El monólogo de Alsina: Nos dieron p’al pelo los brasileños
Les voy a decir una cosa.
Hoy nadie hizo metáforas sobre el fútbol y la unidad de la patria. Hoy nadie elevó la selección española a la categoría de símbolo, de encarnación del orgullo y la fortaleza que, a pesar de la crisis, exhibe España. Hoy nadie hizo un editorial que glosara cómo el sacrificio y el esfuerzo en equipo conducen a la recuperación y la victoria. Porque anoche palmamos.
Nos dieron p’al pelo los brasileños y, como dice Gistáu, cuando eso pasa la selección vuelve a ser vista sólo como un equipo de fútbol y deja de ser el espejo de la nación que somos todos. Perder la final de anoche nos ha ahorrado la sonrojante colección de tópicos de los que echan mano los dirigentes políticos para arrimar el ascua de los éxitos deportivos a la sardina de su propia popularidad, que se ha quedado en las raspas. Perder la final de anoche nos ha librado de ver a Rajoy celebrando el subidón de moral que, según él, sólo pueden provocar los títulos futbolísticos o los indicadores adelantados de Luis de Guindos. Ves la balanza de pagos y es como haber ganado la Confederaciones, qué espectáculo. Hombre, cuando ganamos mundiales o eurocopas es verdad que se percibe en la calle el entusiasmo, pero cuando no los ganamos tampoco es que el país se hunda en el desconsuelo nacional, es decir, bastante hundido ya está el país y su estado de ánimo, desde hace años, y haber perdido la confederaciones (como haberla ganado) eso no lo cambia.
España sigue en estado de catarsis, por los efectos de la recesión que no acaba y por la proliferación, y dimensión, que alcanzan los escándalos de corrupción que han convertido el país en un cenagal, que no es donde se cena sino donde se roba. Del mismo modo que a Griñán, en todas las entrevistas que da, se le pregunta por los EREs (a Méndez y Toxo también empieza a pasarles esto y lo llevan malamente), a Rajoy, cada vez que da una rueda de prensa, se le pregunta por Luis Bárcenas. Tiene todo el sentido, porque tanto en un asunto como en el otro (las andanzas de Guerrero, Lanzas y el chófer de la coca y las andanzas de Bárcenas, los de la Gurtel y la presunta contabilidad B en el partido que hoy gobierna) salen cada semana novedades que convierten ambos escándalos en el cuento de nunca acabar. “Cuento” que de “cuento” no tiene nada porque los tropecientos millones de euros que Bárcenas se llevó a Suiza, sus incursiones en el inmobiliario argentino y sus tretas (frustradas) para torear al juez Ruz (o para chotearse de él, que es la impresión que le ha quedado al magistrado) son hechos probados. Bárcenas amasó una fortuna cuya procedencia lleva años esforzándose en ocultar e hizo negocios con el grupo de Correa, que a su vez era proveedor asiduo del Partido Popular. La actual dirección de ese partido ha dado ya tantas veces por amortizado el caso Bárcenas que haría bien en recordar su propia historia y dejar que sea el juez de instrucción quien establezca hasta dónde llega la riada. La primera vez que el PP dio por amortizado el caso Bárcenas fue en 2009, cuando fingió su total desvinculación del partido y emitió un comunicado en el que mostraba su inquebrantable convicción de que el tesorero era víctima de una persecución sin fundamento. Han pasado cuatro años y hoy Bárcenas está en prisión provisional por diversos delitos, está confirmada (como poco) su evasión fiscal y en el PP que entonces le defendió lo más suave que se escucha de él es que es un golfo. Hoy había reunión de la ejecutiva del partido y, aunque Rajoy habría preferido que se hablara de los indicadores adelantados, lo recuperada que empieza a ver nuestra pobrecilla economía y lo mucho que nos va a cundir este par de miles de millones de euros que nos van a enchufar los europeos para emplear jóvenes, el tema que estaba en el ánimo de todos era Bárcenas. Sobre todo en el ánimo de Esperanza Aguirre, siempre ayudando, que llegó a la reunión explicando a los periodistas lo abochornada que está por las informaciones de estos días (de estos, los anteriores, los de hace años): en concreto por esta historia que hoy publicó El Mundo sobre las tres naves industriales que un constructor de Málaga, afín al PP y conocido de Álvaro Lapuerta, le traspasó a una señora que se llama Carmen Rodríguez Flores y que el periódico define como “protegida” del ex tesorero. Por “protegida” debe entenderse que Lapuerta usaba toda su influencia sobre los dirigentes del PP para que la colocaran en buenos puestos, lo mismo para que entrara en el Consejo de Caja Madrid, en el parlamento autonómico madrileño o en el Congreso de los Diputados.
Esperanza Aguirre, “abochornada”, ha citado a la señora Rodríguez Flores en el PP madrileño para que explique este asunto de las naves industriales (porque Aguirre sigue siendo presidenta del PP en Madrid: abandonó la primera línea de la política para seguir en la pomada desde la segunda. Como la reunión de la ejecutiva del partido fue a puerta cerrada (hasta ahí no llega la transparencia) no se sabe qué dijo exactamente Rajoy sobre Bárcenas y derivados, pero si hay que dar por buena la versión que ha contado Cospedal, lo que el presidente del partido (y del gobierno) dijo es que no tiene miedo a nada y que la investigación judicial establecerá responsabilidades. Según Cospedal, es textual, “Rajoy ha trasladado al PP su actitud de colaboración con la Justicia”. Sólo faltaba, oiga, que el jefe del gobierno se dedicara a obstaculizar una indagación judicial. Plena colaboración con la justicia. No puede ser de otra forma. Hoy tuvo sesión doble la secretaria general del PP, porque antes de irse para Génova a escuchar a Rajoy estuvo en Guadarrama para que Aznar la escuchara a ella. Como cada verano el ex presidente organiza una serie de charlas y mesas redondas para hablar de política (la FAES) y la inauguración le correspondió a Cospedal. El líder que lamentó la falta de un proyecto político claro y que reprochó al PP estar incumpliendo el programa con el que se presentó a las urnas, obsequió hoy a Dolores de Cospedal con su silencio. Hoy se limitó a presentar a la conferenciante y a agradecerle luego la asistencia. Pudo haber sido un debate muy interesante (mediáticamente muy goloso) entre Aznar y Cospedal pero se quedó en nada. El verdadero debate político se hace a golpe de declaraciones en los medios de comunicación, no en las escuelas de verano.