Unos aplausos. Estos son los aplausos de decenas de estudiantes formando un larguísimo pasillo para despedir a Mariví Cabero, profesora orientadora del Instituto Tomás Mingot de Logroño. Después de 40 años dedicada a la enseñanza, 27 como consejera y guía, llegaba el día de su jubilación.
Alumnos de todo tipo aplauden y vitorean a la orientadora y luego algunos se animan a contar que gracias a ella quisieron seguir estudiando.
Viendo las imágenes, uno se pregunta qué es lo que realmente nos emociona o hace que llame la atención y se convierta en noticia. ¿Es extraordinario que se puedan dar estos gestos de cariño y aprecio en una comunidad de personas que comparten tantos años y tantas cosas, unos como estudiantes y otros como docentes, especialmente orientadores?
¿Es extraordinaria la reacción de estos chavales a los que en general les ponemos etiquetas o tiranos que no respetan el principio de autoridad o que se manejan con una escala de valores distorsionada? Pues en los colegios e institutos son más los jóvenes dispuestos a seguir demostrando que representan a una generación mejor que la nuestra.
¿Es extraordinaria la resistencia de la propia orientadora pese a reformas educativas, la pérdida de autoridad en las aulas, los equilibrios con los presupuestos o lo complejo de lidiar con unos chavales que se encuentran en una edad en la que ni siquiera ellos mismos se entienden?
A pesar de ello, los colegios e institutos están llenos de profesores y pedagogos con la resistencia que dan la vocación, el deseo de entrega y las ganas de ser útiles a nuestros estudiantes.
Así que la emoción que generan estas imágenes, nos haga recordar que los vínculos personales, la entrega, la vocación y jóvenes mejores no son la excepción en educación. Sí, lo extraordinario.