EL MONÓLOGO DE ALSINA

La renovación del House del fútbol

Les voy a decir una cosa.

Ahora que se termina House, la serie de televisión del médico hosco y arrogante que arrasó en su primera temporada en España -luego el público se fue cansando de tanto lupus y tanto paciente salvado in extremis-, ahora que el doctor House se sube a la moto para irse del todo de nuestras vidas, renuevan a Mourinho para que permanezca unos años más entre nosotros. ¡La llama de la bordería sigue viva!

ondacero.es

Madrid | 22.05.2012 20:16

Mourinho saluda a a la afición en Cibeles | EFE

El Madrid campeón de Liga seguirá estando dirigido por el hombre que nunca quiso caer simpático, el reverso de la humildad, el House del fútbol. Contenta debe de estar Esperanza Aguirre, presidenta del club de fans del técnico portugués no por su forma de entender el fútbol, sino por su manera de ejercer el carisma, ese liderazgo agrio, ese talento natural del portugués para sortear las tormentas desviando la atención de los medios hacia debates sin trascendencia pero siempre entretenidos, esa habilidad que nadie le niega para la provocación y la frase impactante, para poner en circulación espantajos. Siempre ha exhibido con orgullo Esperanza Aguirre su devoción por Mourinho.

La renovación del portugués la habrá recibido como una magnífica noticia, ayuna como está ella, en este momento, de noticias buenas que poder celebrar en su ámbito, que es el político. El viernes Aguirre fue noticia porque el déficit de su comunidad es el doble del que se había dicho; ayer, por el sartenazo que le arreó a Montoro al responsabilizarle a él de ofrecer como definitivos datos que ella le había dicho que eran provisionales. ¿Y hoy? Bueno, hoy es noticia por proponer que la final de la copa del Rey se suspenda si los espectadores pitan al Príncipe o silban el himno. ¿Los espectadores, cuántos? ¿Todos ellos, un número mayoritario, basta que con que lo hagan unos cuantos? No entremos en matices.

La presidenta madrileña lanza una idea que hasta ahora nadie había expresado en público: si hay pitos en el estadio, se suspende el encuentro y se juega a puerta cerrada. ¿Idea u ocurrencia? Ha sido la primera en proponerlo y también la última. Nadie le ha seguido. Ni siquiera nadie de su partido. O sobre todo nadie de su partido. ¿Por qué? Porque a casi nadie le gusta que se utilice un partido de fútbol para montarle un pollo a don Felipe o para hacer soflamas políticas, las pitadas y los silbidos sólo gustan a quienes las realizan, pero también sabe todo el mundo que éste es un debate falso, que en realidad no hay ningún debate porque haya pitidos o no los haya, el Príncipe aguantará el tirón, el partido será jugado y, una vez que termine, el capitán del equipo ganador recibirá el trofeo de manos del representante de la jefatura del Estado y los seguidores de ese equipo, ebrios de euforia, aplaudirán a rabiar porque cuando el título ya es tuyo, te fijas menos en cómo se llama o en qué representa. Sí, es la copa del Rey, y se llama así porque es el Rey el que tiene una copa y se la da al que gana.

No es tan difícil entenderlo. De manera que partido va a haber, lo saben los chinos, pero ya que Aguirre ha soltado su perla, pues no iban a perder la ocasión los responsables de todos los partidos políticos de pronunciarse en el Congreso sobre este crucial y urgente asunto. Dices: hombre, es que les han preguntado. Cierto. También a Aguirre le preguntaron y por eso respondió lo que quiso. Pero hombre, convertir este entretenimiento político-mediático de un día en un debate sobre las esencias de la libertad, los anhelos independentistas y el patriotismo de España igual es sacar un poco las cosas de quicio. Silbar y abuchear a quien representa a una institución del Estado es una falta de respeto y un ejercicio de muy mala educación.

La crítica se expresa por otras vías, más serenas y mejor argumentadas, no se anda voceando en un acontecimiento que, al fin y al cabo, es de todos. Existe la libertad de expresarse como uno quiera, es verdad, lo ha dicho hoy Gaspar Llamazares. Pero si cabe la pitada y el abucheo porque es una muestra de libertad, no se entiende que él se quejara tanto cuando un grupo de ultraderechistas le montó una bronca a Santiago Carrillo en una universidad madrileña. Durán i Lleida dice que todo el mundo puede expresarse como le dé la gana. Hombre, poder, puede. Pero lo suyo es que se exprese procurando no ofender a los demás, o a aquello que para los demás es importante.

Tenían derecho a expresarse como quisieran los del pujol-enano-habla-castellano y CiU aún lo sigue citando como una muestra inaceptable de catalanofobia, ¿no es eso? Esperanza Aguirre dice ahora que no hay derecho a que se silbe al jefe del Estado, pero cuando el destinatario de los silbidos era el presidente del gobierno en el desfile del doce de octubre lo consideraba, ¿cómo era?, gajes del oficio, una manifestación ciudadana de malestar, a nadie se le ocurrió sugerir que, en caso de producirse silbidos durante el homenaje a los caídos, se suspendiera el desfile y continuara a puerta cerrada. Es que era el presidente del gobierno, no el rey de España.

El presidente también representa al país, sea de los tuyos o sea de los otros. Se le puede criticar, faltaría más -como se puede criticar a la Corona-, pero la crítica es compatible con el respeto a las instituciones, a los símbolos y a las personas. Tampoco parece que esto sea muy difícil de entender.  Ahora, si lo que queremos es convertir en alguien relevante al promotor de una pitada, presidente de una organización minúscula, que se presentó a las elecciones municipales en Barcelona y no llegó a sacar ni siete mil votos, pues nada, que siga este profundo debate político sobre si pegar silbidos es libertad de expresión o pendejada.

En vísperas del Consejo Europeo de mañana, del que Rajoy -aunque no lo diga- espera obtener algún compromiso de nuestros socios para que el Banco Central Europeo intervenga en el mercado de la deuda para enfriar nuestra prima (si no les afecta que insista en ello Rajoy, a ver si les afecta que lo haya pedido Obama), el presidente del gobierno y el secretario general del PSOE han obrado la proeza de compartir unos minutos de conversación telefónica. Podeeemos.

No consta a qué conclusiones han llegado porque tampoco consta qué diferencias mantienen, en realidad, sobre la posición que hay que defender en Bruselas. Aunque Rubalcaba pone el acento en las políticas de estímulo al crecimiento y Rajoy en el cumplimiento del déficit, ni Rubalcaba está en contra de equilibrar las cuentas ni Rajoy le haría ascos a una relajación de las exigencias. Aunque Rubalcaba dice a todas horas “eurobonos” y Rajoy lo que dice es “estabilidad de la deuda”, en realidad los dos están reclamando lo mismo: que Europa se ponga las pilas para acabar con la montaña rusa de las primas de riesgo.

El líder de la izquierda griega que puede ganar las elecciones dentro de tres semanas, Alexis Tsipras, se ha plantado en Berlín para cantarle a la señora Merkel las cuarenta. A distancia, porque con ella no se va a reunir. Está de gira por Europa buscando apoyo entre sus correligionarios, que en España serían Izquierda Unida y en Alemania, Die Linke, La Izquierda. Dos estribillos de la estrella griega en sus discursos: primero, no somos antieuro, al revés, somos los más europeístas porque la austeridad es la mayor amenaza para la estabilidad de Europa; segundo, no hay nada que negociar hablar sobre el memorándum del rescate porque el infierno no se negocia.