Monólogo de Alsina: "Vox y las poltronas"
Carlos Alsina reflexiona sobre la entrevista de Alberto Núñez Feijóo en 'El Hormiguero' y sobre Vox y su intención de que Vox quiera amarrar primero los sillones para negociar después qué programa de gobierno se hace.
Madrid | 29.06.2023 09:03
Después de Sánchez, Feijóo. Atuendo informal, pero con chaqueta. Camisa blanca, vaqueros y casi tan sonriente como Sánchez. Casi. Dejando preguntar a Pablo Motos y tratando de usted a Barrancas y a Trancas. No llegó a decir señor Barrancas pero le faltó un pelo. Y tuvo un público tan entregado como el de Sánchez la noche anterior. Qué manera de aplaudirles a los dos. Ni sus grupos parlamentarios en los debates del Senado.
Feijóo se había visto el programa del día anterior. Y eso le permitió no ser él quien respondiera a la pregunta de Pablo '¿qué es el sanchismo?' Fragmento del programa del martes y del de anoche.
Qué es el sanchismo según Sánchez y según Feijóo
Esa persona que tuvo usted anoche en el plató. Qué es el sanchismo según Sánchez y según Feijóo. Naturalmente, el presidente atribuye a sus enemigos, la conjura judeo-mediática, las mentiras, la manipulación y la maldad que Feijoo le atribuye al presidente.
Ya, ya, eso a estas alturas está claro. Ni Sánchez es Feijoo ni Feijóo es Sánchez. Aunque a Feijóo le estén reprochando ahora algunos de sus críticos que cambie de criterio sobre Vox con la misma soltura con la que su adversario cambia de criterio respecto de todas las cosas. De ahí que Motos le apretara con el tema de los pactos y de ahí que Feijóo utilizara el caso de Barcelona o Vitoria como prueba de que no es verdad que él sólo quiera tener como socio a Vox.
El llamamiento a concentrar el voto estuvo presente, claro, en toda la conversación: quien no quiera saber nada de Vox pero quiera un cambio de gobierno, que le vote a él. A ver si consigue tener más escaños que la izquierda junta, es decir, que la única investidura viable sea la suya. Para poder plantear la siguiente etapa en términos de facilitar el único gobierno posible o bloqueo.
Pues menos mal. Imagina que elige a ministros malos. Así, de saque. Intentó Feijóo exhibir talante sosegado y conciliador, en contraposición a lo que él diagnostica como arrogancia y soberbia de Sánchez, y dejó hablar al presentador del programa sin arrollarle con monólogos, lo cual también es una diferencia apreciable con el invitado anterior.
Cuál de los dos estilos es más rentable para un candidato a la búsqueda de votos lo ignoro por completo. Pero que Feijóo estuvo en distinguirse de Sánchez más en el tono y la actitud que en las propuestas de su programa sí fue evidente. En rigor, de la pantanada de entrevistas, y autoentrevistas, que viene haciendo desde el lunes de la semana pasada el presidente lo único que no ha salido es una relación de propuestas del PSOE para los próximos cuatro años.
Está tan ocupado el líder en refutar que él sea un problema que el programa de gobierno lo tiene desatendido. Quizá porque a estas alturas ya ha explicado hasta la saciedad que cualquier cosa que prometa estos días es susceptible de ser dada la vuelta para acabar haciendo justo lo contrario, porque eso no son incumplimientos sino cambios de opinión como los de Suárez o los de Felipe González, alabados sean.
Si uno exhibe como mérito andar cambiando de criterio cada día, es natural que le resulte extraño prometerle ya nada a los electores. Para qué. Si lo que en sus rivales son mentiras intolerables en él son rectificaciones admirables.
Marga Prohens ha amarrado lo suyo y el miércoles de la próxima semana será investida presidenta de las Islas Baleares. Obtuvo veinticinco escaños de un parlamento de cincuenta y nueve. Siete más que el PSOE, que ni siquiera pactando con todos los grupos, pezqueñines incluidos, de la izquierda tenía opciones para sacar adelante una investidura. La única viable era la de Prohens. Pero necesitaba que Vox (o el PSOE, claro) se abstuviera para evitar el bloqueo y la repetición de las elecciones.
Sólo Vox se ofreció es la manera de decir que si hubiera sido el PSOE quien hubiera ofrecido la abstención de algunos de sus diputados no habría necesitado Prohens pactar nada con los de Abascal. Lo que ha pactado, a diferencia de la Comunidad Valenciana, es un apoyo parlamentario al programa de gobierno, sin consejerías para Vox y sin recurrir a la expresión violencia intrafamiliar para no decir violencia contra las mujeres, que es lo que aparece en el pacto firmado en Baleares.
El foco todos estos días ha estado en qué concesiones está dispuesto a hacer el PP y cuánto poder obtiene Abascal
En el comunicado que difundió ayer para explicar su pacto con el PP, aun no entrando en el gobierno autonómico, Vox da una clave que el PP haría bien en tener presente en las otras negociaciones que aún tiene abiertas. Dice Vox: 'Hemos actuado con responsabilidad anteponiendo el cambio político a los sillones’. Porque esta investidura, y las otras que están pendientes, son cosa de dos. El foco todos estos días ha estado en qué concesiones está dispuesto a hacer el PP y cuánto poder obtiene Abascal.
Pero el foco debería ponerse también en Vox,que anda queriendo amarrar primero los sillones para negociar después qué programa de gobierno se hace. Es Vox quien tiene que demostrar a los votantes de derechas en Aragón, en Murcia, en Extremadura si de verdad para él es un principio anteponer el cambio político a los sillones.
Porque en Murcia y en Extremadura, donde la negociación no avanza, están demostrando lo contrario. Que su obsesión es la moqueta, y la poltrona, muy por delante de que investir presidentes (o presidenta) conservadores. Como aquel Pablo Iglesias que primero reclamaba para sí el ministerio del Interior, el CNI y los telediarios y luego ya se ponía a negociar la investidura de Pedro Sánchez. A veces la historia rima en los extremos del tablero político.