Y depende de algún milagro, porque buscar el milagro es pretender la centralidad y, al mismo tiempo, endurecer el discurso conservador. El PP hizo lo que pudo, al mejor estilo apostólico: predicar que el PP es la religión verdadera y Casado, su representante en la tierra, canonizado porAznar: un líder como un castillo.
Las restantes religiones, especialmente Vox, no citado para no caer en herejía, son imitaciones y disfraces. Y esa fue la esencia de la Convención: reclamar el patrimonio de la derecha, ocupar todo el espacio, agrupar a los fieles, llamar a los descarriados a la casa del padre, que llaman casa común de la derecha.
Un cierto espíritu aznariano en los mensajes de Casado. Un cierto liberalismo teñido de ortodoxia que conecta con el fundador Fraga, una necesidad que no es de sobrevivir, sino de volver a ganar. Y al fondo y como primera voz, Alberto Núñez Feijóo. Gran discurso, todos fueron grandes discursos, pero a mí lo que me interesó fue lo que dijo después a un periódico: "los líderes se consolidan cuando ganan las elecciones". Es decir, que la euforia de la Convención, la religión verdadera y el catecismo de Casado quedan pendientes de las urnas. Y creo que Feijóo también.