Sarkozy, especialista en meterse al público en el bolsillo
Les voy a decir una cosa.
Quizá él hubiera preferido que en lugar de un collar le dieran una “A” de repuesto, para suplir la que el viernes le retiró Standard and Poors (“mi triple A, mi tesoro”), pero Sarkozy va a tener que darse por contento porque, de aquí a las elecciones de abril, el único premio que le va a caer es éste que hoy le entregó don Juan Carlos: el collar de la orden, más conocido como toisón de oro, con el que la Corona distingue a sus amigos, en la medida en que se les considera “amigos de España”.
“Amistades que son ciertas nadie las puede turbar”, dijo el Rey citando a Cervantes. Al amigo Sarkozy le harendido tributo el Estado españolencarnado hoy en el Palacio Real no sólo en la persona del Rey, sino de cuatro presidentes de gobierno, Felipe, Aznar, Zapatero (en su debut como “ex”) y Mariano Rajoy, que es a quien más va a ver Sarkozy en lo que queda de mes porque tienen cumbre europea y líos diversos. Tributo, agradecimiento, por el papel que ha desempeñado Francia en la lucha contra los terroristas de ETA, el mayor enemigo que ha tenido la democracia española en estos 37 años,junto con los golpistas del 81 que, afortunadamente, duraron poco. Nicolás Sarkozy, que anda agobiado estos días porque Standard baja la nota a la deuda pública y los franceses se la bajan al presidente en las encuestas, ha podido, durante un rato, orillar la encrucijada financiera para hacer un discurso sobre otras cosas: sobre la libertad y el derecho a pensar distinto, sobre la dignidad de las víctimas del terrorismo, sobre el mérito que ha acumulado España erradicando la extorsión, la amenaza, el tiro en la nuca y el coche bomba.
“A España la sentimos cercana”, dijo el francés, “a España la amamos desde Francia”. Dices: bueno, Sarkozy es especialista en meterse al público en el bolsillo cada vez que visita un país (cuando estuvo en Estados Unidos parecía más americano que Obama). Es verdad, pero escuchar a un presidente francés, de la Francia vecina y rival de España durante siglos, la Francia pagada de sí misma que despreciaba al vecino sureño por atrasado, hacer esta declaración de amor y admiración por España, oiga, Napoléon se habrá revuelto en su tumba, pero el tambor del Bruch estará reconfortado. Pensando en Rajoy ha dicho Sarkozy en el Palacio Real -y luego lo ha repetido en la Moncloa- que nuestro país tiene un papel muy destacado en la Unión Europea (menos mal, porque en Moncloa ya temían que Merkel y Sarkozy sólo quisieran hablar con Mario Monti) y que la silla que Zapatero consiguió en el G-20 (¿se acuerdan de la silla del G-20, que se le reprochó a Zapatero que había mendigado un hueco al francés al precio que fuera? -no sería un toisón-), la silla la podrá seguir utilizando Rajoy, o sea, que veremos al nuevo presidente codeándose con los Obama, los Hu Jintao, los Dilma Rouseff, en los próximos encuentros.
Aunque, para estrenarse, ya tiene bastante el señor Rajoy con el consejo europeo de dentro de dos semanas, la cumbre que girará en torno a esta pregunta: con la crisis de la deuda aún coleando y con políticas de recorte en todos los países, ¿a alguien se le ocurre alguna idea para frenar el paro y crear empleo? Al gobierno de España le encantaría estrenarse levantando la mano y exclamando: yo la tengo, yo la tengo. Tengo la fórmula para atajar el paro y generar el empleo. Se llama reforma laboral. Y acabo de presentársela a mi Parlamento. Qué bien si llegara a ocurrir eso, eh, que el gobierno supiera qué teclas ha de tocar para revertir la agónica tendencia que lleva el desempleo en España y....las tocara. El día cero se supone que era hoy. Finiquitada la última entrega del serial interminable (y reincidente) del diálogo social, es hoy cuando el gobierno considera agotada esa vía (le ha costado) y pone sobre la mesa su propuesta. Esperando estamos.
La presencia de Sarkozy esta tarde en la Moncloa, y la liturgia que señala que los jefes de gobierno extranjeros siempre dan luego una rueda de prensa, ha permitido que los periodistas pudieran ver, por fin, al presidente Rajoy en la sala de prensa dispuesto a contestar preguntas. Fueron: sobre la tasa Tobin que defiende Sarkozy –tasa a las transacciones financieras- y sobre los impuestos.
