EL MONÓLOGO DE ALSINA

Colorín colorado, Eurovegas se ha acabado

Les voy a decir una cosa.

Colorín colorado, Eurovegas se ha acabado. Anotemos hoy la expresión de “primera piedra nonata” o “nunca puesta” como aportación española más reciente a la enciclopedia de los usos políticos y periodísticos.

ondacero.es

Madrid | 13.12.2013 20:34

Nuestro amigo Josu Mezo, que cada jueves nos abre aquí “El purgatorio”, tiene acuñado un palabro que hoy viene muy a cuento: pre-riodismo, dícese de informar como si fuera un hecho de algo que no pasa de ser un proyecto. Hoy que el famoso Sheldon Adelson ha dicho definitivamente au revoir a su aventura española, repasas títulos que hemos ido publicado en el último año y medio y compruebas hasta qué punto incurrimos en este error de afirmar el futuro hipotético. “En Eurovegas se podrá fumar”, “Alcorcón acogerá Eurovegas con leyes a la medida”, “Los rascacielos de Eurovegas no tendrán límite de altura”, “En caso de jugar, los menores no cobrarán el premio en Eurovegas”.

Con razón existe esa otra expresión que dice “quedarse en papel mojado” y que, se dice, nació como alternativa al “colorín colorado”: cuando el relator de la fábula terminaba su historia decía: “el cuento era de papel, mojóse el papel, acabóse el cuento”. Entre las pocas declaraciones del último año y medio que sobreviven hoy como válidas está la que en febrero hizo a El País el alcalde de Alcorcón, David Pérez: “Eurovegas -dijo- no será Sodoma y Gomorra”. Le sobraron las tres últimas palabras. Eurovegas no será. Ni aquí ni en ningún otro lugar de Europa.

Sheldon Adelson no es Bill Gates. Los dos son norteamericanos, los dos son inmensamente ricos, los dos fundaron empresas muy potentes, los dos han sido investigados por la Justicia (Adelson por pagar sobornos, Gates por las prácticas monopolísticas) y los dos dedican parte de sus fortunas a proyectos de investigación médica sin ánimo de lucro. Hasta ahí llegan sus semejanzas. A partir de ahí, uno encarna al inversor deseado, con buena imagen, al que todo el mundo quiere seducir, y el otro al inversor incómodo, con imagen pésima, al que también se intenta seducir pero dejando claro que es porque su dinero genera puestos de trabajo, no porque guste él ni guste su negocio.

Si es Bill Gates quien compra un porrón de acciones de una empresa de tu país, tú eres el gobierno y levitas: tienes una formidable campaña de promoción que sin dudarlo aprovechas, nada menos que Bill Gates confiando en el progreso de la economía española. En realidad, sabemos que lo que hace un inversor cuando compra títulos de una compañía es detectar una buena oportunidad de negocio porque calcula que esa compañía valdrá más que hoy en el futuro (confía en la marcha de esa empresa, no en el resto de la economía del país o en las políticas que realiza su gobierno), pero está asumido que si viene un empresario potentado e invierte, se acaba contando como una espléndida noticia para España que el gobierno se ocupa de airear como aval a sí mismo. Eso, cuando es Bill Gates.

Cuando es este otro señor llamado Sheldon Adelson quien anuncia su intención de invertir (construir un complejo turístico) en España, entonces tú eres el gobierno y lo que haces es prepararte para el problema de opinión pública que se te viene encima. Porque complejo turístico, en el mundo Adelson, significa hoteles con casinos, casinos donde se juega, donde se fuma, y una idea bastante extendida -y no necesariamente cierta- de que quien va al casino luego quiere sexo de pago (y hay que ofrecérselo). Esto siempre es así. Hay proyectos de inversión que a nadie incomodan -una planta de producción de coches, por ejemplo- y hay proyectos que, por la imagen que tienen o por el empresario que los impulsa, generan revuelo.

Eurovegas siempre fue de los segundos, por eso a las administraciones interesadas en traerlo a España (gobierno autonómico de Madrid, gobierno autonómico de Cataluña, gobierno de la nación y algunos ayuntamientos) se encargaron de subrayar todo esto que hoy ya nadie ha mencionado: los 18.000 millones de euros de inversión, los 40.000 trabajadores que tendrían empleo mientras se construyera el complejo, los siete teatros que incluía éste (más teatros que casinos, eso siempre blanquea) y un pabellón para 20.000 personas que iba a ser referente de actuaciones y conciertos.

