Los asuntos del corazón son buenos para el corazón
¿Tener el corazón contento es bueno para la salud? ¿Amar es beneficioso para este órgano? Recientes investigaciones están atando cabos y va a resultar que no se puede negar que los asuntos del corazón son buenos para el corazón. Nuestro divulgador científico, Mario Viciosa, reflexiona sobre este asunto en Por fin no es lunes.
Asociar el corazón al amor cortés tiene sentido. La persona que ama, palpita. Se acelera. Entra en taquicardia. Pero eso, que podría considerarse un síntoma de alguna patología, en realidad ahora sabemos científicamente que es una respuesta a procesos que implican un claro beneficio para la salud. Que el amor es fisiológicamente bueno ya lo intuíamos, pero los efectos beneficiosos de los lazos afectivos no eran tan evidentes. En las sociedades actuales, donde hay verdaderas epidemias de soledad no deseada, de estrés y ansiedad por distintas causas ha quedado demostradísimo el efecto terapéutico del amor en todas sus versiones. Los vínculos afectivos con nuestros cercanos, con la familia, amistades, pareja mejoran la presión arterial, reduce “factores psicológicos del riesgo” y hasta tiene un impacto medido en los tratamientos antitumorales o diabéticos.
Pero, ¿ qué poder tienen los sentimientos de afecto, vínculo y confianza en ese órgano concreto del corazón? Hablamos de la famosísima oxitocina, la hormona del amor y de la confianza. Y, en general, de un montón de sentimientos positivos relacionados con el vínculo social. Se dispara y esparce por el cerebro cuando nos abrazamos, pero también cuando vemos una obra de arte impresionante o al hacer ejercicio. La oxitocina es una de las responsables de las contracciones del útero, de la lactancia o de la eyaculación. Y los últimos estudios apuntan a que también está implicada, y mucho, en la activación de las células del epicardio. El epicardio es una finísima capa que recubre el miocardio. Y el miocardio, a su vez, es el corazón del corazón, es el músculo. Un músculo sano pero que necesita acción.
Hace poco más de un año se presentó el resultado de un estudio de un equipo de la Universidad Estatal de Michigan al respecto. Lo hicieron en cultivos de células humanas y de peces: pusieron oxitocina en una placa de células derivadas de epicardio, de esa capa externa del corazón. Se volvieron "locas", se estimularon y empezaron a intentar migrar hacia el miocardio, que en este caso, no había un corazón humano dentro de un humano, pero se vio cómo lo hubieran hecho de haber estado ahí. Esto es importante, porque esas células, por así decirlo, empezaron a reprogramarse para convertirse en células del músculo del corazón. Y de ahí, a formar lo que se llaman cardiomiocitos. Los cardiomiocitos son una células alucinantes porque palpitan espontáneamente. Aunque estén fuera de un cuerpo.
Los cardiomiocitos palpitan gracias a impulsos eléctricos. Ondas de descarga eléctrica. Y esta viene de nuestras particulares baterías de iones de cloro, sodio, magnesio, calcio y potasio. Es decir, el organismo es también una central eléctrica. Las células lo son. Y las del corazón, muy singularmente. Para palpitar no necesitan oxitocina en sí misma, pero lo que sí hace la oxitocina es favorecer la reparación de esas células palpitantes. Algo que, por cierto, se pensó durante algún tiempo que no era precisamente fácil o posible en mamíferos. Y, de hecho, se cree que no funciona cuando hay un ataque cardiaco.
Si nos rompen el corazón se nos rompe el corazón un poco. O, más bien, que si se ha roto el corazón, físicamente, ha habido un ataque o un daño, la ausencia de oxitocina hace que se repare peor. Es decir, que ante un problema cardiaco que implique destrucción de esas células coronarias, como un infarto, todo lo que sean afectos, abrazos, lazos sociales, etc. van a favorecer la recuperación.