La novedad, la noticia, es que Rajoy apoya la tasa Tobin, y no para hacerle un favor a Sarkozy, sino porque es una buena idea (porque ahora es una buena idea, porque cuando la proponía Zapatero a Montoro le parecía retórica inútil). Sobre los impuestos, admite el presidente que a su electorado no le ha podido gustar la subida, aunque confía en poder bajar los impuestos alguna vez. ¿Y el IVA garantiza no subirlo?, le preguntaron, y dijo “hombre, yo creo que ya hemos subido bastante los impuestos”, pero garantizar, lo que se dice garantizar, aquí no está garantizado nada. De la reforma laboral, sin novedad. El presidente recuerda las enmiendas que él presentó a la de Zapatero y sugiere que por ahí va a ir la suya. Su primera gran reforma estructural. Que a Rajoy le puede pasar lo que a Francesco Schettino, el capitán del crucero Concordia: que si no hay profundidad suficiente, naufraga.
Como presidente de gobierno ha despedido, en fin, Rajoy al fundador del partido que él, hoy, lidera. Manuel Fraga, pieza clave en tantos episodios de la política española, testigo y actor (en papeles diversos) de la historia de los últimos cincuenta años. Que han sido cincuenta años muy movidos y en los que el país vivió una evolución tan profunda que sólo poniéndole perspectiva al análisis llega uno a entender hasta qué punto ha cambiado todo. La vida de este Fraga al que algunos reducen a su condición de padre constitucional y otro, a la de ministro de Franco, la vida de Fraga es el reflejo fiel de la evolución que ha tenido una parte muy importante de la sociedad española, de la identificación con la dictadura a la identificación con la monarquía parlamentaria, es decir, con la democracia.
La nutrida parte de la sociedad -es imposible saber si era la mayoritaria porque bajo una dictadura nadie se expresa libremente- que se sintió franquista, que desfiló por la capilla ardiente del dictador con ojos empañados (incluidos políticos y artistas que después renegarían de haberlo hecho), pero que ya había entendido para entonces que aquel régimen había que reformarlo (“la apertura”) y que acabó asumiendo después la democracia, haciéndola suya y defendiéndola frente a quienes quisieron tumbarla: los golpistas y los terroristas. Fraga tenía un pasado, obviamente, tenía pasado porque España lo tiene. Reducir su figura a lo que hizo antes del año 70 es tan absurdo como pretender ocultarlo. La transición consistió en eso.
El cambio de sistema pilotado por hombres del régimen, el alumbramiento de la democracia a base de pactos y de transacciones, la evolución ideológica que fueron realizando (desde años antes de que el dictador pasara a mejor vida) todos los nombres fundamentales de la época, tanto en la derecha como en la izquierda, animados por una sociedad que cambiaba con ellos. Oiga, es que hubo una época en que Fraga era visto como moderno y progresista, cuando el régimen dictatorial asistía al pulso aquel entre inmovilistas y aperturistas: más rancios los primeros, más flexibles los segundos. A ver, comparado con Arias Navarro cualquiera era moderno. La trayectoria de un político como Fraga -sesenta años en activo- tiene pasajes y matices de todo tipo, y será teniéndolos todos presentes como la Historia, con mayúscula, acabe emitiendo su juicio.
Lunes, 16, el primer día verdaderamente frío del invierno y las primeras nieves. Con su permiso le ponemos un chorrito de brandy al café...del brandy de Osborne, Magno, a la salud de esta película que anoche se llevó el Globo de Oro a la mejor cinta extranjera. “Nader y Simin, una separación”. Una buena historia sobre la sociedad iraní, la clase media de Teherán, a partir del momento en que Simin, la esposa, decide separarse del marido no porque no le quiera, sino porque ella desea irse a vivir a otro país para que su hija, adolescente, tenga más oportunidades y él no quiere porque su padre, enfermo de Alzheimer, necesita cuidado permanente. Y, a partir de ahí, problemas que llevan a otros problemas y a otros problemas, de personas ninguna de las cuales es perfecta y ninguna de las cuales es malvada. Farhadi, autor y director, fue ovacionado anoche en los Globo y es favorito, con permiso de Almodóvar, para las candidaturas a los Oscar. Un carajillo a la salud del buen cine
Aunque, para estrenarse, ya tiene bastante el señor Rajoy con el consejo europeo de dentro de dos semanas, la cumbre que girará en torno a esta pregunta: con la crisis de la deuda aún coleando y con políticas de recorte en todos los países, ¿a alguien se le ocurre alguna idea para frenar el paro y crear empleo? Al gobierno de España le encantaría estrenarse levantando la mano y exclamando: yo la tengo, yo la tengo. Tengo la fórmula para atajar el paro y generar el empleo. Se llama reforma laboral. Y acabo de presentársela a mi Parlamento. Qué bien si llegara a ocurrir eso, eh, que el gobierno supiera qué teclas ha de tocar para revertir la agónica tendencia que lleva el desempleo en España y....las tocara. El día cero se supone que era hoy. Finiquitada la última entrega del serial interminable (y reincidente) del diálogo social, es hoy cuando el gobierno considera agotada esa vía (le ha costado) y pone sobre la mesa su propuesta. Esperando estamos.
