OPINIÓN

Son muchos, malos y cobardes

El Elche CF vuelve a ser perjudicado por los árbitros: Pizarro Gómez expulsa a Lucas Boyé en una acción fortuita y le señala dos penaltis en contra, el segundo de Edgar Badia inexistente

Monserrate Hernández

Elche | 11.10.2022 09:36

Valentín Pizarro Gómez tuvo una mala actuación en el partido Elche-Mallorca | SONIA ARCOS / ELCHE CF

Desde tiempos inmemoriales se escucha aquello de las persecuciones arbitrales en contra de algún club, por uno u otro motivo. Muchas de ellas (casi todas, pienso yo) resultan ser infundadas. Sería realmente grave pensar que 'hay orden' para perjudicar y sentenciar a un equipo en una competición. Más aún, con el escaparate que tiene una Primera División.

En esos casos, uno piensa: puede haber alguno malo o poco preparado. Todos nos equivocamos. ¿O no? Arbitrar debe ser realmente complicado. Sobre todo antes. Tomar decisiones trascendentes para el resultado de un partido en cuestión de un segundo, con miles de aficionados en las gradas y muchos más en sus casas, delante de la tele, opinando desde las redes sociales o sentado tras la barra de un bar.

Con el tiempo te das cuenta de que la evolución del método desemboca en que esa presión social se acrecienta cuando los errores perjudican a un grande. No es lo mismo sacar roja a Kessie en el Camp Nou ante el Elche que hacerlo con John ante el Real Betis, en el Benito Villamarín. No es lo mismo revisar "el impacto con sus tacos en la rodilla de un adversario en la disputa del balón con uso de fuerza excesiva" en el caso de Boyé, según Pizarro Gómez y con el debutante Alberto Gallego en el banquillo, que la de Grenier "en la que le da una patada por detrás, a la altura de la rodilla, a Raúl Guti dejándole los tacos marcados", digo yo y con con Javier Aguirre agitado en su área técnica.

Los detalles. Como en la película Match Point, de Woody Allen. La pelota pega en la red y se suspende en el aire. El anillo es arrojado al Támesis y, tras golpear accidentalmente en una valla, se queda tirado en la calle sin perderse en el río. Al final, los detalles, la 'suerte', termina por cambiarte la vida. O el resultado de un partido. Y, en este caso, ¿de qué depende? De un árbitro; mejor dicho, de dos: del que pita y del que corrige en el VAR (González González). Ya no es uno, son varios. O de seis, que son muchos para fallar en cosas tan evidentes.

Luego está la valentía. La de pitar pensando en la camiseta o en la que se te viene encima. Como si un juez decidiera sus sentencias en función de la prensa, de la opinión pública, de las redes sociales o de otros factores. Se entiende que no debe ser así: la justicia por encima de todo. Pero no, la justicia en el fútbol es algo que parece ideal y que no siempre se aplica o existe. Y durante dos horas depende de seis tipos: un árbitro principal, dos asistentes (1 y 2), el cuarto árbitro, el del VAR y el ayudante del VAR. Cada uno a lo suyo, pero seis ¿eh?

Y con seis, recordando lo difícil que era arbitrar antes del VAR, sin dos tipos más y sin la opción de ver la acción repetida, me parece algo más fácil arbitrar. Si Edgar Badia sale a por un balón, que despeja antes un compañero y choca con un rival o el rival choca contra él. ¿Cómo puede ser penalti? El golpe no es decisivo en la jugada, ni es intencionado ni tampoco está claro que el adversario, que agacha la cabeza y choca contra el guardameta, sea quien produce la falta. Pero penalti, ¿eh? Es el Elche y aquí nunca pasa nada. Nadie dice nada y mañana (hoy) en Madrid nadie se acuerda del pobre.

Lo de mejor de todo, como decía Gonzalo Verdú, es asumir que es lo que toca. "Nos estamos desgastando y de nada sirve hablar de lo que está pasando porque se ve en cada partido", afirma el capitán del Elche. Que la pelota caiga en un lado o en el otro de la red o que el anillo se pierda en el fondo del río no depende de ti, sino del 'azar', del 'destino' o de la 'suerte' que dicta el árbitro. Por eso hay que asumir que es lo que toca y que por el camino te encuentras a muchos árbitros (quiero pensar que todavía no todos) que se vencen al sistema, que son malos por naturaleza y cuya valentía depende de la tormenta a la que te expongas.

Es lo que hay, aunque sean muchos, malos y cobardes. Sólo queda unirse y, ante las adversidades, hacerse más fuerte.