El cuaderno de Chapu: Ícaros de Kabul
Chapu Apaolaza analiza la actualidad política en La Brújula
Notas del 30 de agosto, veranillo de Afganistán. Vejer de la Frontera es Venecia con chumberas. Este año todo el mundo ha ido al mismo sitio. Igual es que no se puede salir de España. Quizás es que nos hemos acostumbrado a la puñetera flechita, y llevamos dentro la línea en el suelo. O es que nos hemos vuelto definitivamente carajotes. Las señoras de Vejer toman el café en mesas separadas como cigüeñas solitarias en sus graves campanarios y se hacen de lejos comentarios con palabras de un eco gastado: "La vacuna", "la mascarilla"...
Atardece sobre La Breña por la parte de San Ambrosio en naranja fuego de la artillería talibán y las torcaces de Cádiz cruzan hacia Barbate camino de la dormuda y enseñan los pechos rosas, azules y de otros colores que parecen arrojados desde las siete galerías del paraíso, que escribió Juan Ramón. Desde hace un tiempo, todos los atardeceres son el atardecer afgano aquel en el que los ícaros de Kabul se descolgaban de los trenes de aterrizaje de los aviones y caían a plomo por el peso de la gravedad y un poco del relativismo cultural, si quieres que te diga la verdad.
La prueba irrefutable de que los talibanes son unos hijos de puta de tomo y lomo es que ya hablan bien de ellos en los periódicos de España. Verás que los talibanes son los próximos hombres de paz y la culpa es del cochino imperialismo.
Sven ha arrancado el tractor para ir a dar de comer a los caballos. No tengo cobertura, pero me llega desde lejos la celebración de la operación militar española. Si en España se vitorean los uniformes, es señal de que hemos perdido.