Ignacio Varela: Profesionalidad frente a amateurismo
Nuestro sabio de guardia, Ignacio Varela, reflexiona sobre cómo se han solucionado las huelgas y conflictos que se han producido en España esta semana.
Felipe González insiste mucho en que una de las exigencias del liderazgo es hacerse cargo del estado de ánimo de la sociedad. Hacerse cargo del estado de ánimo colectivo no significa hacer muchas encuestas ni que el gobernante tenga que hacer siempre lo que la gente reclama. A veces no se puede y otras no se debe. El que lo hace no es un líder, sino un populista.
No es la gente que padece el problema quien tiene que sentarse en el sillón del que gobierna, si no lo contrario. Éste tiene que situarse en la cocina, el taller o la tienda del que lo está pasando mal. Tiene que empaparse de su perspectiva y ver la cuestión como ellos lo ven. En eso consiste hacerse cargo del estado de ánimo de una sociedad o de un colectivo. Solo entonces está en condiciones de regresar a su despacho y, con los recursos que tiene, tratar de buscar las soluciones que sean viables. Quienes proceden así tienen mucha más probabilidad de que les comprendan y confíen en ellos.
Estamos padeciendo un problema diabólico: la combinación de una escalada de inflación con una crisis energética que está contaminando toda la cadena productiva de un país y, eventualmente, puede llevarlo al colapso si no se revierte.
Ante el conflicto de los transportistas la primera reacción fue ignorarlo, la segunda atacar a los convocantes de la huelga diciendo que son de extrema derecha, le tercera tratar de ganar tiempo retrasando quince días la solución y cuando la situación era ya explosiva abrir el cajón y poner 1.000 millones sobre la mesa para apaciguar el incendio. Aún no sabemos si el conflicto está resuelto o no. El problema de fondo desde luego que no lo está.
Al mismo tiempo, la flota pesquera se paró por el mismo motivo. En este caso hubo un ministro que se sentó con los interlocutores adecuados, les demostró que se sabía la asignatura de memoria, no salió a atacar a nadie ni endosarle el marrón a otros y sin necesidad de prometer nada especial ni tirar de chequera consiguió que confiaran en él y desconvocaran la huelga.
La diferencia es abismal. Profesionalidad frente a amateurismo.