Habiéndose cumplido ya 500 días desde que el Kremlin lanzó su ofensiva sobre Ucrania, Estados Unidos ha adoptado una polémica decisión: tal y como anunció ayer el Pentágono, el país presidido por Joe Biden suministrará bombas de racimo a Kiev, tal y como ha reclamado el ejército ucraniano en varias ocasiones. La inclusión de este armamento en el próximo paquete de ayuda militar dirigido a los ucranianos, con un valor de 800 millones de euros, ha alarmado a asociaciones como Human Right Watch, debido al peligro que la utilización de estas bombas entraña para las población civil.
Las bombas de racimo fueron desarrolladas en el año 1943, y se utilizaron en combate por primera vez en la Segunda Guerra Mundial. La característica principal de estas bombas es que contienen, dentro de sí, otras "bombetas" o "minibombas" que en el momento de la detonación se dispersan y, a su vez, provocan otras explosiones en un radio de entre 200 y 400 metros. Si este armamento tiene una gran efectividad contra carros de combate o soldados atrincherados, se estima que entre un 10% y un 40% de las "bombetas" no detonan durante el combate, pudiendo quedarse enterradas en el terreno. Al igual que sucede con las minas antipersona, estos pequeños artefactos ocultos en el terreno pueden detonar años después si son pisados por algún transeúnte civil, provocando graves heridas, mutilaciones e incluso la muerte.
Durante la Guerra Fría, Estados Unidos lanzó más de 260 millones de bombas en Laos , causando las bombas de racimo la muerte de 11.000 personas en el país asiático, incluso décadas después de su lanzamiento. Sin embargo, muchos países como Francia, Marruecos, Israel o Etiopía han hecho uso de este armamento en diferentes conflictos. La propia Rusia, durante el transcurso de este conflicto, ha utilizado de manera más o menos frecuente estas armas en territorio ucraniano, tal y como ha denunciado Human Right Watch. El presidente Joe Biden se apoya en este hecho para justificar el envío, asegurando que Ucrania empleará el armamento con precaución al estar utilizándolo en su propio territorio.
Debido al riesgo para los civiles que trae la utilización de estas armas, 123 países han firmado ya la Convención sobre Municiones en Racimo, impulsado en el año 2008. Entre los países firmantes encontramos a la totalidad de miembros de la Unión Europea, así como gran cantidad de países africanos y americanos. Sin embargo, el acuerdo firmado en Oslo cuenta con importantes ausencias, como la de Estados Unidos, Rusia, China, Israel, Pakistán, la India o la propia Ucrania.