El crimen de Pioz. Cuatro asesinatos en familia
El asesino entró en su casa de Pioz, en la provincia de Guadalajara, los mató, los degolló y los metió en bolsas de basura. Así murieron Janaina Santos, su marido, Marcos Campos, y sus dos hijos, Carolina, de cuatro años, y el pequeño David, de catorce meses. La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil ha descubierto al autor de esa masacre. Se llama Patrick Nogueira Gouveia, tiene solo 19 años y es primo de los dos niños y sobrino de los adultos. En Territorio Negro, vamos a dibujar el retrato de este brutal crimen y cómo los investigadores han dado con el autor.
Empecemos por el final tan terrible de la familia Campos Santos. Un matrimonio brasileño con dos hijos, todos asesinados en un chalet de Pioz, un pequeño pueblo de Guadalajara.
El 17 de septiembre una mujer que pasea por la urbanización La Arboleda se sorprende del olor tan terrible que sale del chalet número 594 de la calle Los Sauces. Avisa a la Guardia Civil, que acude a la casa. Al entrar descubren que la puerta no ha sido forzada y todo parece limpio, quizá demasiado limpio. De hecho, encuentran allí seis bolsas de basura cerradas con cinta americana de embalar. Los agentes descubren que en todas hay restos humanos. En dos de ellas, un hombre cortado por la mitad; en otras dos, una mujer y en otras dos más, dos niños. Todos han sido acuchillados. Empieza aquí la operación Arvoredo, que en portugués significa arboleda, el nombre de la urbanización de los crímenes.
El primer paso es averiguar, claro, quiénes son las víctimas y bucear en su vida anterior. Eran la familia Campos Santos. Él era Marcos y ella Janaina, los dos de 39 años y brasileños. Y los niños eran sus dos hijos, Carolina María, de cuatro años, y David, de catorce meses. Las primeras pesquisas se centran en la vida personal del matrimonio. La puerta no ha sido forzada, pero la extrema violencia, matar a dos niños y el hecho de que no se hayan llevado los cuerpos, que los hayan abandonado allí, hace pensar que puede tratarse de unos crímenes por algún tipo de deuda realizados por algún profesional.
Pero eran una familia honrada, sin relación con nada turbio. La Guardia Civil reconstruye los pasos primero del padre, Marcos Campos. Quiso emigrar de su país, Brasil, a Estados Unidos, pero no consiguió visado. Llegó a España en el año 2000 y estuvo hasta 2003. Luego, regresó en 2010. Nunca tuvo mucha suerte. Se instaló en Galicia en casa de un amigo y fue panadero, cocinero y ganó algo de dinero montando conciertos de la orquesta Alarma por la provincia de La Coruña. En 2011 vuelve a Brasil, conoce a Janaina y allí tienen a su primera hija, Carolina. Luego, en agosto de 2013, se casan.
Ambos deciden que para criar a su hija España es mejor lugar que Brasil, más seguro. De hecho, Marcos comenta a su familia que en Brasil se mata a las personas como a las hormigas… El caso es que vienen y se instalan en Valladolid, donde el hombre trabaja en un restaurante que acaba quebrando en la primavera de 2015. Allí nace su segundo hijo, David.
El matrimonio llega a la Comunidad de Madrid, a Torrejón de Ardoz, pero no huían de nadie, como se ha contado. En todo caso huían de la crisis. Buscaban fortuna, querían ganarse la vida. El hombre era un buen churrasquero (el que se ocupa de hacer las barbacoas) y trabajó en varios restaurantes latinoamericanos. Uno de los últimos, curiosamente, en el Centro Comercial Plenilunio, frente a la sede de la UCO de la Guardia Civil. El matrimonio luchaba por salir adelante. Pero la pasada primavera las cosas iban a torcerse.
Llega desde Brasil un sobrino del hombre, un joven, casi un crío de 19 años que se llama Patrick y que quiere ser futbolista y jugar en el Real Madrid. Los padres de Patrick no podían con él. Son una familia acomodada en Brasil (el padre es médico, un familiar es concejal) y lo habían mandado a Inglaterra y Portugal para ver si hacía algo de provecho, sin conseguirlo. Así que le pidieron a Marcos y Janaina que lo acogieran en su casa de Torrejón. Además, los padres de Patrick le mandaban bastante dinero para vivir en España, de forma que podía colaborar con la familia que le iba a acoger.
Y el joven llega en marzo y se instala con el matrimonio y los dos pequeños. Trata de entrar en algún equipo de fútbol de Torrejón de Ardoz, pero no lo consigue. Va al gimnasio y el resto del tiempo lo pasa en casa holgazaneando. Su tío Marcos acude a trabajar y allí, en la casa, se quedan la mujer, Janaina y los dos pequeños.
El clima va a enrarecerse muy rápido. El hombre confiesa a sus compañeros de trabajo que cree que su mujer y su sobrino tienen una relación sexual aprovechando que él falta de casa. La mujer, por su parte, habla con su familia en Brasil y les dice que el pariente de su marido la acosa, se pasea desnudo por la casa y la intimida. También, que se porta mal con los niños. No sabemos cuál fue la verdad (la sabe Patrick, pero no podemos fiarnos de lo que cuente) y como nos han dicho con educación pero con firmeza, tampoco importa para la investigación criminal del caso.
