Madrid | 30.06.2021 08:40 (Publicado 30.06.2021 08:38)
En España, decía Juan de Mairena, "no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para responderse a sí mismo”. Tengo la impresión de que eso fue lo ocurrido en Moncloa. ¿A qué vas?, se preguntó a sí mismo Aragonés. Y se respondió: a presentar lo que demandan los partidos del govern, los indultados y los exiliados, amnistía y referéndum. Y, de puertas afuera no se salió del guion. Un president, cuando viaja a Madrid, tiene que bajarse del tren en Barcelona con abultada mercancía independentista. Si no, se le plantea el gran principio filosófico de José Mota: “ir pa ná es tontería”.
El anfitrión también se preguntó a sí mismo: ¿a qué viene? Y, como tiene su público y la derecha no le quita ojo, le dijo a María Jesús Montero, es decir, a sí mismo: no menciones a Rajoy, pero di que se habló de inversiones. Y el resto, ya sabes: Constitución a tope, nada fuera del marco constitucional.
Es obvio que no pasaron las dos horas y media hablando en esos términos. Es obvio que Sánchez tuvo que responder algo a la amnistía y a la autodeterminación. Y es obvio que nos quedamos sin saberlo. Yo no imagino una reunión donde uno diga: vamos a plantear la independencia, el perdón de las deudas y la vuelta de los exiliados y el otro responda: tengo un plan de infraestructuras que mola cantidad. A eso se le llamó siempre diálogo de sordos. Incluso a veces diálogo de besugos. Y los cronistas políticos, agradecidos: a falta de información, vía libre a la imaginación.