Ayer Corea del Norte disparó un misil que sobrevoló Japón provocando 20 minutos de pánico. Los japoneses tuvieron que refugiarse bajo tierra. Y las dudas de qué podrá hacer el tirano norcoreano con su armamento nuclear se suman ahora a la inquietante amenaza de Putin insistiendo en que utilizará todos los medios a su alcance para ganar esta guerra que él solito empezó.
Tras 77 años de tabú en el uso de armamento nuclear, de pronto, de nuevo, el horror no parece descartable. A medida que las tropas rusas van siendo expulsadas de territorio ucraniano, tener a Putin acorralado hace el escenario cada vez más imprevisible.
Y en este momento de incertidumbre máxima, en el que España está incluso negociando con Alemania la entrada en un escudo antimisiles, llega una buena noticia. Una que aporta un poco de orden entre tanto caos. El mundo se estará desmoronando, sí, pero el Parlamento Europeo acaba de dar el ok definitivo al cargador universal. Por fin la esperanza de que el futuro sea un lugar mejor.
Con tanta amenaza existencial, no sabemos ni cuáles serán las fronteras de Europa en otoño de 2024 ni cuánto costará la cesta de la compra para entonces, pero al menos sabemos que en dos años ya no hará falta cargar con una maraña imposible de cables para móviles, tabletas, cámaras, ordenadores, auriculares y demás porque uno solo servirá para cargarlos a todos.
Aumentan los precios, los populismos y las amenazas nucleares, pero tendremos cargador único.
Tras 10 años negociando el acuerdo, el Parlamento Europeo demuestra para qué sirve la política: hacernos las vida más fácil. Ahorraremos, calculan, 11.000 toneladas de residuos, 250 millones de euros en cables obsoletos o triplicados. Que si nos pilla el apocalipsis nuclear, al menos no sea rebuscando el cable que nunca aparece.
¿Moraleja?
En Bruselas no serán capaces de negociar la paz, pero acaban de aprobar el cargador.