MONÓLOGO DE ALSINA

Monólogo de Alsina: "La palabra que mejor describe a Hermida es 'creador'"

A las ocho de la mañana, las siete en Canarias. Les digo una cosa. Casi a esta hora empezaba Hermida hace treinta años el programa de radio que hacía por las mañanas. “Viva la gente”en Antena3 de Radio. Cuando aún no se habían puesto de moda estos programas río que ahora tenemos todas las radios, él se plantaba en el micrófono a las ocho y media de la mañana y ahí se quedaba, hasta las tres de la tarde repartiendo juego entre compañeros y colaboradores.

 

ondacero.es

Madrid | 05.05.2015 08:18

Hoy de Hermida se escuchan, se leen, se ven muchas cosas. Padre de la televisión, se dice, maestro de corresponsales, descubridor de talentos prometedores. Y todo eso fue. Aunque la palabra que mejor describe su trabajo, entiendo yo, es la palabra creador. O mejor aún, autor. Jesús Hermida fue un inventor de formatos y de programas, la televisión matinal, los debates, las tertulias en prime time, doña Adelaida y don Emilio. Hermida fue un autor que, puesto a crear singularidades, se creó a sí mismo. Seguramente todos sus programas podrían haberse titulado como aquel que hizo en la televisión de los noventa: “A mi manera”. Él era su manera. Todo en Hermida era a la manera de Hermida. Y cuando esa manera empezó a no encontrar el hueco, el horario, el público, optó por apartarse discretamente para seguir siendo él, pero sin grandes públicos.

Como Hermida estuvo toda la vida en esto sabía, como sabemos todos, que las reflexiones que hace un veterano sobre el estado de su oficio son muy poco atendidas (los viejos contando batallitas, los viejos siempre tan descontentos con lo que les ha seguido). Son muy poco atendidas hasta que el veterano muere. Porque entonces acudimos los vivos, en nuestro afán por hacerle un buen obituario, a rescatar y a repasar lo que dijo. Lo que dijo Hermida citando a Truman.

Dónde está aquel ideal del periodismo limpio, puro y objetivo. Dónde está, se preguntaba Jesús. El ideal, no ya la práctica. Qué fue de aquel ideal. Si es que alguna vez de verdad lo hubo.

Cinco de mayo.

Esta tarde se vota en Sevilla “sí” o “no” a Susana. Y esta tarde no gana. Porque hoy todavía requiere de la mayoría absoluta que no tiene. El jueves se verá. A Ciudadanos lo tiene ya apalabrado (la abstención) pero Podemos se le resiste. Exigieron que pusiera a caer de un burro a los bancos, que sacara las cuentas de la Junta de todas las entidades que desahucien, y ahí Susana ha estado esquiva. Una cosa es el corta y pega de su discurso de ayer (este trozo es del programa de Ciudadanos, éste de Podemos, éste de IU) y otra que te confundan por la calle con Pablo Iglesias. Demostrando que el papel de investir lo aguanta todo, Díaz ofrece bajar impuestos y subir el gasto; reducir cargos pero aumentar plantilla. Teresa Rodríguez, de Podemos, recurrió al italiano y emuló a Mina: “Parole, parole, parole”, dijo. Todo esto de Susana son palabras y más palabras. Pero encontrará Podemos palabras propias para explicar que, al final, se abstienen para que Susana, ya en en gobierno, les siga hablando.

Mira por dónde quien le va a tomar la palabra a Susana es Rajoy. Sobre la idea ésta de la segunda vuelta para elegir alcaldes y presidentes. El Partido Popular llevará en su programa de generales la reforma de la ley para que en España tengamos segundas vueltas. Es decir, que si ningún partido gana con mayoría absoluta los dos que más votos tengan se midan para que el pueblo escoja directamente. Ejemplo: si Aguirre no saca mayoría absoluta y el segundo es Carmona, segunda vuelta para que los vecinos de Madrid se pronuncien.

¿Por qué le gusta esta idea a Susana Díaz? Porque neutraliza la idea anterior del PP, que era que gobierne siempre la lista más votada. Ser el más votado, como sabemos, no equivale a tener el respaldo de una amplia mayoría: depende de cómo se reparta el voto entre las distintas candidaturas. Se puede ser el más votado teniendo el 20 % de los votos, por ejemplo. Y en ese caso, será mejor preguntarle a los vecinos a quién quieren de alcalde. Porque habrá votantes que, al no tener posibilidades el suyo, quieran poder elegir entre los dos con más opciones.

¿Por qué le gusta esta idea a los barones del PP? Porque en ausencia de mayorías absolutas, calculan que esta vía les daría más opciones. Entre quedar en manos de un pacto de los partidos de izquierda y quedar en manos de los votantes que se fijan más en la personalidad de los dos aspirantes, prefieren lo segundo.

El PP abona la idea de la segunda vuelta mientras sigue preguntándose qué hacer la noche del día 24 en Xátiva: si celebrar, caso de que se produzca, la victoria de su candidato o todo lo contrario. Porque su candidato es Alfonso Rus, el nuevo innombrable. Hasta ahora no ha manifestado intención alguna de apartarse. Ayer se quejó de que el partido le haya repudiado sin escucharle. Nadie me ha dado audiencia. Ni me han preguntado. Y es verdad. Nadie de su partido le ha preguntado nada. Nadie ha creído necesario decirle “¿qué hay de cierto en esto, Alfonso?” Nadie se ha acordado esta vez de la presunción de inocencia. Dándole la vuelta a la carga de la prueba, lo que le han dicho a Rus es “mira, Alfonso, si tú dices que las grabaciones son falsas, denúncialo en el juzgado” (esto lo dijo ayer Rita Barberá, por ejemplo). Y esto es lo más significativo de esto historia. Lo más elocuente. Que escuchada la grabación del alcalde que, recién recogido el sobre se pone a contar billetes, sus compañeros de partido no han tenido duda de que todo es como parece. Bochornoso, han dicho, vergonzoso, inaceptable. No le han preguntado a Rus porque todos ellos dan por hecho que hubo sobres y hubo mangoneo. La reacción del PP valenciano, de Alberto Fabra sin dudar ni un instante, confirma que el partido también cree que Rus es corrupto.

Ayer dijo el aludido: “En 32 años nadie ha dicho nada sobre mí”. En efecto. Eso es lo que al PP valenciano le está costando explicar. Que en 32 años nadie haya dicho lo que ahora parece que todos piensan.

Claro que abierta la espita, Cristina Cifuentes ha aprovechado para soltarle un soplamocos a su compañera de partido. Aguirre. Simulando hacer una autocrítica que, en realidad, era crítica sin “auto”, dijo ayer Cifuentes que en el PP de Madrid más que manzanas podridas lo que han tenido son melones podridos. Melones. El melón en cuestión es Francisco el púnico, claro, Granados. Tiene razón Cifuentes: no era un militante de base, era el secretario general del partido. Aunque su lealtad, como ahora se ha visto, estaba más con Marjaliza que con la militancia popular madrileña. Granados era el melón. Pero la madre del melón, y por ahí iba el látigo de Cifuentes, era Aguirre. Es a ella a quien le estaba diciendo su compañera de cartel: pocas lecciones podemos dar cuando aquí nos ha llegado el fango a la cintura. O más arriba.

A cinco de mayo de 2015. En la radio. Despidiendo a Hermida.