Tímida y lenta apertura de carácter económico, deshaciendo algunos de los paradigmas de la revolución que se han revelado fracasados, abriendo la mano al comercio entre particulares, a la iniciativa privada, pero manteniendo el puño de hierro en las relaciones políticas y las libertades civiles. En Cuba sólo hay un partido político, el comunista, y su máximo responsable lo es, a la vez, de las Fuerzas Armadas. Este socialismo de ahora es más de inspiración china que soviética.
Y eso es lo que no parece que vaya a suceder, por más que venga Obama. Que se democratice plenamente la revolución. No sólo que haya partidos políticos plurales, que deje de haber presos políticos, que haya medios críticos. Democratizar es acabar con las prohibiciones (todo lo que no está prohibido es obligatorio), es permitir la iniciativa privada, sacar al Estado vigilante de las relaciones sociales, dejar salir y entrar sin ahogar al ciudadano en trámites, combatir la burocracia (60 años después) y superar de una vez la libreta de abastecimiento.
Entre las muchas bromas que hacen los cubanos, dados a la guasa, el choteo y la metáfora, está ésta que dice que aquí, además de José Martí, Guevara y el compañero Fidel, el pensador más citado es Ricky Martin. “Un pasito p’adelante un pasito p’detrás”. Tras cada anuncio de apertura, por limitadas que sean las prohibiciones que se levantan, acaba llegando un retroceso. Barack Obama está aquí desde la noche de ayer y apenas ha tenido contacto, todavía, con los cubanos de a pie.