Monólogo de Alsina: De las legislativas de junio depende que Macron haga Historia o acabe como Hollande
Buenos días, Europa. Francia se queda. "Defenderé Europa, la comunidad de estados que conforma el pueblo europeo. Es nuestra civilización lo que está en juego, nuestra manera de ser libres". El nuevo presidente de los franceses se llama Emmanuel Macron. Y es europeísta.
Ésta es, por la parte que nos toca, su principal rasgo.
Es un europeísta que pretende reinventar el centro político y reformar, desde él, el sistema político francés y el sistema político europeo. Reconstruir la confianza de los ciudadanos de la Unión en el proyecto y en sus instituciones. Sanar Europa.
No es pequeña la tarea que este hombre de 39 años se echa a la espalda.
Más aún teniendo en cuenta que el suyo es un partido político recién nacido, que nunca antes había concurrido como cabeza de cartel a elección alguna y que su experiencia como gestor de lo público es escasa.
El nuevo presidente de Francia es consciente —lo subrayó él mismo anoche— de que la mayoría de quienes le votaron este domingo no son devotos entusiastas ni de él ni de muchas de las cosas que predica, de que él ha sido para ellos el mal menor. Entre Le Pen y él, le han preferido a él. 63 % frente al 35% de la señora.
A día de hoy, el partido del presidente no tiene un solo diputado en el Parlamento nacional. Está por ver cuántos diputados obtiene el mes que viene.
Ha habido récord de votos en blanco y nulos: el voto (o el no voto) con el que una parte de la muchachada de extrema izquierda, los de Melenchon, han fingido ir contra Le Pen a sabiendas de que no estaban haciendo, en realidad, nada efectivo para frenarla. La coartada con la que ahora predicará el partido melenchonista, Francia insumisa, que él debe ser el elegido para hacerle oposición al presidente Macron. Éste era el objetivo: presumirse vírgenes de aliento al banquero neoliberal y austericida, como le caricaturizan en todos sus foros.
Macron le ganó a Le Pen. Pero ése es un resumen que caducó anoche, cuando el presidente electo se personó en la plaza del Louvre, la pirámide tras él, el arco del triunfo enfrente, y prometió defender los valores de la República. Su victoria contra el Frente Nacional quedará, para la historia, sólo como el punto de partida, el porqué su 24% de respaldo electoral en la primera vuelta se convirtió en un 63% en la segunda. Pero el resto de la historia —-lo que será la presidencia de Macron— empezó anoche a escribirse.
Y de entrada es la historia de un enorme enigma. Un joven llegado a la presidencia al cabo de nueve meses de incipiente liderazgo político, un fenómeno rápido que encontró en el desafecto a los partidos tradicionales terreno abonado y que presume de aunar lo mejor de la izquierda y lo mejor de la derecha. Justo por eso, no se sabe aún del todo cuánto tiene de producto político de diseño y cuánto de gobernante de convicción y principios sólidos. En junio se elige nuevo parlamento nacional. De cómo quede va a depender mucho que el recién coronado Macrón haga historia en este país o acabe pasando, como Hollande, sin pena ni gloria.
Servir con humildad la divisa nacional: libertad, igualdad, fraternidad.
Cuántas veces habrá ensayado este discurso Emmanuel Macron viendo la que se le venía encima. Que es nada menos que el gobierno de uno de los pilares de Europa, comprometido militarmente en la lucha contra el yihadismo y con sillón permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Es el recién llegado al tablero internacional y también en ese aspecto un desconocido