En la infancia muchos hemos jugado a inventarnos lenguajes propios como un juego de niños. Un juego que algunos han hecho realidad llegando a inventarse lenguas reales. En Por Fin No Es Lunes, Judith González, repasa con Isabel Lobo las lenguas fantásticas que han recorrido la historia del cine, pero también la vida real.
Una de las primeras fue el élfico, inventada por Tolkien para el universo de El señor de los anillos. El filólogo y escritor siempre había soñado con construir una lengua y su posterior adaptación al cine abrió el camino a nuevos idiomas. Perola literatura nos ha regalado muchos más en casos como Rayuela.
La obra de Cortázar nos invita a conocer una lengua en la que se cambian los sustantivos y los verbos y se crean otros a base de jitanjáforas musicales. El gíglico aparece en uno de sus capítulos y con este idioma nos describe una relación sexual: ''Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso''.
De las lenguas se inventan, incluso, universos. Como el lingüista estadounidense que se inventó el klingon para la película Atlantis. Un idioma que no fue muy creíble en los años ochenta, porque le faltaba una estructura y una fonética para darle autenticidad. En películas como Dune o Avatar sus lenguas inventadas fueron ya más melódicas y musicales.