"Necesitamos entender que nuestro país está hecho de la llegada de nuevos americanos, somos una nación de inmigrantes", destacó el exgobernador de Maryland Martin O'Malley, que hizo las propuestas más progresistas sobre inmigración en el primer debate demócrata de cara a las elecciones presidenciales de 2016 en Las Vegas (EEUU).
O'Malley, el primero de los demócratas en detallar su plan migratorio, dijo que ampliaría el alcance de las acciones ejecutivas del presidente de EEUU, Barack Obama, que benefician a 5 de los 11 millones de indocumentados que viven en el país, para que los inmigrantes puedan trabajar y vivir en el país sin miedo a la deportación. Como gobernador, O'Malley impulsó una versión del "Dream Act" (ley que regulariza la situación de jóvenes inmigrantes indocumentados) para que los estudiantes indocumentados del estado pagasen el mismo precio por las matrículas universitarias que el resto de la población estudiantil.
Sobre el escenario, O'Malley defendió esta medida para todo el país, mientras que la favorita Hillary Clinton dijo que prefería ver cómo funciona en los estados que la han implantado esa iniciativa para facilitar el acceso a la universidad de los estudiantes indocumentados. "Hay tanta diferencia entre lo que se oye aquí con lo que los republicanos han dicho sobre el escenario", destacó, por su lado, Clinton, que elogió el valor de los jóvenes indocumentados, que llegaron al país siendo niños y a los que se conoce como "dreamers" ("soñadores").
Durante el debate, pocas fueron las menciones para el magnate Donald Trump, líder de las encuestas para la nominación republicana a la Presidencia y que propone la construcción de un muro en la frontera con México, así como la expulsión de 11 millones de indocumentados del país.
"Bajo mis políticas, Donald Trump y sus amigos millonarios tendrían que pagar mucho más dinero que lo que están pagando", amenazó Bernie Sanders, senador independiente por Vermont que se postula como el gran rival de Clinton. En estas primarias, el debate migratorio ha ganado mayor importancia a raíz, precisamente, de los comentarios xenófobos de Trump y de la visita a EEUU del papa Francisco, primer pontífice latinoamericano, entre el 22 y el 27 de septiembre pasado.