La carta de Ónega a Alcázar de San Juan: "La vendimia es hoy capital de una exuberancia que se llama simplemente vino de La Mancha"
Fernando Ónega dirige su carta de cierre en La Brújula a Alcázar de San Juan en su Fiesta de la Vendimia.
Buenas noches, gentes y pueblos de La Mancha, donde tanto he convivido y con los cuales tanto he amado. A ti, Miguelturra, donde un año ensalcé tu Carnaval. A ti, Tomelloso, donde tus mujeres me hicieron ser poeta del amor. A ti, Ciudad Real, donde no sé si me escucha la mujer que tanto amé. A ti, Mora, donde fui pregonero de tu aceite. Y buenas noches especialmente a ti, Alcázar de San Juan, no solo porque La Brújula se haga ahí, sino porque hace nueve años, en 2012, me hiciste pregonero de tu Semana Santa.
Y mucho antes, en 1996, me llevaste a pregonar las fiestas de Nuestra Señora de los Remedios, vuestra alcaldesa perpetua, la Virgen de los ojos negros. Y ahí aprendí, dejadme repetirlo, que a la “Virgen del Rosario, no se le reza oración, se le bailan rondeñas que salen del corazón”. Nuestra Señora de los Remedios, ahora Reina de la Vendimia, deja caer tu manto sobre el vendimiador que ya está terminando su trabajo. Bendice sus esfuerzos y haz que la vendimia de este año, que trae algo menos de uva por Filomena y otros estragos, traiga la calidad anunciada: en Alcázar de San Juan y en toda esa viña de España que es la nación de La Mancha y cuyo esplendor la radio ha querido contar en directo, pegada al campo y pegada a sus hombres y mujeres.
"La vendimia, no es una cosecha más"
Decía hace días el presidente de la Diputación de Ciudad Real que, cuando el vino va bien, el pueblo va bien. La vendimia, ciudadanos de España, no es una cosecha más. Es la meta volante de la fascinante aventura del vino, después de la aventura de crecer y madurar. Estas semanas donde el tiempo os respetó, porque no sabe ni puede hacer el sacrilegio de estropear vuestro trabajo, comenzó una de las más bellas de las bellas artes, que es pasar el fruto de la vid a la copa.
A veces, cuando paso por vuestras carreteras, me imagino esas inmensas llanuras donde las hojas de parra son vuestras banderas, y las veo como una gran inundación de vino, pero controlada. Como un océano del que sale un mandato que dice: bebed, ciudadanos del mundo, bebed, que La Mancha da vino para todos.
Y este bebedor de siempre, al que pusieron vino en el biberón, os saluda en la distancia y solo os sabe decir: bienaventuradas las manos que hacéis ese prodigio que a tantos poetas inspiró, a tantos poderosos rindió y a tantos la vida alegró. Y bienaventurada tú, Alcázar de San Juan, que en la vendimia –habrá que llamarle la vendimia del Rosario y la Natividad—es hoy capital de una exuberancia que se llama simplemente, grandemente, vino de La Mancha.