La estacada en que el señor Adelson ha dejado al gobierno madrileño puede contarse de dos formas. La primera es que ha sido el gobierno central quien ha dicho “no” a las condiciones de Eurovegas. La segunda es que es Eurovegas quien ha dicho no a las condiciones del gobierno, o sea, de España y, por lo que ha contado la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, de la Unión Europea. Esto de “atraer inversores” que eufemísticamente dicen los gobiernos consiste en una cosa muy simple: darle al inversor lo que éste está buscando para que se decante por tu país, o por tu deuda pública, o por tu empresa (si eres un ejecutivo a la caza de gente que invierta) en lugar de decantarse por otro país, otro bono u otra empresa. El que tiene dinero para invertir (Adelson en el caso que nos ocupa) lo que le dice a la administración pública de turno es garantíceme usted todas estas cosas: la lista de la compra.

Hay inversores, o promotores, o fabricantes, que piden ayudas fiscales, y los hay que piden cambios en algunas normas locales, y los hay que demandan las dos cosas: cambios legales y bonificaciones fiscales. Las Vegas Sands mencionaba en su preaviso de hace mes y medio (cuando presentó resultados del tercer trimestre y expuso el estado en que se encontraba el proyecto Eurovegas) “trabas legales” de ámbito local, regional, nacional y europeo. Dices: ya podía haberse informado del marco legal existente antes de anunciar que invertiría. Ah, una cosa es saberse el marco y otra albergar la esperanza de que, dada la cuantía de la inversión, te sea cambiado. “La inversión”, concluía la empresa, “está además sujeta a las garantías e incentivos que facilitarían el proyecto”, es decir, al compromiso de compensación caso de modificación de las normas y a bonificaciones fiscales de diverso tipo.

Aunque en torno a Eurovegas se creó la falsa percepción de que todo el problema estaba en si se podía fumar en los casinos, ya contamos aquí que lo gordo no era el fumeque, sino las dudas sobre la viabilidad financiera del proyecto y la pretensión de Adelson de asegurarse un blindaje contra posibles cambios legales. Es decir: si aquí, en España, en Madrid, en Alcorcón, cambian las leyes y eso le afecta a mi negocio, una de dos, o me asegura usted que ese cambio legal se aborta o me compensa usted económicamente. Dices: qué listo, Adelson, así también invierto yo, sin riesgo.

Naturalmente el gobierno, envuelto en la bandera de la soberanía nacional, ha dicho que una demanda de estas características no puede atenderse, porque no le pueden garantizar a nadie que una ley no se vaya a cambiar en el futuro. Eso compete al Parlamento. El marco legal de un Estado sólo puede definirlo el Parlamento porque es el Parlamento el único con legitimidad para legislar, como hoy están subrayando, con acierto, algunos que hace cuatro días le ha negaban legitimidad al grito de “no nos representan”. En efecto, si Adelson pretendía que se maniatara a los Parlamentos futuros para que él no pierda dinero, semejante aspiración no puede ser atendida. Se siente, Sheldon. A Bill Gates no se le habría ocurrido.

Primera forma de contarlo: es el gobierno quien no admite las condiciones de Eurovegas. Segunda: es Eurovegas quien no admite las condiciones del gobierno. Porque puede ser interesante también preguntarse por qué una compañía extranjera reclama aquí algo que no consta que tenga firmado en los demás países donde cuenta con inversiones: el blindaje contra cambios futuros de las normas hoy vigentes.

Lo de hoy puede contarse como la muy correcta y digna respuesta que el gobierno de la Nación le ha dado a un empresario que pretendía maniatar al Parlamento, pero también como el efecto que los cambios constantes del marco legal está teniendo sobre inversiones muy cuantiosas cuyos impulsores, viendo lo que les ha pasado a otros inversores internacionales que fueron atraídos en etapas anteriores ofreciéndoles condiciones muy ventajosas que aseguraban un magnifico negocio, miran a España como país de grandes oportunidades, sí, pero en el que lo que hoy se ofrece al inversor como incentivo o garantía para que venga aquí en lugar de irse a otra parte, mañana puede ser, de repente, papel mojado. Quien busca negocio siempre asume riesgo, pero si el riesgo, consecuencia de la inseguridad jurídica, se percibe como demasiado elevado, entonces el inversor busca otro sitio donde no lo sea tanto. El cuento estaba en papel, mojado el papel acabóse el cuento.