Habib es de Marrakech. Trabaja en una instalación municipal de la calle San Pablo. Nos cuenta que son cuatro las personas de su familia que han fallecido por el seísmo. Busca consuelo en su fe, esperando que todas las víctimas sean acogidas en el Paraíso que promete el Corán.
El Casco Histórico concentra a buena parte de la población marroquí residente en Zaragoza. El propietario de una carnicería musulmana de la calle San Pablo asegura que están viviendo con mucha tristeza la situación de sus compatriotas que se han quedado sin lo poco que tenían, incluido su hogar.
El mismo ánimo se respira en algunos bares frecuentados por marroquíes. En un locutorio de la calle Predicadores, una pareja espera para intentar llamar por teléfono. El hombre no habla apenas español, pero sí su mujer. Nos cuenta que están relativamente tranquilos porque no son de la zona de Marrakech, aunque la tierra también ha temblado en su ciudad, a unos 300 kilómetros de distancia; pero sienten un gran dolor porque consideran hermanos a todas las víctimas del terremoto.