El exilio cubano acoge la reanudación de relaciones con Cuba como "un jarro de agua fría"
La noticia caía como una bomba en Miami refugio de los exiliados cubanos. En las calles de la pequeña Habana bastión anticastrista, las criticas se sucedian y señalaban a Obama.Para otros disidentes la politica de aislamiento impuesta durante más de 50 años a Cuba no ha servido de nada.
El "guiño" que hizo Barack Obama a la ciudad de Miami en su histórico discurso, en el que anunciaba el restablecimiento de relaciones diplomáticas con La Habana, no sedujo lo más mínimo al exilio cubano, que ha recibido la noticia como "un jarro de agua fría".
"Cobarde" y "traidor" son algunos de los calificativos que dedicaron al presidente miembros del exilio, disidentes cubanos presentes en Miami como "Antúnez" y, por supuesto, líderes republicanos como Marco Rubio o Jeb Bush, ambos con aspiraciones presidenciales.
Obama dejó pruebas en su discurso de que sabía que la nueva etapa con Cuba podría encontrar en Florida, y muy especialmente en Miami, serias resistencias políticas de miles de cubanos que se jugaron la vida para huir de la dictadura en la isla.
Las referencias sentimentales a Miami en el discurso del presidente buscaban la complicidad de "un sinnúmero de cubanos" que "han ido a Miami, en aviones y balsas improvisadas; algunos sin más que una playera y con esperanza en su corazón".
El presidente invocaba también a la ciudad "estadounidense" como "la capital de Latinoamérica", un lugar que "nos recuerda que los ideales importan más que el color de nuestra piel, o las circunstancias de nuestro nacimiento". Y para terminar, Obama se atrevió incluso en español: "Todos somos americanos", pero en Miami no tuvo efecto, a diferencia de los numerosos apoyos que el presidente estadounidense encontró en Lationamérica.
En los últimos meses el exilio había asistido expectante a la ofensiva mediática del New York Times a favor de un cambio político hacia la isla, y se daba por descontado que en algún momento podría producirse la liberación del contratista Alan Gross y algún tipo de canje con los espías cubanos que todavía cumplían penas en prisiones de Estados Unidos.
La sorpresa fue cuando la Casa Blanca empezó a filtrar que la noticia iba mucho más allá, y la estupefacción total llegó cuando Obama apareció en televisión para anunciar que Estados Unidos ponía fin a 53 años de aislamiento hacia Cuba y acordaba con La Habana el restablecimiento de relaciones diplomáticas.
Una vez superada la "indignación", portavoces destacados del exilio como Ramón Saúl Sánchez dieron a entender también que aunque no creen que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas vaya a suponer una apertura democrática inmediata en la isla, sí quieren afrontar el reto de ese deshielo y estar presentes de alguna forma en las conversaciones. Pero el exilio no es un ente autónomo en Florida.
Muy al contrario, las distintas organizaciones del exilio se retroalimentan con las posiciones inamovibles de líderes del Partido Republicano y, desde luego, del gobernador, Rick Scott, que supone un apoyo institucional de gran peso.
El senador Marco Rubio, cuyo nombre se maneja junto al de Jeb Bush para la carrera presidencial, salió en tromba el miércoles contra Obama y anunció que hará todo lo posible para bloquear el final del embargo.
No se quedó atrás el propio Jeb Bush, que criticó la nueva "extralimitación de la autoridad ejecutiva" de Obama y acusó al presidente de "recompensar a los dictadores cubanos" que almacenan un "historial catastrófico" de violación de los derechos humanos.
Y con la misma ferocidad reaccionaron otros dos republicanos con gran peso en Florida, los congresistas Ileana Ros-Lehtinen y Mario Díaz-Balart. Todos ellos a buen seguro participarán activamente en las manifestaciones que ya anuncia el exilio cubano en Miami para los próximos días. Y será en las calles donde se podrá medir la resistencia real de los cubanos de Miami a la histórica decisión de Obama.