A primera hora de la mañana del 23 de septiembre de 1948 María Docampo sale de la habitación donde duerme con su hermana Encarnación para ir al baño. Pero no llega al aseo, porque su marido la intercepta y la encierra en otro cuarto. La familia, temiéndose lo peor, trata de salvar a María pero no pudieron.
O Jalisco asestó a su esposa María treinta puñaladas, pero no fue la única víctima, porque al intentar ayudar a su hija, la madre, María Ramos, sufrió una cuchillada mortal en la yugular, y la hermana, Encarnación, también cayó asesinada con heridas mortales en los pulmones y el corazón. Solo sobrevivieron el padre y la hermana Josefa.
En cuanto al asesino, primero intentó suicidarse, prendió fuego a la casa, pero sí: la Guardia Civil le detuvo y le interrogó allí mismo. En noviembre de 1950 se celebra el juicio, al que acude el vicecónsul americano en Vigo, ya que aunque la familia era gallega, tenía pasaporte estadounidense. Que pudo ver cómo a García Peña le condenaron a tres penas de 16 años cárcel (una por cada asesinato) y otros 15 por el incendio. Además de una indemnización de 150.000 pesetas de la época a los familiares supervivientes.
García Peña se declaró muy arrepentido en el juicio; 15 años después ya estaba en la calle. En 1965 se casó en Canarias con una mujer que se llamaba Irene Quevedo, y que tuvo un destino tan fatal como el de su primera esposa. A Irene de hecho la asesinó durante el verano de 1976 junto a la hija que tuvieron en común, una niña que llamaba Yolanda, y lo hizo de nuevo a puñaladas. Y otra vez quemó después la casa, antes de escapar a la Península.
Finalmente, el asesino fue detenido en Barajas; su plan era llegar a Barcelona pero acabó antes en manos de la policía. Sin embargo, García Peña esta vez no fue a la cárcel, sino que le ingresaron en un centro psiquiátrico, donde acabaría por suicidarse en el año 1979.