La presencia de Sarkozy esta tarde en la Moncloa, y la liturgia que señala que los jefes de gobierno extranjeros siempre dan luego una rueda de prensa, ha permitido que los periodistas pudieran ver, por fin, al presidente Rajoy en la sala de prensa dispuesto a contestar preguntas. Fueron: sobre la tasa Tobin que defiende Sarkozy –tasa a las transacciones financieras- y sobre los impuestos.
La novedad, la noticia, es que Rajoy apoya la tasa Tobin, y no para hacerle un favor a Sarkozy, sino porque es una buena idea (porque ahora es una buena idea, porque cuando la proponía Zapatero a Montoro le parecía retórica inútil). Sobre los impuestos, admite el presidente que a su electorado no le ha podido gustar la subida, aunque confía en poder bajar los impuestos alguna vez. ¿Y el IVA garantiza no subirlo?, le preguntaron, y dijo “hombre, yo creo que ya hemos subido bastante los impuestos”, pero garantizar, lo que se dice garantizar, aquí no está garantizado nada. De la reforma laboral, sin novedad. El presidente recuerda las enmiendas que él presentó a la de Zapatero y sugiere que por ahí va a ir la suya. Su primera gran reforma estructural. Que a Rajoy le puede pasar lo que a Francesco Schettino, el capitán del crucero Concordia: que si no hay profundidad suficiente, naufraga.
Como presidente de gobierno ha despedido, en fin, Rajoy al fundador del partido que él, hoy, lidera. Manuel Fraga, pieza clave en tantos episodios de la política española, testigo y actor (en papeles diversos) de la historia de los últimos cincuenta años. Que han sido cincuenta años muy movidos y en los que el país vivió una evolución tan profunda que sólo poniéndole perspectiva al análisis llega uno a entender hasta qué punto ha cambiado todo. La vida de este Fraga al que algunos reducen a su condición de padre constitucional y otro, a la de ministro de Franco, la vida de Fraga es el reflejo fiel de la evolución que ha tenido una parte muy importante de la sociedad española, de la identificación con la dictadura a la identificación con la monarquía parlamentaria, es decir, con la democracia.
La nutrida parte de la sociedad -es imposible saber si era la mayoritaria porque bajo una dictadura nadie se expresa libremente- que se sintió franquista, que desfiló por la capilla ardiente del dictador con ojos empañados (incluidos políticos y artistas que después renegarían de haberlo hecho), pero que ya había entendido para entonces que aquel régimen había que reformarlo (“la apertura”) y que acabó asumiendo después la democracia, haciéndola suya y defendiéndola frente a quienes quisieron tumbarla: los golpistas y los terroristas. Fraga tenía un pasado, obviamente, tenía pasado porque España lo tiene. Reducir su figura a lo que hizo antes del año 70 es tan absurdo como pretender ocultarlo. La transición consistió en eso.
El cambio de sistema pilotado por hombres del régimen, el alumbramiento de la democracia a base de pactos y de transacciones, la evolución ideológica que fueron realizando (desde años antes de que el dictador pasara a mejor vida) todos los nombres fundamentales de la época, tanto en la derecha como en la izquierda, animados por una sociedad que cambiaba con ellos. Oiga, es que hubo una época en que Fraga era visto como moderno y progresista, cuando el régimen dictatorial asistía al pulso aquel entre inmovilistas y aperturistas: más rancios los primeros, más flexibles los segundos. A ver, comparado con Arias Navarro cualquiera era moderno. La trayectoria de un político como Fraga -sesenta años en activo- tiene pasajes y matices de todo tipo, y será teniéndolos todos presentes como la Historia, con mayúscula, acabe emitiendo su juicio.
Lunes, 16, el primer día verdaderamente frío del invierno y las primeras nieves. Con su permiso le ponemos un chorrito de brandy al café...del brandy de Osborne, Magno, a la salud de esta película que anoche se llevó el Globo de Oro a la mejor cinta extranjera. “Nader y Simin, una separación”. Una buena historia sobre la sociedad iraní, la clase media de Teherán, a partir del momento en que Simin, la esposa, decide separarse del marido no porque no le quiera, sino porque ella desea irse a vivir a otro país para que su hija, adolescente, tenga más oportunidades y él no quiere porque su padre, enfermo de Alzheimer, necesita cuidado permanente. Y, a partir de ahí, problemas que llevan a otros problemas y a otros problemas, de personas ninguna de las cuales es perfecta y ninguna de las cuales es malvada. Farhadi, autor y director, fue ovacionado anoche en los Globo y es favorito, con permiso de Almodóvar, para las candidaturas a los Oscar. Un carajillo a la salud del buen cine