¿Cómo se ve la guerra desde los ojos de un niño?
Los niños no solo sufren la violencia, el dolor y las dificultades de la guerra: en los conflictos bélicos, los niños pueden desarrollar trastornos psicológicos graves. ¿Cómo perciben la realidad en este tipo de contiendas?
Madrid | 20.10.2023 05:03
Se suele decir que la primera víctima de una guerra es la verdad. Sin embargo, la verdad se puede defender con la pluma, la voz y la razón: los 20 niños que cada día mueren - según UNICEF- en las distintas guerras que se están desarrollando alrededor del mundo no tienen herramientas para defenderse. Los humanos más pequeños son los más indefensos y, por desgracia, esta situación de vulnerabilidad se está poniendo de manifiesto en el conflicto que desde hace dos semanas está sucediendo en Gaza.
Un niño muere cada 15 minutos en la Franja, según informan ONG's como Save the Children o Defense for Children International: desde el 7 de octubre, más de 1.000 niños han perdido la vida en los bombardeos que el ejército israelí está realizando contra el grupo terrorista Hamás. Los infantes que no han fallecido en los combates se encuentran en una situación de extrema necesidad, ante la falta de agua, alimentos, energía y material médico al que se encuentra sometida la población palestina. Cerca del 40% población de Gaza - casi un millón de personas- tiene menos de 15 años en esta región, según la oficina de estadísticas de Palestina.
¿Cómo vive la guerra un niño?
Es complicado no sentirse impactado al observar imágenes de la Gaza de estos últimos días, ¿cómo se ve la destrucción y la guerra desde los ojos de un niño? ¿Qué efectos puede tener una experiencia tan traumática en el desarrollo de una persona? Hace un año, la Universidad Complutense de Madrid publicó una guia en colaboración con 12 profesionales del Colegio de Psicólogos de Madrid: "Menores viviendo una guerra. Guía para crear un paraguas de protección psicológica" es el título de esta publicación, editada para ayudar a entender cómo los conflictos bélicos afectan a los niños, y cómo ofrecerles apoyo en esos momentos tan difíciles.
María Paz García-Vera, catedrática de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, es una de las psicólogas que ha colaborado en la edición de esta guía y, además, cuenta con experiencia tratando a niños desplazados desde Ucrania. En declaraciones para Ondacero.es, García-Vera afirma que los niños son especialmente vulnerables "por su manera de ver el mundo", y necesitan que sus padres ayuden a generar un espacio que perciban como seguro a su alrededor, en el que sientan apoyo y acompañamiento.
Sin embargo, entre bombas y disparos, ¿qué padre puede construir un mundo seguro para sus hijos? Guido Orefice - interpretado por Roberto Begnini- consiguió hacer de un campo concentración alemán una especie de gymkana, para preservar la seguridad de su hijo en la película "La Vida es bella".
Juegos para sobrevivir
María de la Paz García-Vera pone esta película a todos sus alumnos en la universidad, pues es un ejemplo perfecto de cómo tratar con una persona de corta edad en una situación de estrés y peligro. Sin embargo, estas situaciones no suceden solo en las películas: la psicóloga nos habla del caso de un matrimonio ucraniano que, en una peligrosa huida de los combates en coche, se mantuvo todo el camino cantando canciones para tranquilizar a sus hijos. Canciones que se entremezclaban con explosiones y detonaciones lejanas a ese pequeño "espacio seguro infantil" que habían conseguido construir dentro del vehículo.
"Los niños ven el mundo a través de los ojos de sus padres" explica la psicóloga, que añade que estos tienen que tener en cuenta que los niños no perciben los acontecimientos igual que nosotros, y pueden no entender mucho de lo que está pasando: sin embargo, los niños sí que pueden percibir la tranquilidad de sus personas de referencia, o absorber "el horror" que captan a su alrededor, aunque no lo entiendan. Los efectos psicológicos de estas vivencias terribles son numerosos: desde las pesadillas a la irritabilidad, se pueden desarrollar también trastornos más graves como la depresión o el estrés postraumático.
La psicóloga indica, además, que existen evidencias científicas que apuntan que estos traumas pueden hacer retroceder a los niños en su desarrollo evolutivo. Cuanto más se extienda la situación de guerra, más posibilidades hay de que estos efectos negativos se manifiesten.
Confusión y culpa
En pleno ataque aéreo, un niño ucraniano se distrajo un poco y tardó en hacer caso a su madre y en bajar al refugio: el ataque ruso se cobró la vida de la abuela del infante, que experimentó un enorme sentimiento de culpa. Se trata de un caso real del que nos habla García-Vera, y que sucede a muchos de los niños víctimas de las guerras: estos no tienen desarrollado el sentido de la causalidad, y creen que sus acciones y comportamientos tienen consecuencias que, a ojos de un adulto, no tienen relación alguna. Es por esto por lo que hay niños que piensan que su casa ha sido destruida porque sus padres le han regañado cinco minutos antes, o que un familiar ha muerto porque han tenido antes una rabieta.
Para evitar este tipo de pensamientos, García-Vera indica que lo mejor es dar las instrucciones concretas a los niños - que casi sean juegos- para que sepan como actuar y ponerse a salvo: de este modo, por ejemplo, se enseña a los niños a esconderse bajo las mesas en caso de seísmo. Es conveniente responder solo a las preguntas e inquietudes que tengan, sin tratar de generar más incertidumbre en una mente que es distinta a la de los adultos: tras perder a su madre en un ataque ruso - otro caso que nos comenta García- Vera-, un niño pequeño preguntó: "¿Quién me va a ayudar ahora con los deberes?". No es un ejemplo de insensibilidad o trauma, sino de un niño razonando como lo hace un niño: pensando en problemas concretos y directos.
Los problemas y los enfrentamientos de los adultos pueden destruir el cándido mundo de un niño, para convertirla en una realidad oscura y sombría en el que sienten que todo el mundo quiere hacerles daño, incluso cuando son adultos. Para María Paz García-Vera, evitar estos efectos es "responsabilidad de todos", pues todo el apoyo, cuidados y acompañamiento que pueda recibir una niña sirve como "amortiguador" ante los horrores de la guerra.
Una lacra internacional
Aunque la atención mundial está centrada ahora mismo en Palestina, los niños sufren en decenas de conflictos en todo el mundo: en 2021, Unicef comunicó que en los tres lustros anteriores había detectado unos 266.000 casos de violaciones graves contra niños en más de 30 conflictos en África, Oriente Medio y América: no se trata de estadísticas ni de números, sino de personas sometidas a torturas, trabajos forzados, maltrato sexual e, incluso, obligadas a enrolarse como soldados en conflictos sobre los que no tienen ninguna responsabilidad.
Horas antes de la entrada del primer cargamento de ayuda humanitaria, más que en la película "La Vida es Bella", hay quien puede pensar en el clásico de Chicho Ibáñez Serrador "¿Quién puede matar a un niño?". Sin embargo, esta no es la pregunta correcta ya que, como sociedad, deberíamos cuestionarnos por qué tantos niños sufren en el mundo y, sobre todo, deberíamos trabajar para dar un futuro - y un presente- a esta infancia marcada por el barro, la pólvora y la sangre.