Rubén Amón indulta a los madrileños: "Para una vez que nos sepulta la nieve, se nos llama exagerados, victimistas"
Rubén Amón indulta en Más de uno a los madrileños después de haber sufrido las intensas nevadas causadas por el temporal Filomena.
Madrid | 19.01.2021 09:57
Me voy a indultar un poco a mí porque voy a indultar a los madrileños, perfectamente consciente de que se nos observa con recelo y hasta con un ansia de protagonismo. Para una vez que nos sepulta la nieve.
Y se nos llama exagerados, victimistas. Y se nos trasladan reproches de narcisismo colectivo. Pero creo que tenemos esta vez razones para acaparar la jerarquía informativa. Por razones demográficas y económicas. Y más todavía cuando el madrileñismo no consiste en reivindicar una identidad, sino en carecer de ella.
Digo que tenemos derecho a un tratamiento excepcional. Y no estoy hablando de privilegios. No tiene ninguna gracia reclamar el estado de zona catastrófica. Ni la tiene el colapso de las urgencias de traumatología.
No hay más que vernos desamparados sobre el hielo llevando unos castellanos. Como si estuviéramos aprendiendo a caminar o atravesando un campo de minas. No sabemos utilizar el pico y la pala más allá de lo que hayamos aprendido viendo Fargo. Se desmayan los árboles. Y se desprenden los aparatos de aire acondicionado. No ya del peso que tienen encima, sino por su sinsentido funcional.
Hemos pasado del lema celestial, de Madrid al cielo, al lema terrenal, de Madrid al hielo. Y es cierto que Filomena nos sorprendió con la una estación de esquí, aquí sí hay playa, pero aquella euforia lúdica se ha resentido ahora de un escarmiento feroz.
La ciudad se ha congelado. Muchas calles continúan intransitables. Y la única solución posible no es política, sino meteorológica. O sea, que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva, mientras agonizan lo pequeños comercios, no solo malogrados por el coronaviurus, sino expuestos ahora a una cuesta de enero que requiere subirse con crampones, clavos, cuerdas y piolets.
Estamos bien jodidos los madrileños, de tan bajo que vuela el grajo. Igual es el momento de cambiar el símbolo de la ciudad. El oso polar y el madroño, se me ocurre.