A mí la tecnología me entusiasma, eso intento al menos, transmitir siempre en este minuto tecnológico. Pero reconozco que sólo leo libros en papel. Tocarlos, pasar sus páginas, incluso olerlos. Escribir en ellos o dejar recuerdos entre sus hojas. Todo eso sólo lo vivo con el libro de papel. Y no solo yo. Casi todo el mundo.
Un informe de la consultora Price Waterhouse apunta a que el único formato físico que está sobreviviendo e incluso mejorando sus ventas a nivel mundial es el libro de papel. El resto están en vías de extinción. Los DVD de películas y los CD de música se han hundido. Y en el mismo camino van los videojuegos frente a su versión on line. Pero el papel se mantiene. Y en el papel se ha escrito hasta hace poco toda nuestra historia.
Una historia en papel que hay para conservar en el tiempo y por eso nuestras bibliotecas y nuestros grandes fondos documentales se digitalizan. La Biblioteca Nacional en Madrid tiene más de treinta millones de libros, manuscritos, revistas, folletos o mapas que desde hace años están siendo digitalizadas. Lo curioso es que hace poco la responsable de este proceso de digitalización contaba que la gran paradoja que se estaban encontrando era la "obsolescencia digital programada". Es decir, sistemas operativos y formatos digitales en los que se digitalizó y que ya no se usan o están obsoletos por lo que tienen que volver a ser actualizados.
Al final, con permiso del escritor polaco Stanislaw Lem del que recomiendo que lean su novela 'Memorias encontradas en una bañera', parece que el formato que mejor resiste y, más fácil de usar, sin tener que actualizarse, es el papel.
Por tanto, larga vida al libro de papel. Un buen regalo.