Y en el mes de julio, la familia decide dejar atrás al sobrino y buscar nuevos horizontes.
No parece que el chico se lo tome mal. Incluso ayuda al matrimonio a buscar y alquilar el chalet en Pioz, en la provincia de Guadalajara, pero muy cerca de Alcalá de Henares, donde trabajaba su tío, y de Torrejón, donde él se queda viviendo. Pero lo cierto es que Patrick ya no vive con Janaina con la que, parece, se ha obsesionado.
La familia trata de rehacer su vida, sin ese sobrino molesto, esos últimos meses pueden quedar como un mal sueño, pero una tarde, y esto es crucial en la investigación de la Guardia Civil, Patrick vuelve a Pioz y va al chalet.
El 17 de agosto Patrick llega a Pioz en autobús hacia las tres de la tarde. Lo que podemos contar, jefa, es que la Guardia Civil tiene “constancia documental” de esa llegada (suponemos que alguna cámara de seguridad le grabó). A esa hora, en el chalet solo están la mujer y sus dos hijos. El hombre está trabajando en el restaurante, llegará más tarde.
Y Patrick acude al chalet y la mujer le abre la puerta sin saber qué va a ocurrir. Todo indica que fue así. La cerradura no está forzada y los vecinos no oyen nada. No sabemos qué ocurrió luego. La UCO habla de un asesinato “secuencial”. Lo que no es cierto es que fueran torturados. El criminal dio un tajo con un cuchillo en el cuello de la mujer, otro a la niña y otro más al bebé. El padre, Marcos, recibió al menos tres heridas de cuchillo en el cuello.
Luego, y eso sí está comprobado, vuelve a haber constancia documental de que a las seis de la mañana del día siguiente, el joven Patrick coge un autobús con destino a la Comunidad de Madrid. El 18 de agosto, su tío, claro, ya no acude a trabajar. Nadie vuelve a ver a la familia brasileña. Todos están muertos.
Durante tantas horas dentro del chalet donde había matado a cuatro familiares, lo que hizo fue limpiar a fondo. Troceó los cuerpos de los dos adultos, los metió en cuatro bolsas de basura y metió los de los dos niños en otras dos. Las cerró con cintas de embalar. Limpió todo el chalet a fondo (no es fácil semejante carnicería) y se fue con el ordenador y un teléfono. Llegó a su casa por la mañana temprano, se acostó y luego, aquella tarde, se fue al gimnasio a hacer algo de ejercicio.
Y continuó con su vida en España durante un mes. Recordemos que los cadáveres de sus familiares no se descubrieron hasta el 17 de septiembre.
Los investigadores rastrean ahora sus movimientos de esos 30 días. Todo indica que trató de conseguir un coche (no tiene) para llevarse del chalet las bolsas de basura pero algo ocurrió que no pudo hacerlo. El caso es que cuando el descubrimiento de los cadáveres salta a la prensa, Patrick cambia a toda prisa el billete de avión que tenía para volver a Brasil el 16 de noviembre. Se va a su país el 20 de septiembre en un avión que sale de Barajas y pasa por Lisboa y Río de Janeiro antes de llegar a Recife donde se baja el acusado de los cuatro asesinatos.
Pero la Guardia Civil ya estaba tras su pista, le acechaba. Y buscaba pruebas contra él que muy pronto iba a encontrar.
Descubren que Patrick había ido alguna vez antes al chalet de Pioz, suponen que para acechar a la mujer cuando se quedaba sola. Y el registro a fondo del chalet da dos buenas noticias: hay ADN del sobrino en las bolsas de basura donde se han metido los cadáveres y también en un cuchillo encontrado en el lugar del crimen.
Pero el asesino, el tal Patrick, está en Brasil, se presenta incluso en una comisaría el pasado 30 de septiembre y queda en libertad. Dice que se ha ido de España por miedo a lo que le ha pasado a su familia. Cómo es posible esa violencia y también ese cinismo en un joven de 19 años.
Los investigadores descubren un dato en su pasado que explica, en parte, su conducta criminal, el verdadero motivo por el que su familia le había empujado a irse de Brasil. En junio de 2013, cuando Patrick solo tenía 16 años, entra en una clase de su instituto en la localidad de Joao Pessoa, del estado de Paraíba, y acuchilla a un profesor de Biología en el abdomen y en el cuello. El profesor sobrevivió y Patrick fue condenado a trabajar 45 días en distintas labores sociales y para su comunidad. No sabemos si el tío de Patrick y su esposa conocían ese episodio cuando aceptaron acogerle en su casa.
Y ahora tenemos una situación complicada. El acusado de cuatro asesinatos cometidos en España está en Brasil. Y ni siquiera está detenido. Y va a ser difícil que sea juzgado aquí, en Guadalajara, la provincia donde se cometieron los crímenes.
Brasil no extradita a sus ciudadanos para que sean juzgados a otros países. Además, las víctimas de Patrick eran todas brasileñas, menos el pequeño David, que nació en Valladolid. En cuanto a que siga en libertad, esperamos que con las pruebas contundentes de ADN que van a aportar allí, en Brasil, agentes de la Guardia Civil, eso sí que tenga remedio.