La Puerta de Elvira es una de las fronteras del Albaicín. Aunque la gloria antigua de la puerta ha llegado mermada a nuestros días, constituye uno de los monumentos histórico-artísticos más emblemáticos de la evolución urbana de la ciudad, por haber sido la puerta principal de la Granada islámica. Fue construida en el siglo XI, bajo la dinastía taifa zirí, y reformada ampliamente en el siglo XIV, bajo los monarcas nazaríes de la Alhambra, por lo que constituye un excepcional legado de los momentos más brillantes de la arquitectura militar hispanomusulmana en la ciudad.
Era la puerta en la que se iniciaba la travesía a la primitiva y desaparecida capital de la cora granadina: Elvira. Las coras eran las demarcaciones territoriales en que estaba dividida al-Ándalus. Daba paso a la calle más larga de Granada, que conectaba la ciudad con el corazón de la medina, junto al Darro.
Todavía hoy, cuando una cruza la Puerta de Elvira, tan alta, tan exótica, tiene la extraña sensación de atravesar un túnel del tiempo, de cruzar a través del espejo como Alicia al mundo particular y colorido del barrio patrimonio de la humanidad. Escribió Juan Rulfo que ningún recuerdo es tan intenso como para no apagarse. Sin embargo, el recuerdo del legado islámico de Granada está levantado en piedra en la Puerta de Elvira; mientras se conserve, habrá quien se pregunte por el rico pasado de la ciudad, por la mezcolanza de culturas que nutre su historia.