Un atajo... pafuerista, salideral, billeterero y viajusto
Uno de esos de ida y vuelta, preferentemente turrarístico en esto de que nos demos al bamboleo de hamacas, mochilas y mapas de autoretorno.
VIAJE. Trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción. Antes viajar también era una expresión de venta... viajar alpargatas, toallas u otros objetos de cotidiana vitalidad veraniega.
VIAJAR. Una palabra prohibida, anestesiada en los últimos meses, olvidada y hasta vilipendiada. Recuperada en los libros, anhelada en los álbumes de fotos de veranos pasados. Viajar había pasado a ser algo que nos contábamos de nosotros mismos en otras épocas. Cada uno como viajero de su propia vida. Y esto que en sí ha sido un sacrificio y casi un autoflagelo nostágico resulta que empieza a revertirse. Quizás podemos empezar de nuevo a no querer que nos cuenten cómo está el mundo, sino a comprobarlo con nuestros propios sentidos, certificado covid mediante, con o sin mascarilla. ¿O no querido Sabino? Coja la guitarra, nos la llevamos también a cuestas. Para viajar basta existir, suspiraba Pessoa. Pero no representa lo mismo para todos.
Relajo el lomo con la inspiración de JULIANA GONZÁLEZ RIVERA, el viaje se puede abordar por su presencia en todas las dimensiones de la vida, es la GRAN METÁFORA. Hay viajes a los que les debemos los secretos gastronómicos más antiguos, la tempura de Japón a la maestría de los españoles y portugueses. Otros lo usaron como método, principio, fuente y no solo Descartes, Nietzsche o Rousseau. ¿Qué sería del viaje de la vida sin las experiencias de aquellos que partieron desde este lado del atlántico al otro para hacer las américas? Hijos y nietos de indianos, su Ítaca sigue siendo una revelación de nuestros tiempos.
¿De dónde surge la necesidad de movernos? Este quizás sea un punto atajable... PUA EN ALTO SABINO. ¿Viaja solo quien saber irse? Como explicaba Pedro Sorela el otro día por el bosque. ¿Qué es hoy exactamente viajar, qué connotaciones ha adquirido en el último año como en la última semana? Viajar y acercarse a la orilla tiene tanto de bucólico como de real y dramático en la actualidad de titulares y noticias. ¿Forma parte de nuestro ADN el impulso de viajar? ¿De dejarnos en otros sitios, así como otros que vienen se quedan en nosotros para siempre? A pie, en bici, con mochila, maleta, sin nada, en compañía, en soledad, con rumbo, sin rumbo, con destino fijo o variable. Planeado o sobre la marcha. Con pulsera, a la aventura, sabiendo o sin saber. Importa tanto el lugar o mas lo hace la idea de corroborar que en cualquier lugar del mundo uno puede sentirse en casa, realmente apegado a esos sitios en los que nunca ha estado pero siente haber pertenecido en otra vida. Abran los ojos, expandan sus pulmones, ahora llega la parte inconformista de ida y vuelta. Último tralarito.
A cada atajo le sigue el camino largo: el de repensar. Escucha la reflexión de Sabino Méndez sobre la invitación al viaje y las ganas de no odiar el hogar.
Cuando estamos en 'x' nos gustaría estar en 'y'. Volviendo de 'y' nos acordamos que quizás hubiera estado mejor lo de 'a' y 'b' y qué si en vez de 'z' se nos hubiera ocurrido antes quedarnos más tiempo en 'x'. Puede que este año nuestras expectativas no sean las de antes, y el nivel de conformismo se haya estabilizado. Eso para los que puedan viajar en lo que entendemos por viaje estándar; porque para los que no, el disfrute se dispara: la plaza, los viñedos, el monte o la sierra, lo de aquí al lado redescubierto con otros ojos. Total, el cielo que cubre Castilla una tarde de julio cualquiera podría ser el mismo y del mismo azul intenso que el del Cairo en un día de tormenta de arena. Principio de viaje indiscutible: la mirada propia, la imaginación; que siempre hace escala en cada una de las capitales de la ilusión por descubrir más allá de lo que el bolsillo alcanza.