Monólogo de Alsina: "A Rivera se le queda pequeña la sala de trofeos; el PP va a entregar la cabeza de Cifuentes"
Quince años han transcurrido desde que ocurrieron los hechos, nueve desde que empezó la investigación judicial.
Rápida no ha sido la instrucción, pero todo acaba llegando. Hoy empieza a ser interrogado, ante el tribunal juzgador, José Antonio Griñán, ex presidente socialista de la Junta de Andalucía.
El caso de los ERE. Hoy el Partido Popular estará contento porque los medios hablaremos dedicaremos minutos a lo que se le pregunte y lo que responda Pepe Griñán. Sobre todo si sale alguna noticia del interrogatorio. Y así confía el PP en que escampe la tormenta madrileña de Cifuentes y de su máster y afloje la presión sobre el partido.
Bueno, abandone el PP toda esperanza porque hay tiempo para hablar de todo y porque una presidenta autonómica tambaleándose y a punto de dejar de serlo no hay Griñán, ni juicio, que lo eclipse.
Como bien sabe el propio Griñán, que ya se tambaleó él mismo hace cinco años y que por eso dejó el cargo diez minutos antes de que el caso de los ERE llamara a su puerta en forma de imputación. Él se apartó del cargo, se refugió en el Senado y luego su partido terminó de sacrificarlo: su cabeza la reclamaba Ciudadanos para hacer presidenta a Susana Díaz y su cabeza fue entregada. Como entregó el PSOE la de Chaves. Como entregó el PP la de Pedro Antonio Sánchez. Como va a entregar el PP la de Cifuentes.
A Rivera se le está quedando pequeña la sala de trofeos en la que exhibe las cabezas disecadas.
Ya tiene hecho el taladro y colocada la escarpia.
Ya ha dado Rajoy pistas suficientes de que este pulso lo va a ganar el joven coleccionista de cabezas. A saber:
1 • Neutralizar al equipo de Cifuentes para que el tema lo gestione Maillo. Dirección nacional. Y no Cospedal, que no ha vuelto a publicar un tuit de exaltación de la presidenta madrileña. Maillo, el señor Lobo, que decía ayer aquí John Müller.
2 • No responder ya más preguntas sobre el máster ni hacer pronósticos sobre el desenlace de esta película.
La mayor de las pistas la dio ayer Rajoy en Buenos Aires cuando respondió, sobre Cifuentes, lo mismo que Mauricio Macri pero en largo. Macri es el presidente argentino. Y se entiende que él no tenga nada que decir. Tal como Rajoy, teniéndolo, aún no quiera decirlo todo.
Esto es lo que sucedió ayer en la rueda de prensa. Cuando le tocó preguntar a esta cadena.
Y Juan de Dios Colmenero se puso a la tarea de plantearle a Rajoy lo de Puigdemont y lo de Cifuentes.
La respuesta de Macri, que se coló como espontáneo, fue no responder nada.
Y la de Rajoy fue parecida, pero sin acento porteño.
Que lo de Cifuentes lo lleva Maillo, para entendernos. Y que no volveremos a escuchar al presidente hacer un pronóstico tan desnortado como aquel que hizo hace sólo una semana en Argelia. Cómo cambian las cosas.
La polémica estéril ha acabado siendo el principal problema del PP esta semana. Rajoy se refiera ya al máster como 'ese tema por el que usted me pregunta' y está a un telediario de empezar a referirse a Cifuentes como 'esa persona de la que usted me habla'.
En la URJC se precipitan los acontecimientos, brotan cadáveres de los armarios, se desmorona el tinglado del Instituto de Derecho Público. Este organismo que se presenta como centro de investigación y docencia y en el que la falsificación de firmas de profesores parece que estaba a la orden del día.
Dos nombre en el punto de mira de la investigación que ya realiza la policía bajo la dirección del fiscal: Enrique Álvarez Conde, director del instituto, y Cecilia Rosado, profesora que fue candidata de IU a las elecciones que ganó Cifuentes en 2015.
A Álvarez Conde le pudieron escuchar ustedes en este programa el viernes decir con toda tranquilidad que el acta del examen de fin de máster se había reconstruido y que una de las profesoras firmó por las otras tres. A Cecilia Rosado aún no la hemos escuchado dar explicación alguna, pero ella es la sospechosa de rellenar actas de exámenes o convalidaciones e imitar las firmas de profesores que ahora dicen que nunca supieron que se firmara en su nombre. Y la sospecha creciente es que ésta pudo ser una práctica habitual en ese equipo académico: la profesora de confianza y el director del máster.
El caso ya es policial, está la fiscalía, hay una denuncia de amenazas y acabará en el juzgado.
Comisión de investigación ya veremos si acaba habiendo, o no, en el Parlamento regional. Una vez que caiga Cifuentes el PP intentará pasar página y será la oposición la que diga si hay caso universidad o si cobrada la pieza las irregularidades en la Rey Juan Carlos no se menean más.
Pruebas tenemos, es verdad, de que las comisiones de investigación parlamentarias dan para investigar bien poco. A las comisiones llegan los diputados con la prensa y los sumarios leídos por encima y con afán de poner en apuros al compareciente, no a descubrir nada. La comisión del Congreso sobre las finanzas del PP sirve, si acaso, para comer palomitas viendo a Rufián pasando el cásting de interrogador avezado e incisivo. Rufián queriendo ser Perry Mason pero sin golpe de efecto que aportar.
Aquí tienen un ejemplo: teoría y práctica de cómo hacer preguntas sólo por el gusto de hacerlas, sin tener el menor interés en escuchar una respuesta. Rufián e Ignacio González.
Ver a Rufián invocando la palabra de un juez de instrucción como fuente de autoridad y mencionando la prisión preventiva como prueba de que el compareciente delinquió. Qué buenos son los jueces que atribuyen delitos a ex gobernantes del PP, qué malo es Llarena.
Y qué crítico cinematográfico ha perdido el Congreso.