EL MONÓLOGO DE ALSINA

Los bochornos conviene que sólo se produzcan una vez

Les voy a decir una cosa.

Ha volado sin turbulencias. Ha aterrizado con normalidad. Y ningún embajador ha acudido a la pista del aeropuerto a intentar camelárselo para subirse al avión oficial e inspeccionarlo. “¿Me invita a un cafelito dentro de su aparato, don Evo?”

ondacero.es

Madrid | 03.09.2013 20:42

Los bochornos conviene que sólo se produzcan una vez, y tanto el gobierno español como los otros gobiernos europeos que participaron en julio en la operación jaula al presidente boliviano (“no lo dejen volar, que lleva a Snowden escondido en el armario del equipaje”) ya escarmentaron de aquel patinazo tan sonado. Evo Morales ha regresado a Europa vencedor de aquel esperpento y dispuesto a hacerse querer por las autoridades de España e Italia, dos de los países en los que tiene parada.

Aterrizó el presidente boliviano esta tarde en Madrid; nada más llegar se ha ido a ver al Rey -dices: esto es que se ha enterado de que el rey tiene dinero para prestar y va a ver si le saca algo, el daño que ha hecho Urdangarín- y a esta hora de la tarde merienda ya con Mariano Rajoy en la Moncloa. Y el encuentro está siendo muy cordial. Agua pasada lo del avión en el que no iba Snowden. Después de todo, el ministro García Margallo ya se disculpó con el presidente de Bolivia (después de haber dicho aquello de “sí hombre, encima de que le dejamos aterrizar en Canarias vamos a tener que pedir perdón”) y Evo ha dejado de exigir la cabeza del embajador Carnero. La escalada verbal de hace dos meses, tan vehemente, se percibe ahora como, en el fondo fue, sobreactuada.

Vueltas las aguas a su cauce, la relación entre España y Bolivia vuelve a donde estaba. Es decir, que Morales expropia, de cuando en cuando, filiales de empresas españolas. En esos casos, ya sabemos, el gobierno español reacciona, enfurecido, calificándolo de “acto inamistoso” y advirtiendo que habrá consecuencias, y unos meses después -más agua pasada- los presidentes se reúnen, se hacen una foto sonrientes y aquí no ha pasado nada. Como ahora ya no se le puede echar la culpa a Zapatero por bailarle el agua al andino, Rajoy prefiere no remover tampoco estos temas. No le agradan, es conocido, al presidente ni líos, ni carajales ni algarabías. Y, en general -tampoco lo oculta-, las relaciones internacionales le interesan poco. “De eso que se ocupe Moragas, que a él si le gustan”.

Las cumbres internacionales suelen ser poco entretenidas, pero hay que estar ahí, forma parte de las obligaciones del cargo. En la agenda del presidente, la semana viene viajera. Pasado mañana se va a San Petersburgo a ver a Putin. Bueno, va a la cumbre del G-20, en la que España sigue teniendo aquella silla que Sarkozy le regaló a Zapatero, qué tiempos aquellos. “Es una silla comprada”, se decía entonces, pero cinco años después quien se sienta en ella, claro, es el sucesor de ZP -cinco años después, con el capitalismo sin refundar y con Sarkozy volviendo-. Va a la cumbre del G-20 pero aprovechará Rajoy para verse con Vladimir Putin, el hombre que dio refugio a Snowden y que tiene adoptado a Bachar al Assad, el sirio al que Obama le quiere soltar un pepinazo para que deje de jugar con el gas sarín -”sólo para eso, no buscamos ninguna otra cosa”, están diciendo Kerry y Hagel, los ministros de Obama, en el Congreso-.

Aplicando la plantilla habitual de las comunicaciones gubernamentales, podríamos prever que la Moncloa informe el jueves de que Rajoy y Putin han estado analizando el conflicto sirio, y cabe pensar, en efecto, que lo analicen, lo que no está tan claro es qué posición tiene en toda esta historia el gobierno de España, que tampoco parece que le haya dedicado muchas horas a debatir si deberíamos ponernos al lado de François Hollande o mejor dejamos que el francés y Obama se metan en este lío ellos solos. Como los dos estarán también en San Petersburgo, tendremos la oportunidad de ir viendo cómo queda este baile de parejas.

Al simpático Kerry, ministro de Exteriores americano, le han hecho hoy la puñeta con una foto. Él está embarcado ya en la tradicional operación de satanización completa del objetivo (como si hiciera falta satanizar al dictador sirio, hijo de su padre), y con tal motivo ha empezado a explicar que Al Assad es un indeseable a la altura de Sadam Hussein o de ¡Adolf Hitler!(esto de mentar a Hitler siempre es el top en una operación de estas características).

Y justo ahora que él habla del sirio equiparándolo al nazi, le sacan una foto en la que está él cenando de mil amores ¡con Hitler!, o sea, con Al Assad. La foto es de 2009, cuando Kerry aún no era ministro pero sí era senador, y aparecen las dos parejas compartiendo mesa, el senador con su esposa y el dictador con la suya. Dices: mira, no le importaba a Kerry entonces juntarse con este individuo. A ver, en aquel momento, 2009, no le importaba a casi ningún dirigente internacional. Con éste pasa lo que con Gadafi, que en su paz descanse. No es que presidentes y primeros ministros tuvieran fotos con el libio, es que tenían álbumes enteros en los que salía Muammar exhibiendo su fondo de armario.

Ahora cuesta creerlo, pero cuando Bachar al Assad llegó al poder, muerto y padre y muerto antes su hermano, Occidente lo veía como al tipo moderno, avanzado y reformista que iba a cambiar Siria. Qué ojo, oiga. Qué ojo tuvimos con el oftalmólogo. Se ha demostrado, es verdad, moderno y avanzado en las técnicas represivas -donde combina la última tecnología rusa con los métodos de tortura más tradicionales- y reformista en la doctrina de la seguridad nacional: no basta con encarcelar a los críticos, hay que gasearlos.

Pero todo eso (el imperativo moral que diría Tony Blair) no está bastando a los partidarios de soltarle unas bombas como argumento para ganar apoyos. Hoy le reclamaba a Obama su periódico favorito, el New York Times, que explique por qué están tan convencidos de que una intervención militar disuadirá al régimen sirio de utilizar armas químicas en lugar de animarle a cometer atrocidades mayores.

Y hombre, es verdad que todas las cancillerías occidentales, como dice la fórmula ritual, están ocupadas estos días con lo de Siria, pero eso porque las cancillerías occidentales, a diferencia de España, no tienen a un señor llamado Picardo tirando bloques de hormigón al mar, o sea, no tienen Gibraltar. No se le puede pedir a Margallo que meta a España en el debate internacional sobre lo que se debe hacer, o no hacer, en Siria cuando se le van al ministro los minutos y las horas ocupado en poner en su sitio al ministro principal. Nuestro satán es Picardo. Al sirio que lo lidie Francia.