Alfonso Pazos, 89 años y trabajando: "¿Por qué voy a dejar de hacer algo que es un gozo para mí?"
La edad de jubilación ha vuelto al foco a raíz de unas declaraciones de José Luis Escrivá sobre seguir trabajando hasta los 75 años. Fueron muchas las críticas al ministro, pero también se planteó el debate sobre qué sucede con aquellas personas que quieren seguir trabajando más allá de la edad legal de jubilación.
La edad de jubilación en España oscila entre los 65 o 66 años, en función de lo cotizado, y a partir de 2027 se situará en los 67, como sucede en Grecia, Italia, Noruega e Islandia. También en Bulgaría, Francia, Dinamarca, Portugal o los Países Bajos la edad de retiro está por encima de los 66 años, Irlanda y Reino Unido la igualan y Alemania, Austria, Bélgica, Chipre o Suiza la sitúan por debajo.
Hace unos días el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, aseguraba en una entrevista con Ara que en España hacía falta un cambio cultural y la población debería seguir trabajando entre los 55 y 75 años, para así cambiar la mentalidad de las empresas. El ministro planteaba así incentivos para una jubilación demorada hasta los 75 años.
Seis décadas en una profesión que considera un gozo
Pero hay quien ni se plantea dejar de trabajar. Alfonso Pazos, tiene casi 89 años y no piensa dejar de ir a su despacho situado en Ourense. Lleva seis décadas ejerciendo como abogado, siguiendo la estela de su padre, quien le escribió que esa profesión le llevaría a "ver más de cerca las estrellas". Le escribió por carta porque su padre además de abogado fue diputado en las Cortes durante la Segunda República y en 1936 tuvo que exiliarse por la amenaza de las tropas de Franco. Se instaló en México dejando a Alfonso en España, pero nunca perdieron el contacto, las cartas eran frecuentes y la que impulsó a Alfonso para ser abogado fue decisiva.
A la pregunta de cuándo va a dejar de trabajar, Alfonso responde que no puede. Su jornada "laboral" comienza a las 7:30 horas cuando se despierta, y después de desayunar acude al despacho hasta las 13:00 horas: "Lo paso muy bien, hablo con gente y me encuentro muy a gusto. ¿Por qué voy a dejar de hacer algo que me gusta y que para mí no es un trabajo, sino un gozo?". Afirma que el día que no pueda seguir trabajando, será cuando lo deje.
La influencia de tres maravillosos profesores
Recuerda cómo fueron sus inicios, cuando tuvo que estudiar "por libre" la carrera, cómo tres brillantes profesores le animaron a que hiciera oposiciones y cómo su padre le instó a que aprendiese el oficio con alguien capaz de "cerrar el lienzo del egoísmo".
"A partir de ahí, fui a un despacho a hacer la pasantía, me matriculé en Ourente y me fue bien. Trabajé mucho y no hice nunca distinción entre el cliente que podía pagar y el que iba por turno de oficio", asegura.
Comenta que tiene muy presente cuál fue su primer caso, una chica detenida por abortar en un tiempo en el que el aborto estaba penalizado: "Me encargaron su defensa y salió bien, y desde entonces debió correrse la voz de que estos asuntos los llevaba muy bien y empezaron a llegarme casos de aborto".
Se resiste a las nuevas tecnologías
Alfonso reconoce que no le interesan los teléfonos móviles porque es muy celoso de su privacidad: "cuando empezaron, mis hijos me regalaron uno. Les di las gracias y al mes se lo devolví porque no lo quería. Primero, porque me llaman y tengo que atender; segundo, me llaman y no puedo decir que no me has llamado; estoy localizable a todas horas y no quiero. Lo devolví y desde entonces no tengo teléfono. No los uso, me revelo, qué le vamos a hacer, cosas de viejos".