebrarás saltándote la ley y que sea lo que dios quiera. Lo que tiene poco sentido es decir que lo harás bajo cualquier circunstancia pero que a lo mejor el Estado te lo bloquea. Y no pasa de ser el truco argumental de siempre para acusar al gobierno central de bloquear (éste es un verbo feo) y colgarse la medalla del desbloqueo (qué buenos son los hombres que desbloquean).

A saltarse la ley, subirte al balcón y proclamar la independencia aunque no te la reconozca nadie le llama Junqueras “cláusula de desbloqueo”. La creatividad retórica al servicio del camuflaje. La neolengua del ministerio de la posverdad.

Por sorpresa convoca Theresa May a los británicos a las urnas. Elecciones generales el 8 de junio en el Reino Unido si dos tercios del Parlamento hoy se lo aprueban. Cómo no iba a ser una sorpresa si ella misma había dicho cienes y cienes de veces que lo peor que se podía hacer era convocar elecciones ahora, con la cantidad de desafíos que tiene asumidos el país.

Juró y perjuró que las elecciones serían en 2020 y van a ser en junio. A ver si creía usted que España es el único país en el que los gobernantes se desdicen sin despeinarse.

La señora May ha revisado sus opciones, ha visto claro que si hace elecciones ahora puede causarle un destrozo histórico al Partido Laborista y ha decidido que es lo que más le interesa a ella y al Partido Conservador para asegurarse un Parlamento más inclinado (aún) del lado del gobierno en los dos asuntos fundamentales con los que se va a enfrentar de aquí a 2020: el Brexit y el independentismo escocés.

Con la oposición laborista dividida ante la personalidad de su actual dirigente, el señor Corbyn, y sin hoja de ruta clara sobre el desenganche de la Unión Europea.

El tres de mayo disolución.

El 4 hay elecciones locales.