La mala planificación y sobre todo la corrupción de muchos de sus mandos les condenan a la enfermedad, la sed, el hambre y el sufrimiento. Los blocaos, pequeñas posiciones aisladas y dispersas en aquel terreno hostil, se convierten en auténticas cárceles para los reclutas, sobre todo a medida que se va organizando la resistencia rifeña. El rápido avance del ejército de Silvestre empieza a encontrar respuesta. Un antiguo aliado español, Mohammed Abd-el-Krim, se erige como líder rebelde.